La farsa de enseñar en tiempos de IA donde los alumnos son clientes de una fábrica de diplomas

El sistema educativo prioriza el dinero sobre el conocimiento: profesores sin autoridad, estudiantes sin compromiso y una IA que acelera la decadencia

Por: Lizandro Penagos
diciembre 03, 2025
Este es un espacio de expresión libre e independiente que refleja exclusivamente los puntos de vista de los autores y no compromete el pensamiento ni la opinión de Las2orillas.
La farsa de enseñar en tiempos de IA donde los alumnos son clientes de una fábrica de diplomas

Un semestre más llega a su final. Bueno, para ser consecuente con el engaño, otro semestre de cuatro meses por el que pagan seis, llega a su final. Y con él la retahíla de rogativas de los estudiantes (a los que todavía algo les importa) que no superaron las asignaturas para intentar salvar con un par de mensajes sentimentaloides –y en algunos casos lacrimógenos–, lo que no hicieron en 16 o 32 sesiones de clase. Lo que no se hizo, claro está, en términos de compromiso, disciplina y responsabilidad con el proceso pedagógico. Porque lo que suele primar o hacerse es la desatención –obvio cuando asisten–, el no tomar apuntes, el no realizar ejercicios, el no participar, el no hacer trabajo de campo, el no aplicar pensamiento crítico y la novedad académica del momento: hacerlo todo con la IA. ¡Y como reza la biblia, vendrán tiempos peores!

Disociemos. ¿Por qué soy consecuente con el engaño? Hace un lustro el catedrático madrileño, Daniel Arias, alborotó el avispero con una carta abierta que publicó en redes (las mismas a las que culpa) ante la actitud antiuniversitaria de muchos estudiantes, esclavizados por las redes sociales (lo advertí), los móviles ‘inteligentes’ y demás herramientas digitales (la IA), que rigen sus vidas en absoluto. “Hoy me dedico a engañar más que a enseñar”, dijo en su momento y tras el éxito de la misiva, esta se convirtió en libro: Querido alumno, te estamos engañando. Un sincero y necesario análisis del sistema educativo y la universidad. (Ed.Temas de hoy, 2023) He de reconocer con vergüenza que estoy en ese grupo nefasto y con algo de estupor, que hago parte de los profesores que luchamos para que los alumnos no pierdan, porque esa tarea ya no es de los educandos.

El postulado es sencillo, aunque con una verdad incómoda a cuestas. Después de la pandemia, el sistema educativo sufrió un durísimo golpe que, si bien no alcanzó a ser nocaut, afectó la fuerza que mueve al mundo: las finanzas y cambió algunas de sus dinámicas; y no todas para bien. Hubo una obligada actualización de las tecnologías de la información y de las comunicaciones que en muchos casos profundizó las brechas educativas; y el lanzamiento casi de lleno –ya no obligado por el confinamiento sino elegido y medianamente estudiado–, a la virtualidad, de la que la mayoría hace una perversa utilización, pues se asume como la facilidad del no estar y no la posibilidad de estar aun estando lejos. Y bajo ese panorama y otros factores (la contracción de la explosión demográfica, las crisis económicas, las ideas de emprendimiento, la capacitación virtual, etc.), el número de matriculados comenzó a reducirse considerablemente.

Y entonces la lucha de las instituciones educativas –desde jardines infantiles hasta universidades–, comenzó a tomar matices de rapiña extraña en la que no se destaca la saña calculada de los buitres o la bestialidad de las hienas, sino la mansedumbre servil de permitir que el cliente (estudiante) haga lo que se le dé la gana, porque no importa la calidad del aprendizaje, sino el pago del semestre. El estudiante ha comenzado a ser sólo una cifra, un monto que no se puede dejar escapar, que se cuida y consiente, al que se le permite casi todo; y quien encuentra en el exagerado proteccionismo (más que departamentos académicos hay oficinas de atención al cliente), la alcahuetería a su deficiente y a veces pésima condición de estudiante. Hay excepciones, por supuesto, pero la medianía avanza y tanto buenos estudiantes, como directivos, profesores de todo tipo, padres de familia y sociedad en general, miran para otro lado mientras se consolida la tiranía del mediocre, al fin y al cabo, que a los muertos también le crece la barba. Treinta o cuarenta 40 estudiantes embutidos en un salón, 200 o 300 en una clase híbrida, no son búsqueda de calidad, sino de rentabilidad.

Tomar apuntes se ha reducido a disparar su móvil contra el tablero o el proyector. Ese no es problema, obviamente. No es la flecha el problema, es el indio. La captura es la imagen de una información, la cuestión es el repaso en casa (que según el Ministerio de Educación debe ser dos horas por cada hora presencial), el estudio, el análisis, el procesamiento, aprovechamiento y puesta en práctica de dicha información. El problema grave es que estamos arrojando al mercado profesionales sin poseer los conocimientos dignos de su calidad de universitarios, porque ellos han perdido el interés en alcanzarlos y las instituciones en garantizarlos. A nadie –o a muy pocos en realidad, aunque la queja es la constante silente de los docentes para no perder el privilegio de tener trabajo– pareciera preocuparle la debacle de la educación.

El advenimiento tecnológico podrá ser imparable y sólo hasta cierto punto ineludible, pero lo cierto es que puede frenarse de forma eventual para evitar el choque fatal de la humanidad. Claro que la IA es una maravilla, pero como toda tecnología, bien utilizada. Por supuesto que podemos sacar ventajas de ella o ser partícipes de un desastre que ya varias instituciones y personas están advirtiendo en el mundo: la mayoría perderá su capacidad de pensar, de reflexionar, de hacer análisis, de leer la vida y el mundo, de dialogar con el otro, en suma, será un ente más susceptible de la manipulación, que ya es una realidad algorítmica que le define muchas prácticas sin siquiera darse cuenta. O frenamos para definir normas y reglas o el apocalipsis ya no será una simple metáfora bíblica.

Hace unos años ‘El rincón del vago’ fue una graciosa y útil novedad, hoy la IA es la mayor preocupación de los intelectuales del mundo, de las más grandes instituciones de educación superior; pero no de los gobiernos, ni de las multinacionales o los medios de comunicación, porque con ella los planes de dominación absoluta han potenciado su ecuación aritmética a una progresión geométrica de consecuencias incalculables. El abanico de mecanismos con el que cuentan hoy los estudiantes se plantea casi infinito para no cumplir a cabalidad con sus responsabilidades académicas y ante el rigor del profesor, la respuesta es el rencor del estudiante.

Si bien el maestro Estanislao Zuleta planteó en una entrevista (La educación, un campo de combate) que el secreto de la educación era hacer que la clase y el recreo coincidieran en el mismo espacio y tiempo, que el profesor fuera un promotor del deseo de aprender; su alegoría le apuntaba a la felicidad que debe procurar el conocimiento, la experiencia vital de la investigación y el aprendizaje… pero ahora todas esas cualidades son vistas como entelequias de inactuales que interrumpen el negocio y son un obstáculo para alcanzar el único fin que lo mueve todo y con el que nos pagan a todos.

También le puede interesar:

Anuncios.

Anuncios.

0

Te puede Interesar

Nota Ciudadana
Renunció el cardenal más conservador de Nueva York, el papa busca un defensor de migrantes para reemplazarlo

Renunció el cardenal más conservador de Nueva York, el papa busca un defensor de migrantes para reemplazarlo

Nota Ciudadana
Caricatura: Hijos malcriados por el poder

Caricatura: Hijos malcriados por el poder

Los comentarios son realizados por los usuarios del portal y no representan la opinión ni el pensamiento de Las2Orillas.CO
Lo invitamos a leer y a debatir de forma respetuosa.
-
comments powered by Disqus