A sus recién cumplidos 80 años Gustavo Álvarez Gardeazábal sigue siendo una de las voces y plumas más lúcidas, incómodas y difíciles de ignorar en la vida cultural y política de Colombia. El Autor de Cóndores no entierran todos los días, una de las novelas más influyentes del país, Gardeazábal, ha construido una obra marcada por la franqueza y por una mirada directa —a veces implacable— sobre la realidad nacional. Escritor, columnista, exgobernador, polemista sin tregua, ha hecho de la palabra su territorio natural: un espacio para narrar, debatir, confrontar y, sobre todo, interpelar al país que le tocó vivir desde una infancia atravesada por la violencia en Tuluá.
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Hoy, cuando llega a las ocho décadas con la serenidad de quien ha visto transformarse a Colombia de arriba abajo, Gardeazábal mira hacia atrás sin nostalgia, pero con lucidez: dispuesto a revisar los caminos que lo formaron y las fuerzas que lo empujaron a escribir sobre ese país profundo, áspero y contradictorio que pocos habían contado antes.
Esta conversación con el analista Juan Manuel Ospina, parte de esa trayectoria —de su raíz, de sus batallas, de su mirada crítica sobre la política, la moral, el poder y la cultura— para entender cómo se ha construido una de las plumas más directas y consistentes de nuestra literatura, y qué significa seguir hablando sin pelos en la lengua en un país donde casi todo ha cambiado, menos la necesidad de decir las cosas como son.
Esta es la entrevista:
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