Murió Miguel Ángel Russo el 8 de octubre de 2025, en su hogar en Buenos Aires, tras batallar durante años contra el cáncer que le fue diagnosticado en 2017. Su partida sacude al mundo del fútbol, y en Colombia su ausencia duele más por lo que representó dentro del rectángulo verde y fuera de él.
Pero su paso por Colombia no fue un simple capítulo: fue un momento de intensidad, reconocimiento y afecto. En enero de 2017, Millonarios buscaba sacudirse la sequía de títulos. Ahí apareció Russo, con su currículum lleno de logros, pero también con una voz calmada que prometía reconstrucción. En ese mismo año, mientras dirigía al equipo, conoció que enfrentaba un cáncer de próstata. Las noticias médicas no detuvieron su ambición deportiva ni su conexión con los jugadores ni aficionados.
Millonarios y Miguel Ángel Russo: títulos y una frase inmortal
El fútbol colombiano lo recordará por dos trofeos que para muchos vestían más que metal: en el Finalización 2017, Millonarios venció en la final a Santa Fe. El gol decisivo lo firmó Henry Rojas, un jugador al que Russo le otorgó confianza en el momento más crítico. Poco después, en 2018, ganó la Superliga colombiana contra Atlético Nacional, completando un ciclo que no solo llenó vitrinas, sino corazones.

Fue en medio de esas batallas cuando pronunció una de las frases que mejor lo sintetiza: “Todo se cura con amor”. No era un eslogan vacío, sino una filosofía de vida que combinaba su rol de entrenador, su fe en el equipo y su entereza frente a la enfermedad. Cuando tuvo que ausentarse por sus tratamientos o cirugías, dejó al mando a su asistente Hugo Gottardi. Pero incluso en esos días, la hinchada azul lo sintió presente.
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Más allá de esos dos títulos, Russo transformó la manera de liderar un vestuario en Colombia. Su estilo, respetuoso pero exigente, su énfasis en la disciplina emocional y técnica, y su capacidad de conectar con futbolistas y seguidores marcaron un legado que sigue vigente.
Al mirar su hoja de vida, veremos que dirigió múltiples clubes, en Argentina, Chile, México, Paraguay, Perú y Arabia Saudita, y ganó una Copa Libertadores 2007 con Boca Juniors, entre otras glorias. Pero en suelo colombiano, dejó algo más duradero que cualquier trofeo: una memoria colectiva que siente su ausencia.
Millonarios, sus jugadores, técnicos y simpatizantes ya lo lloran. Su nombre no será solo el del técnico campeón, sino el del hombre que quiso al fútbol incluso cuando el cuerpo no acompañaba del todo. El fútbol colombiano pierde a un gigante, pero su huella azul ya no se borra.
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