La Constitución de 1991 es garantista, laica, busca un orden justo y tiene como principios la dignidad, la libertad y el trabajo. Consagró los derechos fundamentales y sus mecanismos de protección. Pero esta misma constitución institucionalizó el neoliberalismo en nuestro país y expandió el libre el mercado.
En un nuevo proceso constituyente podrían pasar cosas impredecibles, y más teniendo en cuenta la escalada del pensamiento libertario en el continente y un poder cada vez mayor de organización de fracciones duras y jóvenes de la derecha.
Un proceso constituyente es arriesgado, y tenemos como ejemplo reciente el de Chile. Y lo considero aún más arriesgado, cuando se pretende introducir cosas que ya existen en nuestro ordenamiento jurídico; por ejemplo: se habla de que la justicia debería ir enfocada a la verdad y la reconciliación; pero no se necesita cambiar la constitución para es, ya la ley estatutaria 270 de 1996 consagra esos postulados fundamentales, incluso los lleva a otros niveles cuando consagra que se puede tomar en equidad y no en derecho en algunos particulares casos. Ademas, nuestra constitución permite modelos alternativos de justicia y que los particulares puedan ejercer esa función transitoriamente.
La verdad, que es un concepto complejo y de amplio estudio en el derecho junto con la 'duda'; desde la época de los grandes procesalistas italianos del siglo XX, ha sido el fin de los procesos judiciales ; una cosa es que acá por X o Y razón no se materialice, pero en todo caso no hay que cambiar la constitución para eso. (Luego haré una publicación sobre la verdad y la duda en la justicia).
Por otro lado, se comenta que la Constituyente busca garantizar el agua, la salud y la educación; nuevamente, no se requiere cambio en la constitución para ello; hay suficiente marco legal para consolidar estos derechos. Como ejemplo: la Corte Constitucional emitió unas órdenes para el tema del agua potable en la Guajira, totalmente lograble por parte de las autoridades, pero es la hora y no se cumplen.
La Constitución actual es materializable con los 400 billones de pesos disponibles del presupuesto nacional y las múltiples sentencias de la Corte Constitucional, la cual expandió la interpretación de la Constitución a niveles superiores a los que el Constituyente primario se imaginó. Solo piense en la sociedad de 1991 aprobando el aborto, la eutanasia y el matrimonio igualitario, una quimera; sin embargo, la Corte Constitucional (no ningún político de la época) haciendo hermenéutica de nuestros principios como Estado, garantizó los derechos que nadie antes había garantizado, y no se necesitó ninguna reforma a la constitución para tremendo cambio de paradigma.
La gente en las regiones requiere inversiones PRONTAS, no mensajes gaseosos y procesos constituyentes que nos pueden llevar a dar un salto al vacío.
Entiendo y comprendo el deseo de cambio de todos nosotros, pero este es el primer Gobierno progresista de nuestra historia, no lleva ni 2 años. Las fuerzas progresistas deben concentrarse en conformar un partido único, democrático, descentralizado, justo, con enfoques transversales y construir un proyecto de país plural para ponerlo como alternativa al 'outsider libertario' que de seguro querrá montará la oligarquía nacional.
En estos momentos de incertidumbre sobre el reemplazo de Gustavo Petro, y el que incluso suena su reelección; tenemos que apegarnos más a nuestros principios democráticos y pensar en una transferencia de poder pacífica, responsable y razonable para 2026.
No más locuras, no más experimentos democráticos. ¡Por la Constitución de 1991, ni un paso atrás!