En Sativasur todavía se escuchan los gallos al amanecer. Todavía hay quien prende el fogón de leña para calentar el tinto antes de salir a mirar el cultivo o arrear una vaca. Pero cada año hay menos manos para hacerlo. En este rincón frío y montañoso del norte de Boyacá, solo quedan 1.026 habitantes. Tan solo 316 habitantes en el casco urbano y 710 en el área rural.
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Según el más reciente informe del DANE, Sativasur superó a Busbanzá como el municipio menos poblado de Colombia. Con una extensión de apenas 47 kilómetros cuadrados, está enclavado en la provincia de Valderrama, a más de tres horas de camino desde Tunja. Su topografía montañosa y su clima frío definen su carácter: un territorio aislado, pero con una belleza intacta.
Entre quebradas y caminos de tierra, Sativasur sobrevive a su propio abandono. De sus habitantes muchos se fueron hace años buscando trabajo en las ciudades más grandes, estudio en universidades y atención en hospitales. Los que quedaron viven de la tierra y los cultivos.
El último nacimiento fue hace un poco más de tres meses en el puesto de salud de pueblo. Su alcalde confesó en una entrevista entre lágrimas que teme que el municipio desaparezca. Las transferencias del Gobierno ya no alcanzan para sostener los programas básicos, y la población sigue envejeciendo.
Aun así, Sativasur no se rinde, pues las montañas siguen verdes, los cultivos de papa resisten, y las fiestas patronales todavía reúnen a los que vuelven una vez al año a recordar su origen. Esas celebraciones con música, chicha y pólvora, son el momento en que el pueblo revive, aunque sea por unos días. Quizá por eso, algunos lo llaman el “corazón dormido de Boyacá”. Un lugar que no sale en los mapas turísticos ni en los planes del desarrollo, pero que guarda intacta la esencia de la Colombia rural.
Sativasur no tiene centro comercial ni bares abiertos hasta la madrugada, pero tiene algo más valioso: una comunidad pequeña que aún se saluda, una tierra que sigue dando frutos y un cielo tan claro que, cuando cae la noche, parece que las estrellas quisieran acompañar a los pocos que quedan.
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