Crecer suele ser un proceso íntimo, lleno de cambios que se viven puertas adentro. Pero cuando la infancia transcurre frente a cámaras, el crecimiento se vuelve público, comentado y juzgado. Para Mara Wilson, esa exposición temprana marcó un antes y un después. La niña que millones recuerdan como Matilda dejó de serlo demasiado pronto para una industria que no supo acompañar su transformación.
Mara Wilson nació en California en 1987 y, antes de cumplir los diez años, ya era uno de los rostros más reconocibles del cine infantil de los años 90. Su debut llegó a los seis años en Mrs. Doubtfire (1993), donde interpretó a la hija menor del personaje de Robin Williams. Un año después participó del remake de Milagro en la ciudad y comenzó una seguidilla de trabajos que la instalaron como promesa indiscutida.
El punto máximo de su carrera llegó en 1996, cuando protagonizó Matilda, dirigida por Danny DeVito. La película no fue un éxito inmediato en taquilla, pero con el tiempo se convirtió en un clásico generacional. La imagen de la niña brillante, sensible y con poderes especiales quedó asociada para siempre a su rostro, una asociación que, lejos de abrirle puertas, terminó condicionando su futuro.
Crecer: el 'delito' de Matilda
Tras ese éxito, Wilson continuó actuando en películas como El hada novata, Un golpe de magia y Thomas and the Magic Railroad. Sin embargo, ninguna logró igualar el impacto de Matilda. A medida que crecía, el interés de los estudios disminuía. La industria parecía esperar que siguiera siendo la misma niña adorable, sin aceptar los cambios propios de la adolescencia.
Ese tránsito no fue sencillo. Wilson relató en distintas oportunidades que comenzó a recibir comentarios sobre su apariencia y a percibir un rechazo que no había experimentado antes. La presión por encajar en un ideal físico y la comparación constante con otras jóvenes actrices marcaron esa etapa. De ser celebrada por su talento pasó a sentirse observada y evaluada por su cuerpo, una experiencia que influyó en su decisión de alejarse del cine.
En el año 2000, tras su última película como protagonista, decidió frenar su carrera cinematográfica y priorizar los estudios. Se inscribió en la Universidad de Nueva York, donde se graduó y encontró un espacio lejos de los reflectores. Con el tiempo, reconoció que la fama temprana le dejó secuelas emocionales, entre ellas ansiedad e inseguridad, que comenzó a procesar fuera de Hollywood.
La resiliencia de Mara Wilson
La distancia del cine no significó un retiro total del mundo creativo. Wilson se volcó a la escritura, la dramaturgia y el doblaje, áreas donde pudo trabajar sin la exposición constante de la imagen. En 2016 publicó sus memorias Where Am I Now?, un libro en el que reconstruye su experiencia como estrella infantil y el impacto que tuvo crecer bajo la mirada pública. Allí resumió su vivencia con una frase contundente: fue juzgada por crecer.
En los últimos años, mantuvo una presencia pública medida: participa en convenciones, realiza trabajos de voz y se desempeña como narradora de audiolibros. También se expresó sobre temas laborales y creativos, especialmente en relación con los desafíos que enfrentan los artistas en la industria actual.
Hoy, a sus 38 años, Mara Wilson lleva una vida lejos del circuito tradicional de Hollywood. Su historia no es la de un retiro abrupto, sino la de una salida progresiva motivada por el desgaste y el juicio constante. La niña prodigio de los 90 creció, y en ese crecimiento encontró el motivo para tomar distancia de un sistema que no supo darle lugar.
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