Desorganización, ausencia de control de doping, pésima transmisión por T.V, y competidores cuarentones contribuyeron a enterrar la competencia más querida del país
¿Quién iba a pensar que, en medio de nuestra ramplonería, nos guste tanto la radio que hasta tengamos el refinamiento para elegir lo mejor o lo menos pior?
Aprendimos a disfrutar cómo la independencia desparpajada de Mejía molesta al convencionalismo inofensivo de Londoño, aunque todas las tardes echemos de menos a Peláez