La intempestiva solicitud de renuncia del ministro de Justicia, Eduardo Montealegre, se convirtió en la que sería la primera cuota inicial de una nueva crisis en el gabinete del presidente Gustavo Petro. El ministro tuvo que sentarse a redactar su renuncia pocas horas después de haber dicho que su relación con el jefe del Estado era inmejorable, sobre todo después de que le dejó listo un proyecto para la convocatoria de una “Asamblea Popular Constituyente” que será impulsado con firmas ciudadanas.
La sorpresa y el estado de ánimo de Montealegre se reflejan en el texto de su carta, que concluye con una llamativa advertencia al mandatario. “Cuídese mucho: en palacio hay traidores que acechan con dagas peligrosas. Un abrazo”.
Después del encabezamiento protocolario, el saliente ministro llamada al presidente “Gustavo” y pone en entre comillas la calidad de “irrevocable” de su renuncia. Enseguida se lanza con una diatriba contra el expresidente, tras decir que su reciente absolución en tribunales es el principal motivo que lo motiva a irse:
“Una sola razón -escribe- motiva mi retiro: la profunda indignación por el prevaricato en que incurrió el Tribunal de Bogotá al absolver un criminal de guerra, un corrupto: Álvaro Uribe”.
Según él, ahora se irá para acudir ante la justicia internacional para exigir que lo que llama “ignominia”, la absolución de Uribe sea reparada.
Aunque Montealegre aduce que esa es la razón fundamental de su salida, hay otras versiones ventiladas en los pasillos de la propia Casa de Nariño. Una de ellas es que, pese a que supuestamente hicieron las paces, su relación con el ministro del Interior Armando Benedetti -considerado el hombre más poderoso del gabinete- continuaban siendo tensas. Por eso el colofón de la carta sobre la advertencia sobre “las dagas peligrosas”.
Existe un segundo elemento no menos importante. La Procuraduría estaba considerando la posibilidad de suspender temporalmente a Montealegre para iniciar en forme dos procesos en su contra: uno por participación indebida en política y otro por irrespeto a la administración de Justicia.
En criterio de la Sala Disciplinaria que atienden los dos asuntos la permanencia del ministro en su cargo le daría un margen de maniobra muy amplio para incidir en el manejo de las pruebas.
Se trata del segundo alto funcionario que se va del cargo poco después de picarle pleito al procurador general, Gregorio Eljach. Hace apenas tres meses recorrió el mismo camino el llamado pastor Alfredo Saade, jefe del despacho presidencial, quien desafió públicamente a Eljach después de que la Procuraduría le abrió una causa disciplinaria por el contrato de pasaportes con Portugal.
Montealegre amenazó a Eljach con llevar su caso a al Corte Interamericana de Derechos Humanos, mientras que Saade quiso conminarlo públicamente a que le dijera que podía y que no podía hacer.
Sus impredecibles los efectos políticos que pueda tener la salida del ministro de Justicia al empezar, con una manifestación convocada con Petro, el proceso de recolección de firmas para impulsar una constituyente que le daría facultades al presidente para dictar durante seis meses decretos con fuerza de ley.
Por recomendación de Montealegre, eso es lo que el presiente ha venido haciendo en relación con la reforma a la salud y por eso el Consejo de Estado suspendió provisionalmente su decisión de adoptar por esa vía un nuevo modelo preventivo en materia de salud.
Profesor de derecho graduado en Alemania Montealegre no creía en la jerarquía de la leyes y pretendía imponer la tesis según la cual por decreto se podía subsanar un vicio constitucional o legislar sobre materias que están reservadas a la leyes estatutarias.
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