Desde niña, Gabriela Jimeno Caldas llamaba a sus padres después del colegio y en cada despedida, sentía un dolor profundo en el corazón. Nacer en los años noventa y tener padres dedicados al periodismo la hacía pensar que cualquier conversación podría ser la última. Su padre, Ramón Jimeno, ha sido y sigue siendo uno de los periodistas políticos más comprometidos con la realidad colombiana. Ese temor constante a que sus padres no volvieran alguna vez quedó tatuado en el cuerpo de Ela.
La muerte se convirtió en una posibilidad latente en la vida de la artista. Esa sensibilidad se expresó de distintas maneras. En su niñez realizaba actividades manuales autoimpuestas, en las que realizaba collages y usaba la pintura para explorar su talento. Y con tan solo 9 años, empezó a tocar la batería. Para ella, esto era una forma evidente de aislarse del mundo. La caja, el bombo, los platillos y el hi-hat eran los pequeños ladrillos que componían la muralla que nadie podía escalar, a excepción de su mamá.
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Ella fue la que introdujo a Gabriela en el mundo de arte, enseñándole a tocar el piano y mostrándole las obras que había al interior del hogar. Las actividades predilectas de la familia se dividían entre volar cometas y experimentar con expresiones artísticas.

Poco tiempo después, cuando cumplió 11 años, hizo parte de su primera banda de hardcore punk, un género estridente y desafiante para tratarse de una agrupación infantil. Esta organización duró siete años bajo el nombre del Ratón Pérez y giró a lo largo y ancho del país. Esa valentía con la que los cuatro integrantes se movían de un departamento a otro, hoy le genera inquietud a Jimeno.
“La mamá del bajista tiene enmarcada una foto de los cuatro en la Terminal de buses y cada vez que la veo ahora como adulta me angustio. ¿Qué hacen esos niños solos? Tienen un resto de cosas. ¿Cómo no nos robó nadie nunca? ¿Cómo no nos pasó nada malo? Hasta el día de hoy, no lo sé”, confesó en entrevista con Sudakas Media.
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El panorama era hostil, para la época los pequeños grupos culturales alrededor de la música abundaban. Los rockeros, metaleros, emos, punkeros y skinheads protagonizaban batallas campales en los que la banda se involucraba involuntariamente. Por suerte, a pesar de las anécdotas, esto no duró mucho para la artista, pues con 18 años, se mudó al exterior para cumplir su sueño de estudiar en la universidad de música más importante del mundo: Berklee College of Music en Boston.
Allá fue donde reiteró su amor por la electrónica, el género que partiría su vida en dos. Como resultado de este estilo, surgió el primer álbum de estudio de Jimeno Caldas como Ela Minus, su nombre artístico. El lanzamiento de “acts of rebelion” se realizó en el año 2020 bajo el sello Domino Recording Company como la primera latinoamericana dentro de la institución.
El éxito se mezcló con la pandemia y en el momento más alto de su carrera, tuvo un vacío creativo en el que tuvo que mudarse repetidas veces a causa del COVID-19. Esto le trajo problemas pero también virtudes como que accediera con más libertad a explorar mucho más su voz, al tiempo que dejó de pensar el disco como una propuesta para exponer en vivo y se permitió añadir sonidos digitales difícilmente emulados en escena.
De esta época de su vida, en la que hubo movimiento y calma a través de la música, logró salir de su bloqueo y creó DÍA, su segundo álbum que la llevó a posicionarse como una de las nominadas al Latin Grammy en la categoría de Mejor Interpretación de Música Electrónica Latina.
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