La antigua hacienda Fusca tiene un origen que se remonta a los siglos XVII y XVIII, en terrenos que antes ocuparon comunidades muiscas y las tribus Tuso y Chipo, al norte de Bogotá. Su construcción se atribuye al canónigo Ignacio María de Tordesillas, quien levantó la propiedad en 1615. El nombre “Fusca” significa “tierra rodeada de árboles”. Por su ubicación estratégica, durante la guerra civil de 1876 funcionó como cuartel de las tropas conservadoras conocidas como la “guerrilla de los mochuelos”.
A lo largo de su historia, la hacienda tuvo múltiples dueños. En 1827, Simón Bolívar se hospedó allí junto a sus edecanes para pasar la Navidad, un episodio que la convirtió en un punto de interés histórico. Más tarde, en 1840, los terrenos pasaron a José Nieto; en 1857, Gregorio Rodríguez y José Silva construyeron la casona que aún se mantiene en pie; y en 1919 fue adquirida por Mauricio Tamayo. En 1945 la heredó su hijo Ramón Tamayo Torrevella y su esposa Sofía Londoño.

Parte de la estructura original aún se conserva: corredores amplios, un portón de madera gruesa, zaguán, fuentes y depósitos. También permanece la habitación donde durmió Bolívar y la tina en la que descansaba después de largas jornadas. La hacienda está ubicada sobre la antigua carretera del norte, hoy carrera 7, a la altura del kilómetro 20, cerca del cerro de Las Petacas, en el límite sur del municipio de Chía.
En 1978, María Mercedes de Tamayo fundó allí el restaurante campestre El Rincón de Fusca, que continúa operando en la casona colonial. Ofrece gastronomía cundiboyacense y sirve como escenario para eventos y celebraciones, con jardines, capilla, terraza y salones amplios.
Como ocurre con muchas haciendas antiguas de la sabana de Bogotá, alrededor de Fusca circulan relatos de apariciones. Algunos visitantes aseguran que las puertas se abren y cierran solas durante la madrugada y que una figura se mece en una silla de la sala principal. La historia más repetida afirma que el espíritu que ronda es el de Ignacio María de Tordesillas, quien habría muerto en la casona hace siglos.
En sus mejores tiempos, la propiedad ocupaba un territorio extenso: desde el cerro de Torca —también llamado Fusquita— hasta los límites de lo que hoy es el Puente del Común, y desde la cresta de los cerros orientales hasta los linderos de Funza. En ese paisaje, Bolívar viajaba a caballo desde Bogotá hacia la hacienda, un trayecto que podía tomar entre ocho y nueve horas por el antiguo camino a Tunja. Durante su estancia de 1827, estuvo acompañado por las Urisarri, tías de Rufino José Cuervo, y recibió allí a varios amigos en la noche de Año Nuevo.

Dentro de los terrenos históricos se encuentra también la quebrada Fusca, cuya agua abastece a la vereda del mismo nombre y desemboca en el río Bogotá. Desde la década de 1960, la quebrada alimenta el acueducto comunitario local.
Hoy, gran parte de lo que fue la hacienda está ocupada por un conjunto residencial llamado Portal de Fusca. Sus primeras casas se construyeron en 1995, y actualmente alberga viviendas de estratos altos de la sabana de Bogotá. Entre sus propietarios hay empresarios, políticos y exministros. La casona antigua, en cambio, continúa siendo un punto de referencia histórica y un espacio abierto al público a través del restaurante que mantiene viva una parte de su pasado.
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