En un Mazda 626 estos tres comediantes hacen el podcast que se volvió un éxito en Youtube

Por la Ventana Podcast demuestra que el humor también puede sanar: entre risas, sus creadores abren espacio a la empatía y a las historias del común

Por: Alejandro Sánchez Rondón
octubre 15, 2025
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En un Mazda 626 estos tres comediantes hacen el podcast que se volvió un éxito en Youtube
Foto: Captura de pantalla

Por la Ventana Podcast es un proyecto de comedia que nació en el año 2023 de la mano de Camilo Díaz, Culo Tauro y Duván Gómez, quienes, una vez finalizado el proyecto Con Ánimo de Ofender (CADO), decidieron emprender nuevos formatos para visibilizar la comedia underground.

El canal de YouTube donde se aloja este pódcast se denomina Sancocho Trifásico, y dentro de su portafolio incluye programas como Lo que sea, Fuera de chiste y Sancocho Trifásico. Sin embargo, Por la Ventana se ha convertido en el verdadero éxito del canal; un formato que ha madurado y crece de manera interesante. En su primera nómina participaron Culotauro, Duván Gómez y Danny Noocean, quienes unieron fuerzas para hacer de la conversación un espacio de remates y disparates que no solo provocaban risa, sino que también dejaban entrever realidades dignas de análisis. Posteriormente, por dinámicas propias del proyecto y cambios de intereses entre los participantes, en la segunda temporada ingresó Deivis Cortés, en reemplazo de Danny.

En la tercera temporada, y tras el regreso de Camilo Díaz del reality La casa de los famosos, el formato dio un vuelco trascendental. Se sumaron al equipo Emir Quintero y Camilo Sánchez, en reemplazo de Deivis y Duván. Actualmente, este trío “hace y deshace” en uno de los programas más vistos y comentados por el público de YouTube.

El programa comenzó como un formato netamente de entrevistas en un carro, donde el invitado debía ingresar literalmente por la ventana. Este detalle se convirtió en uno de los elementos clave del éxito, pues simboliza bajar del pedestal, si es que lo hay, a quien se sube al Mazda 626, ubicándolo en el mismo escenario que los anfitriones. Desde ahí, todo puede pasar. Es un ejercicio similar (guardando las proporciones) al que realizaba Jaime Garzón con su personaje Heriberto de la Calle, quien, mientras lustraba zapatos, interpelaba al entrevistado con una cercanía que lo exponía a todo tipo de reflexiones según su oficio o cargo.

En Por la Ventana ocurre algo parecido, el escenario no es un carro de lujo, ni está impecable; a veces está sucio o tiene fallas mecánicas. Esto reafirma que el espacio es lo de menos, lo importante es lo que se dice y lo que se provoca en el espectador. En ese entorno imperfecto florecen las risas cuando es necesario, y el público logra acercarse a realidades que, de otro modo, permanecerían invisibles.

Este formato ha encontrado su propia forma gracias a las ocurrencias de un grupo de comediantes para quienes el protocolo es secundario y la improvisación, esencial. La espontaneidad los ha llevado incluso a salir del carro y participar en actividades que sacan a los invitados de su zona de confort, ser bomberos, preparar pizza, recibir masajes en un spa, practicar tiro con arco, jugar tenis, hacer pole dance, sumergirse en hielo, montar en cuatrimoto, jugar paintball, aprender a coser, practicar artes marciales mixtas o gimnasia artística, entre muchas otras. Así, la comedia se mezcla con la cotidianidad, acercándose directamente al público para el que está hecho el contenido.

Cuando el formato empezó a ganar reconocimiento, personas conocidas del medio aceptaron subirse “por la ventana”. Allí se cocinó otro ingrediente esencial, en este carro todo puede pasar. Nada está censurado, ningún tema está vedado. Por eso, personajes como Pipe Bueno tuvieron que asumir por un rato el papel de maestro de obra, mezclando cemento y compartiendo con muchos de sus seguidores. El Borrego, influencer y creador de contenido, preparó y vendió tacos en las calles de México; el Mago de Fucks News cargó y cortó carne en una plaza de mercado; el futbolista Daniel Cataño lavó carros en Bogotá; y el comediante Polilla repartió comida y juguetes en Navidad en el suroriente de la ciudad. En Por la Ventana, las estrellas dejan de serlo para mezclarse con la gente, mostrando quiénes son realmente. Algunos salen bien librados; otros, no tanto. Y ahí radica buena parte del atractivo del programa.

Otro aspecto notable del formato es su vocación por darle voz a quienes no la tienen. Desde sus inicios se concibió la idea de que el invitado podía ser cualquiera. En sus primeras etapas, cuando el proyecto era menos conocido, esta tarea resultaba más sencilla. Aun así, Culo Tauro y sus compañeros han mantenido la intuición para reconocer en las personas comunes buenas historias, vidas que merecen ser contadas o almas que necesitan ayuda en el momento justo.

Las entrevistas con estos invitados improvisados suelen ser de las más memorables. Los desconocidos aportan frescura y verdad, generan risa y empatía, y sus relatos reflejan al público, enseñando que no hay mayor sabiduría que reírse de uno mismo. En ese sentido, los comediantes han compartido experiencias con todo tipo de personas, han vendido flores y sombreros en la calle, han llevado a jugar tenis a una persona desplazada por la violencia, han incluido en actividades a personas con discapacidad o trabajadoras sexuales, entre otros. Todos ellos se convierten en protagonistas de historias que reflejan la diversidad de realidades del país. La comedia, en este contexto, es una excusa para reflexionar sobre una sociedad que hiere y margina, y a la vez una herramienta para devolver la voz a quienes la han perdido.

En múltiples ocasiones, Por la Ventana ha abierto también la posibilidad de que el humor trascienda hacia la solidaridad. Dentro del carro han aparecido personajes que muestran su lado humano y dejan ver necesidades básicas cuya satisfacción podría cambiar vidas.

El público recuerda, por ejemplo, el caso de Andrés, un vendedor ambulante desplazado por la violencia que vivía en un pagadiario del centro de Bogotá. Gracias a la solidaridad de los seguidores, el equipo logró recaudar más de veinte millones de pesos en pocas horas y conectar con entidades distritales que lo ayudaron a emprender. También está la historia de Ceci, una vendedora de mango en Chía, quien pudo saldar sus deudas con prestamistas “gota a gota” gracias a las donaciones del público. Más recientemente, un limpiavidrios reclutado en un semáforo comenzó a estudiar y terminar su bachillerato con el apoyo del programa. Por la Ventana demuestra, así, que el arte y la comedia pueden transformar realidades.

Por supuesto, no todo es perfecto, ni pretende serlo. Los haters no han faltado, señalando que algunos chistes resultan básicos o repetitivos, o que ciertos temas no son del gusto de todos. Pero el humor tiene tantos matices como colores, hay público para todo. Y aunque algunos se escandalicen por los comentarios o dinámicas del programa, muchos otros ven más allá y reconocen la importancia de que existan espacios donde todo puede pasar, donde la risa es una forma de resistencia y sanación en un mundo tan herido como el nuestro.

Más allá del humor y la risa, Por la Ventana representa una manera distinta de entender la comedia, como un vehículo de transformación y reconocimiento. Sin proponérselo, este proyecto ha demostrado que reír también puede ser un acto de resistencia y empatía. Cada episodio abre una ventana hacia realidades que suelen permanecer ocultas y convierte en protagonistas a quienes la vida y la sociedad pocas veces ponen en primer plano. Además de bajar del trono a las figuras que los medios de comunicación han enaltecido, desvirtuando su humanidad, en Por la Ventana estos personajes regresan a su ser más simple, al de todos, recordándoles, y recordándonos, que son tan del común como cualquiera. En ese espejo de lo cotidiano, el público se ve reflejado, comprende sus propias contradicciones y descubre que el humor, cuando nace desde la humanidad, es capaz de sanar, conectar y generar pequeñas, pero profundas transformaciones en la manera de mirar el mundo.

Larga vida a la comedia que nos conecta con lo cotidiano, con lo real, con lo que somos; larga vida a Por la Ventana.

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