En 1949, ocho soñadores en Caxias do Sul (Brasil) fundaron Nicola & Cia Ltda., una pequeña carpintería automotriz que, aunque humilde, tenía una ambición gigante: construir carrocerías de autobús a mano. Aquel primer vehículo, construido en tres meses con madera y aluminio, fue el inicio de una historia que transformaría la movilidad urbana en América Latina y más allá.

La década de los cincuenta marcó el salto tecnológico: en 1953 dejaron atrás la madera y comenzaron a usar metal, acelerando la producción. Para 1968 bautizaron su primer modelo con nombre propio —Marcopolo— inspirado en el explorador italiano Marco Polo, y ese nombre pasó a ser la razón social de la empresa en 1971. Desde entonces, la marca se consolidó como sinónimo de innovación y robustez.
Cómo una marca familiar pasó de Brasil al mundo y llegó a Colombia
Marcopolo se convirtió en gigante global con vocación local. En menos de medio siglo pasó de construir carrocerías en una modesta bodega de madera, a tener 16 plantas en cinco continentes, y ser el principal fabricante de carrocerías de autobuses en América Latina, presente en más de 100 países

El crecimiento incluyó adquisiciones estratégicas: absorbió la empresa Ciferal en 2001, fortaleció su ventaja en vehículos urbanos y universales, y luego extendió su operación con negocios como Volare (microbuses) y Neobus, para transporte escolar y comunitario
La marca puso su nombre en coches adoptando estándares de seguridad, inclusión —como rampas para personas con discapacidad— y diseños específicos para distintos mercados, incluso con modelos personalizados para peregrinos a La Meca o climas extremos .
Aunque su llegada no fue algo al azar, pues detrás de ella estuvo Fanalca, la empresa de la familia Losada. Por medio del joint venture, que se conoció como Superpolo, pudieron iniciar su operación. Fue así como la marca se estableció de manera formal en 2001 acá y combinó la experiencia que ya tenía Fanalca con Carrocerías Superior y el trayecto de Marcopolo. Tan solo dos años después, entraría a competirle Busscar de Colombia en el negocio de las carrocerías.
En Colombia, operando con Marcopolo Superpolo, la marca montó una planta de ensamblaje en Cota (Cundinamarca), donde desde hace años produce no solo carrocerías, sino autobuses eléctricos e incluso modelos integrales impulsados por hidrógeno. La línea 3RH2FC de hidrógeno ofreció hasta 450 km de autonomía y recarga en apenas 15 minutos, fabricada completamente en Colombia. La versión eléctrica (3R‑EV) ofrece 260 km y carga en aproximadamente dos horas.
Esta apuesta tecnológica requirió más de 2.5 millones de dólares en desarrollo e inversión local, con pruebas que superaron las 600 horas de recorrido en más de 70 ensayos rigurosos. Actualmente, Marcopolo Superpolo lidera en Colombia con cerca del 45 % del mercado nacional, exportando vehículos a países vecinos.
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El punto de inflexión más reciente llegó con la gama G8, lanzada globalmente en Busworld Europe 2023. Este modelo generó impacto por su eficiencia, reducción de peso con materiales reciclables y confort ergonómico para el usuario. Es el resultado de años de investigación que permitieron más de 140 mejoras en seguridad y rendimiento.
El presente de Marcopolo Superpolo en Colombia
La compañía sea ha convertido en llider del Mercado en Colombia con una participación de más del 70%. productos vendidos en los sistemas urbanos más importantes de Colombia. Han llegado a exportar más de 2.500 unidades a Panamá y también Quito. Hoy en día, tienen una capacidad de producción de 3.300 unidades al año.
La evolución de Marcopolo es también un viaje íntimo. De carpintería a líderes mundiales, crecieron apostando por la ingeniería brasileña, integrando operaciones con plantas en África, Asia, Oceanía y América. La apuesta está en ser global sin perder cercanía con cada mercado, como lo demuestra la línea Superpolo en Colombia, hecha por ingenieros locales con impacto regional.
Hoy, mientras rodamos en un bus urbano moderno o vemos cámaras en grandes ciudades, rara vez pensamos que detrás de ese vehículo hay un legado que empezó con madera y mano de obra artesanal en una bodega de Brasil. Un legado que hoy impulsa electromovilidad, conecta ciudades y reduce emisiones ambientales. Un legado que muestra que la movilidad no solo se trata de avanzar, sino de hacerlo con propósito.
Su desarrollo también se ha venido dando de la mano de la marca BYD, que ha estado llenando el país con sus vehículos de energías renovables. De hecho, hace poco presentaron el primer articulado ensamblado en Colombia en conjunto entre BYD y Superpolo, por lo que se espera que esta unión inunde el mercado colombiano.
Por lo que se sabe, serán 102 articulados que entregará BYD a Transmilenio, entre 2025 y 2026, un hecho que sin duda marca un precedente y posiciona a Colombia como pionera en toda Latinoamérica. Algo muy importante de este proyecto es que, cerca del 70% de los materiales que son usados en la carrocería son de origen colombiano. De igual forma, se contó con la participación de 60 ingenieros y 600 operarios locales.
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