La historia de la plaza de mercado de las Cruces, la más antigua de Bogotá que cumplió 100 años

En el corazón del barrio Las Cruces, mujeres como doña Blanca y doña Elsa mantienen viva la historia de este mercado levantado en 1902

Por:
octubre 18, 2025
La historia de la plaza de mercado de las Cruces, la más antigua de Bogotá que cumplió 100 años

A las seis de la mañana, cuando la neblina todavía se aferra en los cerros y el aire huele a cilantro recién picado, doña Blanca Agudelo levanta la cortina metálica de su puesto en la plaza de mercado Las Cruces. Lo hace con el mismo gesto que repite desde hace más de sesenta años, cuando era apenas una niña y su madre, doña Vitalia Díaz, la llevaba de la mano entre bultos de papa y canastos de tomate. “Aquí me crie —dice con una sonrisa tímida— entre líchigos, guacales y verduras”.

En este edificio centenario, que parece resistirse a la prisa moderna, doña Blanca aprendió a medir el tiempo no por el reloj sino por las cosechas: la época del maíz, la del tomate, la del frío que cuartea los dedos. Sus hermanos crecieron con ella entre los pasillos húmedos y las voces de los tenderos que se saludan por el nombre, como si el mercado fuera una gran familia.

La plaza Las Cruces está en el corazón de Bogotá, en la calle 1F con carrera 4, en el barrio del mismo nombre. Allí, donde alguna vez convivieron obreros, artesanos y burgueses dueños de chircales y pequeñas fábricas, nació también Jorge Eliécer Gaitán, el caudillo liberal que soñó con una Colombia más justa. A finales del siglo XIX, esa barriada bullía entre el olor del barro cocido, las chimeneas y los pregones.

El primer mercado se improvisaba al aire libre, junto a la iglesia de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, construida el 10 de diciembre de 1902. Esa parroquia —hoy llamada Nuestra Señora del Carmen de las Cruces— le dio nombre al barrio y atrajo la vida social de toda la zona. Allí llegaban los campesinos desde Cundinamarca y Boyacá con sus mulas cargadas de plátanos, gallinas, maíz y quesos. Armaban toldos frente a la plaza principal, mientras el tranvía colonial traqueteaba rumbo al oriente y los olores de las frutas se mezclaban con el humo de los ladrillos que ardían en los chircales.

plaza de mercado

Pero el mercado creció más rápido de lo que el barrio podía contener. Las autoridades, preocupadas por la salubridad y el desorden, decidieron trasladarlo a los terrenos donde antes funcionó el monasterio de la Concepción, en la carrera 9 con calle 10. Allí nació la plaza central de la Concepción, precursora del nuevo proyecto que cambiaría para siempre la vida de Las Cruces.

El 7 de julio de 1925, Luis Calderón Tejada y Georgina López donaron a Bogotá los terrenos donde se levantaría el edificio que hoy, cien años después, sigue en pie. La construcción, que se extendió desde el 12 de octubre de 1925 hasta finales de 1928, estuvo a cargo de la firma neoyorquina Ulen & Company. Los norteamericanos trajeron planos y moldes desde Nueva York, con un estilo colonial modernista inspirado en el arte europeo.

Usaron ladrillo tablón y arcilla de los chircales del barrio, además del gres vitrificado de la fábrica de tubos Moore, propiedad de un inglés que instaló su industria en la carrera 5A con calles 30A y 32 sur. Así, con materiales nacidos del mismo suelo, se levantó una estructura en forma de H, con muros sólidos, cornisas ornamentales y figuras de pavos reales fundidos en forja: símbolos de prosperidad y abundancia. Desde entonces, el edificio apenas ha cambiado.

Los años, sin embargo, dejan su marca. Los ladrillos, antes rojizos, se han ido desmoronando por la humedad y el descuido. En 1997, durante la alcaldía de Enrique Peñalosa, el programa Misión Bogotá intentó restaurar la fachada con materiales de poca calidad, lo que terminó agravando su deterioro. Aun así, la plaza resistió. En 1983, había sido declarada monumento nacional, reconocimiento a su valor histórico, arquitectónico y social.

Durante la segunda mitad del siglo XX, la administración de la plaza pasó por varias manos. En los años sesenta quedó bajo la Empresa Distrital de Servicios Públicos (EDIS), encargada también de los cementerios y la recolección de basuras. Esa entidad —que construyó la mayoría de las 19 plazas públicas de Bogotá— fue liquidada en 1994. Dos años antes, el alcalde Jaime Castro había abierto la puerta para que las plazas fueran administradas por cooperativas, con apoyo de las alcaldías locales.

En 2007, bajo el gobierno de Luis Eduardo Garzón, las plazas de mercado dejaron de depender de las alcaldías y pasaron al Instituto para la Economía Social (IPES), que aún las administra. Un año después, esa entidad emprendió una modernización general con una inversión de 4.500 millones de pesos, distribuidos entre varias plazas, incluida Las Cruces.

Entre todos esos años y papeles, las verdaderas guardianas de la plaza han sido las mujeres. Ellas sostienen el mercado sobre sus hombros, con paciencia y carácter. Doña Elsa Castillo Jiménez, por ejemplo, lleva cincuenta años atendiendo su local de abarrotes. Abre de domingo a domingo y dice que lo único que no cambia en su rutina es su devoción por la Virgen del Carmen. “Antes de vender —recuerda—, consagrábamos todo a la Virgen: los fríjoles, el arroz, los huevos… todo”.

plaza de mercado

Doña Elsa también recuerda las carretas tiradas por caballos que llegaban desde los pueblos, cargadas de cebolla, panela y gallinas. Recuerda el bullicio, los gritos de los descargadores, los niños corriendo entre las piernas de las madres. Y aunque los tiempos cambiaron —ya no hay carretas, sino camiones; ya no se pesa en balanza de hierro, sino en digitales—, ella sigue ahí, firme, con el mismo delantal floreado de hace medio siglo.

Cien años después de su inauguración, la plaza de mercado Las Cruces sigue siendo mucho más que un edificio: es una cápsula viva de la Bogotá que fue. Un sitio donde la historia no se cuenta en libros sino en aromas, en voces que se repiten cada mañana. Allí donde la ciudad nació con los pies descalzos, entre ladrillos, santos y pregones, todavía hay mujeres que sostienen la memoria con sus manos curtidas y su terquedad de hierro.

plaza de mercado

Y cada día, al amanecer, cuando doña Blanca abre su puesto y el sol empieza a colarse por los vitrales viejos, parece que todo el pasado —el de Gaitán, el de los chircales, el de las carretas— volviera a respirar por un instante.                  

Anuncios.

Anuncios.

0
Álvaro Uribe, Claudia López y otros políticos colombianos que han hecho el oso bailando por votos

Álvaro Uribe, Claudia López y otros políticos colombianos que han hecho el oso bailando por votos

El hincha paisa que pasó de trabajar en un granero en Cali a comprar Independiente Medellín

El hincha paisa que pasó de trabajar en un granero en Cali a comprar Independiente Medellín

Los comentarios son realizados por los usuarios del portal y no representan la opinión ni el pensamiento de Las2Orillas.CO
Lo invitamos a leer y a debatir de forma respetuosa.
-
comments powered by Disqus