Germán Vargas Lleras parece desconocer la vieja fábula de la rana y el escorpión, de la que tanto habla recientemente. En la fábula, el escorpión pide ayuda para cruzar el río, promete no atacar, pero a mitad de trayecto clava su aguijón, condena y hiere a la ingenua rana. Cuando la rana pregunta por qué lo hizo, la respuesta del escorpión es simple: “porque es mi naturaleza”.
En esta versión criolla, la rana ha sido siempre Colombia. Vargas Lleras y su partido se suben, una y otra vez, sobre el lomo de la Nación, prometiendo estabilidad, progreso y modernización. Pero al llegar a la mitad del río, nunca resisten la tentación de hundirla con el veneno de las cuotas burocráticas y la traición política. Esa es su esencia.
Siempre se han disfrazado de aliados, hasta que los intereses propios pesan más. Con Santos, hicieron parte de la Unidad Nacional, pero cuando la paz exigía convicción, prefirieron dar un paso al costado. Con Duque, se arrimaron al poder para no perder beneficios, mientras el gobierno desangraba los acuerdos de paz. Y ahora, para deslegitimar al gobierno de Petro, repiten el libreto: prometer diálogo mientras bloquean las reformas que el pueblo eligió en las urnas.
Colombia, ingenua o resignada, ha cargado demasiadas veces con el escorpión en la espalda. El resultado siempre es el mismo: el país herido, tambaleando en medio del río, mientras sus escorpiones políticos insisten en que envenenar es “su naturaleza”.
La pregunta es inevitable: ¿Germán Vargas Lleras habrá leído la fábula? Tal vez sí, pero en una versión torcida: aquella que le permite creer que Colombia siempre tendrá que cargarlo en la espalda, aunque sepa que tarde o temprano volverá a clavarle el aguijón a la rana llamada Colombia.
La fábula es vieja, pero sigue vigente: mientras Colombia siga cargando a sus escorpiones políticos, seguirá herida en mitad del río. El escorpión tiene voz y escribe; la voz de la rana la tiene el pueblo.
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