El domingo anterior asistí a la reunión plenaria de la dirección nacional del partido Comunes, al que pertenezco desde su conformación tras la firma del Acuerdo Final de Paz de 2016. La convocatoria buscaba socializar las decisiones del Consejo Político Nacional y la Comisión Electoral del partido, así como fijar unas líneas de actuación con miras a los debates electorales que tendrán lugar en la primera parte del próximo año.
La situación para el país no se avizora fácil, nadie sabe a ciencia cierta qué ocurrirá. Igual para Comunes, un partido que enfrenta los retos más grandes desde su creación ocho años atrás. Es que cada vez que se abrieron las puertas de una salida política a la confrontación armada con las FARC, desde el Establecimiento se nos invitó a los alzados a dejar las armas, para ingresar a la vida política democrática con toda clase de garantías.
Obispos de la Iglesia, presidentes de la República, jefes de partidos políticos, parlamentarios y altos mandos militares extendían sus manos en oferta generosa de paz y reconciliación. Lo hicimos, de buena fe, para descubrir, una vez en el mundo de la formalidad, que tras dejar las armas nos convertimos casi en don nadies, personajes incómodos y hasta odiosos para muchos, gente a la que le cabían toda clase de estigmas, que no debía hacer parte de la vida política legal.
A la que había que perseguir en forma implacable, incluso en los estrados judiciales. A la que se podía incriminar con los delitos más atroces, que les enrostraron con verdadera sevicia incluso en el parlamento, al que antes con generosidad se los convidaba a ser parte. Bueno, de la derecha fascistoide empeñada desde siempre en alimentar el odio y el miedo era de esperar que algo así sucediera. Más amargo sentirlo de los sectores de izquierda o progresistas.
Comunes fue despreciado por todos estos a la hora de concertar algún acuerdo. Sí, la palmada medio afectuosa en la espalda al llamarnos compañeros y requerir nuestro voto favorable para algún proyecto en el Senado o Cámara, pero el alejamiento y el silencio cuando quiera que se hablaba de hacer parte de alguna coalición y menos de alguna lista de candidatos. Antes que sumar, ustedes restan votos, gracias, pero no, fue la constante.
Fuimos vetados para hacer parte del Pacto Histórico. Podíamos hacer campaña y votar por ellos, si queríamos, pero no podíamos aparecer en ninguna foto a su lado. Igual cuando finalmente Petro accedió a que formalmente ingresáramos al Pacto, una especie de todos los deberes sin ningún derecho. Por eso, finalmente terminamos, junto con otro conjunto de fuerzas progresistas, democráticas o revolucionarias, apartándonos del Pacto y conformando Unitarios.
No se podía hacer parte de un partido único de izquierdas, en el que su dirección estuviera monopolizada por un sector afín al presidente y totalmente refractario a las fuerzas que no contaran con sus simpatías. Unitarios creció rápidamente con más sectores alternativos que coincidían y resentían del sectarismo. Hasta llegar incluso a proponer la conformación de un Frente Amplio de izquierda, progresistas y liberales demócratas al que se le auguraba gran porvenir.
Hasta que algunos de ellos volvieron a insistir en su discriminación. Los de Comunes no podían tener lugar en las listas al Congreso, no se podían aceptar de ningún modo los nombres propuestos. Fuerzas como las de Roy Barreras fueron incisivas, no hubo entonces alternativa. Con dolor en el corazón había que salir de Unitarios. Los de Fuerza Ciudadana, de Carlos Caicedo, de gran prestigio en la costa Atlántica, también pensaron igual. Así nació una nueva coalición.
Su primera prueba de fuego fueron las elecciones atípicas a la gobernación del Magdalena, donde se vivió lo increíble. A la candidata popular propuesta por esta coalición, el Pacto Histórico, sí, el de Petro, opuso su propio candidato, en alianza, quién lo creyera, con el Centro Democrático y Cambio Radical, realizando una campaña de difamación en la que no se bajó nunca a la candidata y a Caicedo de guerrilleros y demás calificativos.
Contra todos los pronósticos y maniobras, el candidato del presidente fue derrotado estruendosamente en las urnas.
Contra todos los pronósticos y maniobras, el candidato del presidente fue derrotado estruendosamente en las urnas. Así que Comunes hace parte ahora de la coalición democrática y de izquierda de Fuerza Ciudadana, sumándose a la candidatura presidencial de Carlos Caicedo, por la que trabajará denodadamente, en conjunto con otras fuerzas políticas alternativas, con miras a las elecciones presidenciales del próximo año.
No se trata de combatir la candidatura presidencial del doctor Iván Cepeda, al que respetamos altamente. Es que, desde su jefatura de campaña, encabezada por María José Pizarro, no existe la menor simpatía o apertura por quienes no sean de los suyos. Inscribimos una candidata al Senado, la actual senadora Sandra Ramírez, así como catorce candidatos a la Cámara por distintos departamentos. La idea es trabajar intensamente por todos estos.
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