La ciudad está hecha un caos: inundada de ladrones, fleteros, zonas y puentes peatonales convertidos en repúblicas independientes del hampa. A eso se suman las basuras, los atracos masivos en restaurantes y supermercados, los estafadores, acosadores, habitantes de calle sin reubicación, pincha llantas sin control y la ausencia total de cultura ciudadana, que hoy brilla en su máximo esplendor.
Los huecos antiguos han hecho metástasis en la vía; los nuevos crecen a diario. La invasión del espacio público está en cuidados intensivos, los trancones son infernales y la ciudad se llena de semáforos inútiles que parecen más un negocio que una solución. A esto se suma el proyecto de instalar más cámaras salvavidas que no salvan vidas, solo enriquecen a una élite de estafadores.
Bogotá padece contaminación auditiva, visual y ambiental, reductores de velocidad y resaltos —cada uno de hasta 36 millones de pesos—, además de separadores viales inoperantes y deteriorados que ofrecen un aspecto de abandono. Muchos de ellos se han convertido en focos de basura o parqueaderos improvisados. Y mientras tanto, una secretaria de Movilidad inexperta, cuyo verdadero rol parece más el de mensajera u operaria de call center, sigue al frente sin rumbo claro.
Cuando uno ama a su ciudad, denuncia. Por el contrario, cuando se es partidario del silencio, se es cómplice del abandono y la decadencia. ¿O acaso, cuando usted asiste a la reunión de propietarios de su conjunto, se queda callado frente a una mala administración? Precisamente, el que quiere a su ciudad y el que quiere a su conjunto es el que denuncia, por eso ejerzo mi derecho a la libre expresión.
Galán ha demostrado que tenía méritos, tal vez, para personero estudiantil, monitor universitario o presidente de la junta de acción comunal de su barrio, incluso para edil o concejal, pero no para alcalde de Bogotá.
Esta metrópoli, con cerca de 10 millones de habitantes, absorbe y emana una energía enorme que puede desbordarse en cualquier momento. Ojalá el alcalde se asesore bien, reconozca sus errores y rectifique el camino, o en su defecto, renuncie por el bien de todos los que amamos a Bogotá.
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