El estreno de Estado de Fuga, la serie de Netflix inspirada en la masacre de Pozzetto, volvió a poner en el centro una de las noches más violentas y desconcertantes de la historia reciente de Bogotá. A casi 39 años de los disparos que estremecieron el restaurante italiano del norte de la ciudad, hay una voz que sigue contando lo ocurrido desde adentro: la del mesero que atendió al asesino minutos antes de que comenzara la matanza.
Alfonso Guaneme Martínez tenía 65 años cuando dio su testimonio en 2019. Hoy su relato sigue intacto. Durante 40 años trabajó en Pozzetto, el restaurante fundado por Gino Surace en la calle 61 con carrera séptima. Entró en 1973, cuando respondió a un aviso clasificado que buscaba meseros, barman y porteros. Ese día contrataron a tres personas. Una de ellas fue él.
La calma antes de la tormenta
Campo Elías Delgado era un cliente habitual. Alfonso lo recuerda con precisión. Durante dos años había ido todos los domingos al mediodía, siempre solo, siempre pidiendo lo mismo: una Colombiana y un espagueti con pollo. No era un hombre problemático, ni llamativo. Pasaba casi desapercibido entre los demás comensales.
El 4 de diciembre de 1986, sin embargo, llegó a una hora distinta. Eran las 7:10 de la noche cuando entró al restaurante. Vestía elegante, con traje de paño y un maletín ejecutivo. Alfonso fue quien lo atendió, como siempre. Le sirvió el mismo plato de costumbre y la gaseosa. Antes, le hizo un comentario que hoy pesa como una premonición.
"Qué milagro verlo por la noche, si usted nunca viene a esta hora", le dijo.
"Estoy celebrando algo muy personal", respondió Campo Elías.
Ese “algo personal” ya incluía ocho muertes, aunque Alfonso no lo supiera. Antes de llegar a Pozzetto, el excombatiente había asesinado a su madre y a varias personas más.
Luego pidió vodka. Alfonso fue al bar, se lo sirvió y se lo llevó a la mesa como cortesía de la casa. Campo Elías agradeció. Dijo que los trabajadores del restaurante eran sus amigos, que siempre lo habían tratado bien. Pidió otro trago. Alfonso volvió a servírselo.
Mientras bebía, hablaba de amigos y enemigos, como si siguiera atrapado en la lógica de la guerra de Vietnam. Para él, los empleados eran aliados; los clientes, enemigos. Nadie más lo sabía.
“Me escondí en el baño”: mesero de Pozzetto
El ataque comenzó de forma abrupta. Campo Elías se volteó hacia una mesa ubicada en la parte de atrás del restaurante. Allí estaban seis personas, entre ellas una niña. Sacó el arma y empezó a disparar. Alfonso alcanzó a ver su agilidad, casi mecánica, mientras accionaba el arma una y otra vez.
Sin correr, sin gritar, Alfonso se fue alejando despacio. Caminó hasta el baño de las damas y se encerró. Desde allí escuchó los disparos, los gritos, los quejidos de auxilio. Permaneció oculto mientras la masacre avanzaba, impotente, sin saber cuánto duraría ni si saldría con vida.
En el restaurante murieron 14 personas. Sumadas a las que Campo Elías asesinó antes y después, la cifra total llegó a 32 víctimas esa noche. El país despertó con titulares que hablaban de una mente satánica y de una matanza sin precedentes.
Pozzetto y su intento por sobrevivir
Días después, surgió otra incertidumbre: qué pasaría con Pozzetto. Muchos pensaron que cerraría para siempre. Pero Gino Surace decidió reabrir. Ocho días después de la tragedia, el restaurante volvió a funcionar. Los primeros meses fueron difíciles. Llegaban pocos clientes, pero muchos periodistas extranjeros que querían ver el lugar y escuchar testimonios.
Con el tiempo, el restaurante recuperó su ritmo. Alfonso siguió trabajando allí durante décadas, cargando una historia que nunca buscó protagonismo, pero que hoy vuelve a la conversación pública gracias a la ficción televisiva.Pozzetto ya no existe físicamente. El edificio fue vendido y demolido. Alfonso, retirado desde hace varios años, habla de abrir un pequeño restaurante, solo para entretenerse y no olvidar la cocina. Es su forma de seguir adelante, después de haber sobrevivido a una noche que marcó para siempre la memoria del país.
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