En en un sondeo realizado en Twitter, los colombianos respondieron a una pregunta sencilla: ¿cuál es la reina más querida de la historia del país? El resultado dejó a más de uno desconcertado. Ni las dos Miss Universo —Luz Marina Zuluaga en 1958 o Paulina Vega en 2015— ni las virreinas Carolina Gómez, Paola Turbay, Taliana Vargas o Ariadna Gutiérrez fueron las elegidas. La favorita resultó ser Susana Caldas, una cartagenera que no alcanzó el título internacional, pero que conquistó al público y, más tarde, al empresario Rafael del Castillo, con quien lleva 35 años de matrimonio.
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Ese matrimonio, como el de otras exreinas, abrió la puerta a un mundo donde la belleza coincidió con dinastías empresariales de gran peso en la economía colombiana. Cuatro historias que combinan coronas y fortunas muestran cómo detrás de cada reinado también hubo un capítulo inesperado: el del amor con algunos de los herederos más influyentes del país.
Susana Caldas y la dinastía del Castillo
Rafael del Castillo pertenece a una de las familias tradicionales de Cartagena, con raíces empresariales desde el siglo XVIII. Sus antepasados empezaron como comerciantes y luego se expandieron hacia sectores clave: petróleo, construcción, harina, e incluso el control del puerto de Cartagena. Con el tiempo, levantaron edificios emblemáticos en la ciudad amurallada y hasta en Manhattan.
Rafael continuó la tradición empresarial. Fue vicepresidente para las Américas de Maverick Tube Corporation, presidió el Consorcio Metalúrgico Nacional y hoy lidera la junta directiva de la ANDI a nivel nacional. Su proyecto más visible es Serena del Mar, una ciudadela urbanística en las afueras de Cartagena que busca transformar la forma de vivir en la costa. Al lado suyo, Susana Caldas no solo se convirtió en la reina más querida por los colombianos, sino también en la compañera de un hombre que representa una de las herencias empresariales más fuertes de la región.
Paola Turbay y la familia Estrada
El país estaba marcado por el miedo en 1992: bombas en las calles, la fuga de Escobar y la violencia en aumento. Sin embargo, Cartagena seguía organizando el Reinado Nacional de la Belleza, casi como un respiro frente al caos. Ese año, Paola Turbay brilló hasta convertirse en virreina universal. Al regresar, ya famosa y admirada, se cruzó con Alejandro Estrada Villegas, heredero de una familia paisa ligada desde hace tres generaciones a la Compañía de Empaques de Colombia.
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La empresa, fundada hace 85 años, es líder en el sector de empaques y hoy hace parte del grupo Excala, tras un proceso de fusión con firmas en Colombia y Ecuador. Con una sede de 78 mil metros cuadrados en Itagüí, abastece a múltiples sectores de la economía. Por parte materna, Alejandro también proviene de una familia con peso político y mediático: su bisabuelo, Alfonso Villegas, fundó el periódico El Tiempo, que pasó luego a la familia Santos.
La boda con Paola Turbay, realizada en 1994, fue todo un espectáculo. Ella misma convirtió la ceremonia en un producto televisivo rentable, mostrando desde temprano su olfato para los medios.
Andrea Nocetti y el imperio farmacéutico Minski
Doce años después de su reinado nacional, la barranquillera Andrea Nocetti atravesaba una etapa difícil. Había logrado hacerse un lugar en la televisión con papeles recordados, pero en 2012 su vida personal no pasaba por el mejor momento. Un viaje casual a Miami la llevó a encontrarse con Elliot Minski, miembro de una de las familias empresariales más sólidas de Barranquilla.
La historia fue rápida: un amigo en común los presentó, la relación creció entre Miami y Cartagena y terminó en una boda judía en Estados Unidos. Ella, que había dicho que jamás se convertiría al judaísmo, cambió de opinión y hoy se declara feliz con su nueva vida. En 2020 nació Lucien, su primer hijo.
Elliot Minski hace parte del clan que fundó Procaps en 1977, una farmacéutica con presencia en 50 países y plantas de producción en Latinoamérica. El grupo, encabezado por Rubén Minski, proyecta facturar mil millones de dólares en los próximos años. Nocetti, quien dejó atrás las cámaras, encontró en esa unión un nuevo capítulo de estabilidad.
Taliana Vargas y la apuesta política de Alejandro Éder
La samaria Taliana Vargas fue virreina universal en 2008 y se abrió camino en la televisión con papeles protagónicos. Su rumbo cambió cuando conoció al caleño Alejandro Éder, empresario y político perteneciente a dos linajes empresariales de gran poder.
Por el lado paterno, es hijo de Henry Éder, cabeza del ingenio Manuelita, uno de los principales grupos agroindustriales del país, diversificado más allá de la caña de azúcar.
Por el lado materno, Alejandro Éder hace parte de los Garcés Echavarría, una familia que ha tenido un peso grande en la industria nacional. Son los propietarios de los laboratorios JGB y también accionistas de Corona, compañía que se convirtió en uno de los grupos industriales más importantes del país. Con esos apellidos detrás, muchos pensaron que su futuro estaba asegurado en el sector privado.
Pero Éder eligió otro rumbo. Prefirió la política, aun cuando parecía tener todo listo para quedarse en los negocios familiares. Se lanzó varias veces antes de conseguirlo, hasta que en 2023 ganó la alcaldía de Cali. En esa campaña estuvo siempre a su lado Taliana Vargas, quien pasó de virreina universal a convertirse en la gestora social de la ciudad. Hoy su papel no se limita a acompañar al alcalde: impulsa proyectos comunitarios y programas sociales que buscan darle un aire distinto a la capital vallecaucana.
En cada caso, las reinas lograron reinventarse: unas lejos de los reflectores, otras manteniendo vigencia en la vida pública. Y, junto a ellas, sus parejas representan la continuidad de dinastías familiares que han marcado historia en Colombia, desde la agroindustria y la construcción hasta los medios, la política y la farmacéutica.
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