“Hoy resulta que es lo mismo ser derecho que traidor, ignorante, sabio, chorro, generoso estafador, todo es igual nada es mejor lo mismo un burro que un gran profesor, no hay aplazado ni escalafón, los inmorales nos han igualado, que uno vive en la impostura, que otro roba en su ambición, da lo mismo que sea cura, colchonero, rey de bastos, caradura o polizón”
Este tango, que Enrique Santos Discépolo, tituló Cambalache se me viene a la cabeza al ver el comportamiento que ha observado Gustavo Petro durante los tres años y pico que lleva en la Presidencia.
No me refiero a su proceder como gobernante, que ha sido errático, pendenciero e incongruente, sino a su comportamiento personal, igual o más desastroso. Mal padre, mal esposo, poseído por los vicios, mal amigo, mal presentado, mentiroso, mal hablado, su forma de actuar ha sido más propia de un camaján de barrio que de un jefe de Estado.
Cuando su hijo Nicolás se vio involucrado en un escándalo por el ingreso de dineros de dudosa procedencia a la campaña que lo llevó a la Presidencia, Petro, en lugar de salir a defenderlo como haría cualquier padre, optó por lavarse las manos de la forma más olímpica, diciendo que él no lo había criado. ¡Ni la madre de Pablo Escobar negó haber criado a su hijo!
Tiempo después lo pillaron paseando por el casco antiguo de Panamá, de la mano de una mujer, al parecer, trans.
Luego, durante un viaje a París se perdió tres días. Algo similar aconteció durante una visita a Ecuador. Pero la tapa fue el recibo de un ‘Puticlub’ portugués, que se le coló en una relación de gastos que hizo pública en un aparente esfuerzo por demostrar que lleva una vida austera.
Que Petro es un “burro”, como se le decía antaño a los consumidores de droga, es un rumor que circula desde hace rato, pero que se encargó de corroborar el excanciller Alvaro Leyva. “Fue en París donde pude confirmar el problema que usted tenía con la drogadicción”, dijo Leyva en una carta que le envío al Mandatario y que en forma simultánea hizo pública.
Añadió el exministro en su misiva: “esas problemáticas no son personales sino que afectan su capacidad para cumplir sus funciones y comprometen su gobernabilidad”.
En un país serio ese señalamiento hubiera bastado para que Petro se cayera. Por “burro” y por burro. Pero como estamos en la República Cambalache en la que “es lo mismo ser derecho que traidor, ignorante, sabio, chorro, generoso o estafador,”, no pasó nada.
Pero no se requerían las denuncias de Leyva para intuir que Petro tiene un problema grave con la drogas y el alcohol. En numerosas apariciones públicas se ha presentado tambaleante, con la lengua trabada y diciendo incoherencias, claramente bajo los efectos de una sustancia alucinógena. Todo un “burro”.
Es muy posible, como dice Álvaro Leyva, que esas adicciones afecten la capacidad para gobernar del Presidente, lo cual es delicado, sobre todo si se tiene en cuenta que esa capacidad es bien precaria.
Pero más allá de ello, es incuestionable que el comportamiento indecoroso de Gustavo Petro le ha hecho un daño incalculable a la institución presidencial. Que es uno de los vértices de la democracia.
Que no me vengan con la historia de que ese comportamiento corresponde a la esfera íntima de Petro. Entre otras cosas porque los políticos, y ni se diga los presidentes, no tienen vida íntima.
Cuando una persona se dedica a la vida pública debe tener claro que está sacrificando su intimidad, porque TODA su vida queda expuesta al escrutinio público.
Si alguien no quiere exponer su vida, que no se meta a la política
Eso está establecido, incluso a nivel constitucional. Varias sentencias de la Corte encargada de velar por el respeto a la Carta Magna, manifiestan que el ámbito privado de una persona pública es mucho más reducido que el de un ciudadano cualquiera.
Este señor olvida que cuando se pierde, se emborracha, se mete a un burdel, o sale a pasear con una mujer que no es su esposa por un sitió público, quien actúa de esa forma no es Gustavo Petro sino el presidente de Colombia.
Si quien encarna la figura presidencial no la respeta, no puede pedirle a nadie que lo haga. En ese sentido, insisto, el daño que Petro le ha hecho a la majestad de la Presidencia es inmenso, casi irreparable.
El listón quedó por el piso y después de lo que hemos visto durante estos cuatro años, hablando en lenguaje lunfardo, queda claro que cualquier “gañán” puede ser presidente de este país. “Todo es igual nada es mejor lo mismo un ”burro” que un gran profesor”.
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