Durante más de 15 años, el Bronx fue sinónimo de miedo. En esas calles del centro de Bogotá, detrás de la comandancia de policía de Bogotá no había ley, ni orden, ni luz: solo la sombra del narcotráfico, el abandono y la violencia. Era el punto más oscuro de la ciudad. Pero hoy, después de su desarticulación y mientras sobre los escombros de lo que alguna vez fue el expendio de drogas más grande del país, se levanta el Distrito Creativo, se han comenzado a revelar otras historias, mucho más antigua y más humanas.
Entre los restos del pasado reciente —muros derrumbados, paredes militares, fragmentos de periódicos de los años ochenta—, los arqueólogos han encontrado algo inesperado: vestigios de vida que se remontan al siglo XVI. Cerámicas muiscas, botijas españolas, objetos de vidrio, huesos de animales, utensilios domésticos y hasta un diario militar se han convertido en piezas de un rompecabezas que cuenta la historia oculta del lugar. Más de 89.000 fragmentos que narran cinco siglos de transformación: desde los pueblos indígenas que habitaron la sabana, pasando por la colonia y la industrialización, hasta la Bogotá marginal y caótica del siglo XX.
Lo que antes fue símbolo de destrucción, hoy revela una memoria enterrada. Los hallazgos arqueológicos del Bronx no solo están reconstruyendo la historia de un territorio: también están resignificando su pasado, mostrando que incluso en los lugares donde la ciudad creyó haberlo perdido todo, todavía quedan rastros de vida, de comercio, de resistencia y de esperanza.
La arqueóloga del Bronx Distrito Creativo, Sthefany Vélez habla del inmenso valor histórico que han hallado en este lugar:
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