Estudiantes, ejecutivos de traje, parejas e intelectuales se daban cita en la década de los 90 en Nutabes, un centro comercial del que hoy solo queda el recuerdo. Ubicado en la calle 19, entre la cuarta y la quinta, este lugar se levantó como un verdadero templo de la rumba, siendo el punto predilecto de muchos capitalinos. Para algunos que tuvieron la oportunidad de disfrutarlo, la fiesta era tranquila; para quienes se atrevieron a adentrarse en sus profundidades, en cambio, era un verdadero caos.
Aunque poco se sabe de su fecha exacta de inauguración, en un inicio no estaba pensado como epicentro de fiestas. Sin embargo, comerciantes y propietarios de discotecas, bares y otros negocios vieron en su estratégica ubicación un potencial enorme. Al comienzo, el ambiente era calmado y los precios llamativos: la rumba en Nutabes era más barata que en otros sectores del norte de Bogotá.
La fama no tardó en llegar, y pronto Nutabes se convirtió en un punto de encuentro obligado. Allí se podía pasar de un bar de salsa a otro de rock, vallenato, techno o música electrónica. Nombres como Blue Ice, Almendra, Londres, María La Baja y Energy hacían parte de la oferta nocturna. El lugar parecía tener un espacio para cada gusto.
Unas enormes puertas de cristal recibían a los visitantes, que después encontraban rampas que con el tiempo serían testigos de excesos y también de tragedias. Jóvenes de universidades como la Tadeo, la Central y el Externado cerraban sus semanas en ese lugar donde la rumba no conocía de pausas.
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Pero como todo lo que sube, también cae, y Nutabes no fue la excepción. La fiesta empezó a desbordarse y las redadas policiales afectaron su popularidad. A esto se sumaron las historias oscuras y leyendas urbanas que crecieron en torno al sitio, erosionando su buena fama.
El fin de Nutabes, uno de los icónicos puntos de rumba del centro de Bogotá
Durante los años 90, este lugar acompañó a cientos de personas que buscaban un espacio distinto en el centro de la ciudad. Mientras en otros sectores la fiesta apenas arrancaba a las 10 de la noche, en Nutabes las puertas se abrían desde el mediodía y se cerraban hacia la una de la mañana.
Lo económico del lugar fue otro imán: se conseguía cerveza a apenas $1.500. Sin embargo, el mismo descontrol terminó perjudicando el negocio. Se cuenta que un hombre ebrio cayó desde el último piso, un hecho trágico que golpeó con fuerza la reputación del centro comercial.
Al final, Nutabes no resistió. En los 2000 llegó su cierre definitivo. El icónico punto de rumba del centro desapareció, pero dejó una huella imborrable en quienes vivieron allí algunas de sus mejores noches. Muchos recuerdan con nostalgia la libertad del lugar, aunque también con dolor el momento en que la fiesta perdió el control.

Pese a las leyendas que aún circulan, el espacio se transformó y hoy lleva el nombre de Los Ángeles. Allí funcionan tiendas de tatuajes, locales de ropa de diseñador e incluso un teatro. Sin embargo, nada parece borrar el recuerdo de lo que fue Nutabes: un rincón irrepetible en la historia nocturna de Bogotá.
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