La historia de Jamar no comenzó en una oficina ni en un gran almacén, sino en una casa barranquillera donde un joven polaco de 16 años soñaba con un futuro distinto. Jaime Naimark había llegado a Colombia junto a su familia huyendo de la guerra, y para sobrevivir decidió vender muebles en el puerto. Era 1933 y, sin saberlo, estaba fundando una de las empresas más queridas y sólidas del país.
Años después, en 1951, abrió su primer almacén en el Paseo Bolívar de Barranquilla. Lo bautizó Jamar —una mezcla de su nombre y el de su hermano Marcos— y allí empezó a escribir una historia que transformaría la manera en que los colombianos compraban muebles. La idea era simple, pero revolucionaria para la época: ofrecer productos de calidad con la posibilidad de pagarlos a crédito. Esa decisión democratizó el acceso al mobiliario y marcó un antes y un después en el comercio nacional.

Desde entonces, Jamar no solo vendió muebles: amobló los sueños de miles de familias trabajadoras. En cada sofá o comedor se escondía una historia, un esfuerzo, un pedazo de vida. Con los años, la empresa creció sobre los mismos valores que le dieron origen: cercanía, servicio y calidad.
Una familia, una empresa y tres generaciones de crecimiento
Setenta y cinco años después, el legado de Jaime sigue vivo en su hijo Max Naimark y en sus nietos Benny y Jessica, quienes lideran la compañía junto a un equipo de más de 1.200 colaboradores directos y 9.000 indirectos. Desde Barranquilla, Jamar expandió su presencia a 22 showrooms en Colombia y 7 en Panamá, consolidándose como el referente número uno del mueble en el país.

El crecimiento no ha sido casualidad. En los últimos años, la compañía ha invertido más de $70 mil millones en infraestructura para fortalecer su logística y operación. Su Centro de Distribución (CENDIS), ubicado en Barranquilla, es el segundo más grande del sector en América Latina y puede despachar más de 1.500 pedidos diarios, con entregas que tardan entre tres y ocho días.
Otro de sus pilares es Credijamar, la plataforma fintech que cambió las reglas del mercado. Gracias a ella, miles de familias acceden a créditos inmediatos para amoblar sus hogares, con cuotas fijas y sin cuota inicial. Solo en los últimos cinco años, esta herramienta ha colocado más de $1,25 billones en créditos, representando el 70 % de las ventas totales de la empresa.
“El crédito fue la llave que abrió las puertas del hogar colombiano”, ha dicho más de una vez Max Naimark. Ese modelo, junto con su apuesta por el diseño propio y la fabricación nacional, convirtió a Jamar en un símbolo de progreso costeño y orgullo colombiano.
De Barranquilla para el mundo
En octubre, la empresa celebró sus 75 años con una fiesta a la altura de su historia. Más de 600 artistas, entre ellos 300 colaboradores, recorrieron las calles de Barranquilla en una caravana llena de color, música y alegría. La señora Fanny Naimark, viuda del fundador y hoy con 86 años, encabezó el desfile junto a sus hijos y nietos. Fue una celebración con el sello caribeño de siempre: emoción, comunidad y gratitud.
Hoy, la marca mira al futuro con la misma determinación con la que nació. Según su CFO, Eduardo Restrepo Pombo, Jamar proyecta un crecimiento del 20 % en 2025, superando los $352 mil millones en ventas, y estima alcanzar el billón de pesos en 2030 gracias a una estrategia sólida de expansión. Su más reciente apertura, el showroom de la Carrera 30 en Bogotá, es ya el más grande del país, con 5.000 metros cuadrados de exhibición y diseño.
Reconocimientos de Jamar
La empresa también ha sido reconocida como Marca País por ProColombia, un sello que destaca su compromiso con la producción local: el 95 % de sus muebles son hechos en Colombia, fabricados con madera 100 % roble, textiles resistentes como el Eurolino y acabados en poliuretano de alta durabilidad.
“Somos una compañía que cree en el talento nacional y en la capacidad de nuestras manos para crear hogares”, asegura Gloria Torres, CMO de Jamar.
La historia de Jamar es, en el fondo, la historia de una familia que creyó en el país cuando pocos lo hacían. Que convirtió el crédito en esperanza y el diseño en identidad. Que pasó de un pequeño almacén en el Paseo Bolívar a ser una multinacional con raíces firmes y alma costeña.
Setenta y cinco años después, el sueño de aquel joven polaco sigue vigente: el de llenar de vida y belleza los hogares colombianos.
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