El ICETEX cumple 75 años y el país celebra el impacto de una institución que democratizó el acceso a la educación superior para miles de jóvenes sin recursos económicos. La creación del Instituto fue una conquista social institucionalizada desde el Estado colombiano, que convirtió el sueño universitario en una posibilidad real para generaciones enteras que jamás hubieran podido entrar a un campus sin financiamiento público. Es una fecha mayor: no se trata solo de una efeméride administrativa sino de una conquista social profunda. Estudiar dejó de ser privilegio y abrió una puerta real para la movilidad social.
El Instituto Colombiano de Especialización Técnica en el Exterior (ICETEX) fue creado en 1950 por el gobierno de Mariano Ospina Pérez mediante el Decreto 2586, con Gabriel Betancourt Mejía (1918–2002) como su primer director. Formado en la Pontificia Universidad Javeriana, Betancourt viajó en 1942 a Estados Unidos, donde estudió en la Syracuse University y conoció modelos internacionales de financiamiento educativo en medio de la Segunda Guerra Mundial. En 1944 presentó su tesis “Proyecto para la creación del Instituto Colombiano de Crédito Educativo y Estudios Técnicos en el Exterior”, donde estableció las bases de un crédito educativo que no fuera limosna sino inversión social con retorno.
El aporte fue histórico: por primera vez, el Estado colombiano convertía el crédito educativo en política pública formal. Fue una arquitectura institucional seria, distinta de la caridad o beneficencia tradicional. En lugar de depender de mecenas individuales, se creó un mecanismo sostenible basado en mérito, responsabilidad y retorno. Betancourt —padre de la política Ingrid Betancourt— dejó un legado ético y académico que marcó generaciones: la educación como derecho y como deber social.
Una celebración empañada por el presente
Sin embargo, esta celebración está empañada. El ICETEX de hoy no es el ICETEX que soñó Betancourt. Las tasas, los intereses, los recargos, la ingeniería financiera y los sistemas de amortización han generado en muchos usuarios una sensación amarga: la de una deuda que no se transforma en ascenso sino en carga. Hay jóvenes profesionales que se gradúan y entran al mercado laboral, pero se sienten atrapados en un calendario de pagos rígido y a veces impagable. Esa contradicción es el mayor desafío actual del Instituto: celebrar 75 años como símbolo de movilidad social, mientras miles de usuarios sienten que el reto financiero de pagar es tan grande como el reto intelectual de haber estudiado.
El ICETEX debe hoy pensar en una nueva transición histórica: así como fue moderno en 1950, debe ser moderno en 2025. Ajustar tasas reales, simplificar modelo, alivianar la carga, actualizar la noción de deuda educativa y volver a alinear la institución con su propósito original. Ese sería el mejor homenaje a sus 75 años.
Dato histórico de Jardín, Antioquia (1941)
Ahora bien, como dato histórico complementario, vale recordar una experiencia anterior, independiente y sin vínculo con el ICETEX: en 1941, en Jardín (Antioquia), el Concejo Municipal creó una beca rotatoria para apoyar estudiantes sin recursos, basada en aportes ciudadanos y devolución al graduarse. No fue origen ni inspiración del ICETEX, pero fue un reflejo de que la intuición ética ya existía en Colombia: apoyar el estudio para romper el techo de la pobreza. Fue un ejemplo de cultura cívica local que demuestra que la educación ya era vista como una responsabilidad social.
Grandeza y honestidad de Gabriel Betancourt
Con los años, cuando los jardineños conocieron el ICETEX, surgieron comparaciones. No hubo disputa, sino honestidad. En una carta dirigida a Rafael Vásquez Rojas, Gabriel Betancourt escribió: “Hoy declaro que no fui yo sino ustedes los iniciadores del crédito educativo. Nunca antes tuve conocimiento de lo que hacían allá, por eso alegaba su paternidad y hoy reconozco mi error”. Esa frase se volvió símbolo de ética intelectual. Betancourt entendió que, sin saberlo, su proyecto nacional coincidía con un espíritu que ya había existido en un municipio: estudiar para servir, no solo para ascender.
Mi historia personal
Quien escribe esta columna, José Guillermo Mejía J, también fue beneficiario de un crédito educativo del ICETEX que me permitió realizar mis estudios en la Universidad EAFIT de Medellín. Esa oportunidad impulsó mi movilidad intelectual y profesional, y me confirmó que detrás de cada crédito educativo hay una historia de esfuerzo, disciplina y esperanza. Tengo la convicción personal, como beneficiario directo, de que la educación sigue siendo el camino más justo hacia la libertad.
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