José David Pineda volvía a su natal Bogotá cuando, a la altura de Villavicencio, el bus en el que iba se varó. Ese momento, que pudo pasar desapercibido, fue suficiente para que su mente se encendiera y encontrara la inspiración que necesitaba para terminar Nada, la canción que le cambiaría la vida.
Llevaba meses viajando por el país con una mochila al hombro. Incluso había llegado a países como Chile y Ecuador. Su manera de ganarse unos pesos era improvisando en los buses sobre los pasajeros. Eso le alcanzaba para comer y seguir su camino. Ya no pensaba en hacer rap como antes. Estaba comenzando sus veintes y el hecho de haber vivido en la calle lo había alejado de ese sueño, pero las palabras lo seguían buscando.
Había empezado a los quince años, en Suba, su barrio. Aún no era Penyair, pero ya tenía facilidad para rimar sobre pistas de boom bap. A los diecinueve había ganado concursos de freestyle y había producido sus primeras canciones por cuenta propia.
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Su futuro era el de miles de jóvenes en Colombia. Cuando salió del colegio solo tenía claro que quería hacer música, pero no parecía un camino viable. Apenas si había logrado graduarse y no tenía con qué pagar una carrera. Pensó en prestar servicio militar, aunque no estaba apto. No sabía qué hacer con su vida. Hasta que su mamá le propuso endeudarse para pagarle un tecnólogo en producción musical.
Estudiar, sin embargo, no era lo único que le ocupaba la cabeza. La calle lo estaba envolviendo. De a poco, entre amigos del barrio, empezó a consumir, pasando de una sustancia a otra. Hasta que llegó al bazuco. Dejó de tener rumbo. Vivió en la calle, robó, y convirtió las esquinas en su casa. Las drogas le daban visiones, decía ver a Dios, y eso lo inspiraba a escribir. Pero el precio era alto.
Fue en ese punto que Nelson Sánchez, su amigo y realizador audiovisual, le propuso hacer un viaje por todo el país, solo, con una maleta al hombro. Sin pensarlo mucho, se fue.
La primera parada fue Medellín. Llegó en mula. El viento en la cara le servía como escape, lo mantenía lejos del vicio. Recorrer lugares con poco se volvió su nueva adicción. Vivió en Taganga con pescadores, donde nadar le enseñó que estar vivo ya era un milagro. Pasó por Pasto, donde conoció a gente que ayudaba sin pedir nada a cambio. También estuvo en Ecuador y Perú, camino a Chile.
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En ese tiempo, su relación con la música se volvió más íntima. Improvisar en los buses era su sustento. Su bafle y su micrófono eran sus compañeros. Aunque todavía amaba escribir, sentía que el rap ya no era su camino. Lo suyo ahora era viajar y moverse. Pero cuando por fin llegó a Chile, la pandemia paralizó todo. El viaje que iba a durar meses terminó en semanas. Tuvo que devolverse. Y fue en ese regreso que terminó de escribir Nada, canción que venía trabajando desde hacía rato, de ciudad en ciudad. Notaba que cuando cantaba los primeros versos, la gente se identificaba.
“Yo no tengo camioneta, no tengo cuentas bancarias
No soy profesional, algo más que la primaria
Yo no soy un artista porque ser farándula no son las cosas prioritarias...”
Al volver a Bogotá, la cantó por primera vez en un evento de micrófono abierto en su barrio. Apenas soltó las primeras frases, se quebró. Llevaba mucho tiempo lejos de casa. Sentía que nadie sabía cómo se sentía, quién era. Pero sus parceros lo animaron a seguir. Le dijeron que la cantara otra vez. Y desde ese día, no paró. Cada vez que se subía a una tarima, alguien se la pedía.
Decidió grabarla, hacerle un videoclip y subirla a YouTube el 24 de diciembre. La canción explotó. En pocas horas, la plataforma aprobó su perfil para recibir regalías. Hoy, el video tiene más de 48 millones de reproducciones y más de 4.000 comentarios.
Desde entonces, todo ha pasado rápido. Daniel Monsalve, su mánager, se ofreció a representarlo sin pedir nada a cambio. Confió en él desde el primer momento. Y ahora, después de llenar el Teatro Jorge Eliécer Gaitán en 2023, lanzar tres álbumes y hacer una gira por el mundo, se preparan para lo que será su primer Movistar Arena, este sábado 4 de octubre.
Ya ha cantado en ciudades como Santiago de Chile, Buenos Aires, Ciudad de México, Berlín, París, Milán, Barcelona, Valencia y Melbourne. Experiencias que lo han preparado para este momento. Aún hay boletería disponible, con precios entre $125.000 y $155.000 pesos, según la ubicación.
Este es el hito que Penyair, con 28 años, había estado esperando. Una noche que le recuerda que su camino no ha sido en vano. Porque más de 10.000 personas cantarán con él, cumpliendo lo que un día soñó:hacer que una canción se vuelva parte de la vida de alguien.
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