Una antigua frutería se la ganó a los poderosos costarricenses de Cosechas que quisieron copiarle una receta

Gloria Inés Peña fundó el establecimiento cuando apenas tenía 15 años en la Plaza de Mercado La Concordia

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octubre 11, 2025
Una antigua frutería se la ganó a los poderosos costarricenses de Cosechas que quisieron copiarle una receta

La receta es sencilla: jengibre, miel y lulo. Pero detrás de esa mezcla, conocida como el Chirriadísimo, se esconde una historia que lleva más de seis décadas creando memoria de la Plaza de Mercado La Concordia, en Bogotá. En el pequeño local, donde las frutas se apilan en montañas, nació una de las fruterías más emblemáticas de la capital: Oh Gloria, el rincón fundado por Gloria Inés Peña y sostenido hoy por su hijo, Gilberto Montaña Peña.

El Chirriadísimo no es solo un jugo. Es la insignia de una familia que convirtió combinar frutas en un legado. Sin embargo, hace algunos años ese legado estuvo en riesgo. La reconocida empresa nacional Cosechas intentó reproducir sus mezclas más populares, sin saber que cada una de ellas estaba registrada y patentada en la Cámara de Comercio. “A mi mamá le hicieron la propuesta, es más, se copiaron, y no sabían que ella ya tenía patentados todos estos jugos. Cuando se dieron cuenta, vinieron acá y le hablaron directamente. Ella no quiso conflictos, solo pidió que cada quien siguiera con lo suyo. Estos jugos son creación de ella, tanto los nombres como las combinaciones”, recuerda Gilberto.

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El episodio no solo reafirmó la autenticidad del negocio, sino también la tradición que ha sobrevivido al tiempo y a la competencia. Lo que para una empresa podía ser una fórmula comercial, para Doña Gloria era el resultado de una vida dedicada a observar, probar y escuchar. Cada jugo, cada mezcla y cada nombre encierra una parte de su historia y del lenguaje popular bogotano que la acompañó desde su adolescencia.

Doña Gloria llegó a la plaza cuando tenía quince años. Vivía al frente, sobre la calle 12 C, junto a su esposo, con quien empezó vendiendo frutas. Dos años después decidió abrir su propio puesto, un espacio pequeño donde ofrecía jugos naturales con maracuyá, guanábana o mora. Con el tiempo comenzó a experimentar con combinaciones nuevas y a bautizarlas con nombres inspirados en la jerga de los años cuarenta y cincuenta: Cuchi Barbie, Ay Carachas, Chiflamicas, Hierbatero, Chatico. Así, con humor y picardía, logró que sus clientes recordaran no solo el sabor, sino también la alegría que emanaba su propietaria.

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Doña Gloria y su hijo Gilberto Peña, 2020.

Uno de esos nombres, “Luciany”, guarda un valor especial. Fue creado en honor a un guía turístico que hace más de cincuenta años llevó por primera vez un grupo de visitantes a la plaza. A partir de ese encuentro nació la idea de ofrecer catas de frutas exóticas, una experiencia que se ha convertido en parte esencial del recorrido cultural por La Candelaria. En el sector siempre ha habido turismo en Bogotá, pero antes el público era mucho más reducido y a esos pequeños grupos, la misma Gloria se encargaba de exponerles cada fruta y cada sabor. Ahora, la demanda ha crecido y trabajan con empresas reconocidas del turismo como Aviatur y Gran Colombia. Hecho del que Gilberto se enorgullece.

Hoy, Oh Gloria es mucho más que una frutería tradicional. Además de los jugos emblemáticos, el menú incluye ensaladas de frutas, mojitos de mango, sánguches artesanales, batidos verdes y postres como fresas con crema o brownie con helado. Cada preparación conserva la esencia de su fundadora, por ello, los jugos conservan los nombres que le recordaban a su cotidianidad, las palabras que usaban todos los días, explicar este detalle también hace parte de la experiencia. Los visitantes también van por las historias detrás de los jugos.

Por ello, es fundamental reconocer el papel de la Plaza La Concordia en la historia de Oh Gloria. Durante años, este espacio funcionó como una plaza tradicional de mercado en Bogotá, bulliciosa y caótica. Allí se mezclaban los olores, texturas y colores. Gilberto recuerda haber crecido entre esos pasillos, gateando de puesto en puesto, visitando cada tiendita una vez terminaba su jornada escolar. Para él, la plaza es su casa.

Esa relación con el espacio evolucionó cuando su padre murió. Hace seis años, tras esa pérdida, su madre decidió retirarse. Gilberto tomó entonces las riendas del negocio, decidido a mantener viva la herencia familiar. Su hermano lo acompaña, al igual que un pequeño equipo de trabajadoras que continúan sirviendo los jugos con la misma dedicación de antaño. El nombre de la frutería, “Oh Gloria”, parece ahora un tributo a la mujer que lo empezó todo y que aún, en plena tercera edad, pasa de vez en cuando a supervisar que todo marche bien.

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El relevo generacional ha coincidido con la transformación de la Plaza de Mercado La Concordia. En 2019, gracias a la remodelación impulsada por la Alcaldía de Enrique Peñalosa y el IPES, el espacio se convirtió en una galería moderna que combina la tradición de mercado con la oferta cultural. El resultado es un punto de encuentro entre historia y contemporaneidad. En el primer piso funciona la Galería Santa Fe, donde artistas locales exponen sus obras, mientras que en el segundo nivel las frutas, verduras y jugos continúan siendo protagonistas.

Para Gilberto, este cambio ha traído nuevas oportunidades de turismo y cultura. “Antes era solo plaza de mercado. Hoy es una galería pensada en el turismo gastronómico. Hay más visitantes y eso nos obliga a mantener la calidad”. Aunque las vitrinas son más ordenadas y las paredes más claras, el espíritu del lugar sigue siendo el mismo. Los turistas llegan curiosos, atraídos por los colores, las historias y los nombres imposibles de olvidar.

Pero si algo define a Oh Gloria es la continuidad familiar. En los pasillos todavía se escucha el eco de las generaciones que levantaron el negocio. La abuela de Gilberto, quien hoy tiene 101 años, también fue partícipe en la construcción de Oh Gloria y él desea que la herencia continúe, ya sea con alguno de sus dos hijos o con algún otro descendiente de la familia Peña. Para la familia, esa es la única forma de mantener la esencia del negocio. Esa es la razón por la que cuidan tan bien de sus productos, es un legado vivo.

El conflicto con Cosechas fue una lección. Le mostró a la familia que lo suyo valía no solo por el sabor, sino por lo que representaba. Los jugos de Doña Gloria son un símbolo de identidad local.

En cada vaso servido hay memoria, el reflejo de una mujer emprendedora bogotana que a los quince años decidió mezclar sabores sin miedo y un hijo que convirtió su herencia en un proyecto de vida. En el murmullo de la plaza, los puestos de flores y las voces de los vendedores, el Chirriadísimo sigue sirviéndose con la misma mezcla de jengibre, miel y lulo. Cada sorbo cuenta la historia de un lugar que se negó a ser copiado.

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