Se derraman más lágrimas en el mundo por las plegarias atendidas que por las rechazadas, es una frase que se atribuye a Santa Teresa para ilustrar los desastres que a veces ocurren cuando se realizan nuestros deseos. En política pasa todo el tiempo. Un caso notorio y reciente es la elección del senador Iván Cepeda Castro como candidato presidencial del Pacto Histórico para las elecciones de 2026.
No existía, entre los muchos candidatos que se presentaron a ese proceso que fue tan accidentado, un mejor representante de la izquierda que el senador Cepeda. Sus antecedentes familiares y personales: hijo de un dirigente de la Unión Patriótica asesinado en el exterminio de esa dirigencia fundada por las Farc y el Partido Comunista dentro del proceso de paz de Belisario Betancur, filósofo educado en Praga y La Habana, miembro en su juventud del Partido Comunista, dirigente del M-19, con un trabajo dilatado y coherente en la búsqueda de acuerdos de paz y defensa de los derechos humanos. La circunstancia de haberse convertido en el adversario perfecto del expresidente Álvaro Uribe gracias a un proceso judicial iniciado por este que se volvió en su contra y terminó en su condena, lo catapultó en las preferencias electorales.
La posterior absolución del expresidente no afectó esa posición privilegiada, alrededor de la cual se unieron otros candidatos con credenciales importantes dentro del Pacto Histórico para oponerse a la popularidad de alguien que era para ellos un recién llegado incómodo como Daniel Quintero, quien tenía la aprobación presidencial. Quintero llegó desbarató la legitimidad de la consulta interna del Pacto Histórico y luego se fue. Una acrobacia que merece una explicación. El presidente Gustavo Petro, que conoce a su gente, sabía que la posibilidad de una prolongación de su proyecto político en el tiempo necesitaba de un candidato que atrajera votos del centro izquierda, pues los suyos no eran suficientes. Por ello permitió la llegada de Quintero sin medir la reacción negativa e intemperante de los diferentes partidos y candidatos miembros del Pacto Histórico que frustraron esa idea.
Lo grave de lo sucedido fue que a Iván Cepeda le fue muy bien en la consulta y que sumados sus votos con los de Carolina Corcho, que lo apoya, la izquierda pura arranca con 2,2 millones de votos en la carrera presidencial, un caudal electoral que hoy no tiene ningún otro eventual candidato de centro izquierda. Como consecuencia de ese éxito, el proyectado Frente Amplio donde dirigentes de centro izquierda iban a disputarle a Iván Cepeda su candidatura terminará, si es que se realiza, reforzándola.
Consecuencia inevitable del éxito de Cepeda es que tiene asegurado un puesto en la segunda vuelta
La otra consecuencia inevitable del éxito de Cepeda, a pesar de su falta absoluta de carisma, es que tiene asegurado un puesto en la segunda vuelta presidencial. En la elección legislativa de marzo de 2026 cuando se renovará la totalidad de Congreso y se realizarán las consultas interpartidistas entre candidatos presidenciales, la votación por cepeda al menos se duplicará. Es allí cuando interviene Santa Teresa, porque la presencia de Iván Cepeda Castro en la segunda vuelta unificará a todo el resto del mundo político en su contra.
No va a haber un solo candidato que se le oponga. Es vano el intento de hacer una gran coalición en su contra porque en política hay mezclas imposibles y rivalidades insuperables. Habrá tres o cuatro candidatos fuertes de los cuales el más votado pasará a la segunda vuelta, provocando allí si la unión de todos los demás. El futuro presidente de Colombia será el resultado del éxito político de Iván Cepeda Castro, pero no será él. La izquierda víctima de sus plegarias atendidas.
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