La tensión entre Estados Unidos y Venezuela volvió a subir de tono con la decisión del gobierno estadounidense de anunciar el cierre total del espacio aéreo venezolano. El mensaje, que llegó en medio del despliegue militar que Washington mantiene en el Caribe, terminó sacudiendo aún más una relación que desde hace años avanza entre fricciones, desconfianza y gestos de fuerza.
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El anuncio partió de una advertencia dirigida inicialmente a aerolíneas y pilotos, pero su alcance fue mucho mayor. Aunque Estados Unidos no controla el espacio aéreo de Venezuela, la declaración generó una reacción inmediata en quienes dependen de esas rutas para viajar, trabajar o regresar al país. Varias aerolíneas comenzaron a revisar sus itinerarios y a evaluar los riesgos, en parte porque el contexto político hace difícil prever los próximos pasos de ambos gobiernos.
En Caracas, la respuesta fue rápida. Las autoridades consideraron el anuncio como una acción dirigida a presionar aún más al gobierno de Nicolás Maduro y denunciaron que se trata de una interferencia que afecta directamente la soberanía nacional. Más allá de los pronunciamientos, el mensaje terminó sumándose a una cadena de episodios que han tensionado la relación bilateral durante los últimos años, marcada por sanciones económicas, acusaciones de ambos lados y un ambiente político que no da señales de distensión.
El impacto más visible se sintió en un tema que afecta a miles de venezolanos: los vuelos de repatriación. Hasta hace pocas semanas, estos viajes se realizaban con regularidad como parte de un programa para facilitar el regreso de migrantes que querían volver al país. Según cifras oficiales venezolanas, casi catorce mil personas ya habían regresado por esa vía. Con el anuncio estadounidense, esos vuelos quedaron en suspenso y muchos migrantes quedaron sin una fecha clara para volver a su país.
A esto se sumaron los viajeros que estaban en tránsito y que dependían de rutas que pasaban por el espacio aéreo venezolano. Las cancelaciones y ajustes obligaron a muchos a buscar alternativas, y el gobierno venezolano anunció que activaría un plan para ayudarlos, aunque todavía no se conocen los detalles de cómo funcionará ese apoyo.
Mientras tanto, las maniobras militares de Estados Unidos continúan en el Caribe. Washington sostiene que su objetivo es frenar el tráfico de drogas hacia su territorio, pero en Venezuela y entre analistas internacionales persiste la idea de que estas acciones buscan presionar políticamente al gobierno de Maduro y modificar el equilibrio de poder en la región.
El cierre anunciado del espacio aéreo se convirtió así en un nuevo punto de choque en una relación que no encuentra pausa. Entre declaraciones, ajustes en los vuelos y planes improvisados para atender a los afectados, lo único claro por ahora es que la tensión entre ambos países seguirá marcando el ritmo de las decisiones en las próximas semanas.
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