He estado mucho tiempo por escribir esto, hoy la gota ha rebasado el vaso. Hoy (no importa el día, la verdad) salí como siempre a comprar algo para el almuerzo, tenía pensando hacer unas lentejas con arroz y carne asada, nada fuera de lo común. Al salir del conjunto cerrado noté que en la portería uno de los vigilantes le indicaba a un residente que por culpa de no haber pagado sus cuotas de administración y/o parqueadero no podía sacar el carro del conjunto hasta que llegara un acuerdo con la administración. Situación que a mí no me importó, no es la primera persona a la que se le retiene el carro por incumplimiento de las cuotas.
Llegué a la placita que queda cerca de mi casa, compré media libra de punta de falda, una cebolla cabezona y dos tomates. Caminé unas cuadras más y le añadí a la canasta una libra de lentejas que compré en un supermercado. De vuelta al apartamento, iba pensando en las actitudes negativas que ha tenido mi familia sobre mí y no era capaz de entender mis actitudes para tal consecuencia. Doblé la esquina para entrar al conjunto cerrado y vaya sorpresa, un joven, de unos 27 años, se encontraba con la cara en el pavimento y con una rodilla policial en su nuca. Totalmente puesto bajo sumisión.
No le pregunté nada a nadie, solo escuché a los demás vecinos decir que se le lanzó a “cascarle” al vigilante porque no lo dejó salir. Sí, solo por cumplir una orden. Alguien lanzó al aire la preposición “¿cómo puede alguien ser tan violento?”, una pregunta tan clichuda que ya da hasta mamera reflexionar en torno a ella.
Mientras subía las escaleras hacia mi vivienda, reflexioné un instante sobre por qué el ser humano promedio (colombiano promedio, en este caso) es tan violento, altanero, engreído y hasta arrogante sin razón justificada. Cuando preparaba el guiso para las lentejas recordaba cada situación en la que yo había sido violento, altanero, engreído y arrogante sin razón alguna.
Se me vino a la cabeza un episodio dos días antes: realicé un trueque con un amigo, yo le di un colchón viejo y el me regaló una cama (bastante lógico el trueque). Con esa cama nueva, pude deshacerme de una vieja cama sencilla que tenía para invitados, propietaria del viejo colchón ya mencionado. Al momento de sacar las tablas al contenedor de basura del conjunto, un celador me pegó un grito diciéndome que esas tablas no las podía dejar ahí, que debía sacarlas afuera del conjunto o llamar a no sé quién para que las recogiera. Debo ser sincero, estuve a punto de decirle “pues que venga y las saque su madre”. Un madrazo totalmente innecesario.
También, hace unos 2 meses fui invitado a una conferencia, un par de horas de antes me encontré con algunos amigos para llegar todos juntos, elegantes y en Uber. Una vez finalizado el evento, tuve que devolverme solo a mi casa, por lo cual opté por la opción más económica y tomé un bus por toda la 30 (NQS). El bus iba parcialmente lleno, siempre tengo la costumbre de irme hacia la parte de atrás para ganar un puesto rápido y no incomodar a la gente que se vaya subiendo. No llevaba mucho el recorrido, cuando un señor de contextura gruesa se pretendía bajar, pero por lo lleno no era tan fácil, era obvio que tenía que forzar su salida. El tipo empezó a codearme y a decirme que me quitara, yo fui coherente con la pinta que llevaba y me hice a un lado sin chistar. Para el tipo no fue suficiente sigo insistente y una vez se bajó del bus me lanzó un madrazo, a lo que yo respondí con toda la ironía del caso “gracias por sus deseos, Dios lo bendiga”. Me gané un madrazo sin justificación.
Y así recordé no menos de 20 casos de violencia, arrogancia, altanería y arrogancia en los que me vi involucrado. ¿En verdad es necesaria tanta reflexión sobre el asunto, o tanto estudio sobre el mismo?
Muchos dicen es que los colombianos somos violentos por naturaleza y que el ser humano tiene el sentido de autodestruirse. Otros que seamos tolerantes con el prójimo, que dejar salir primero es entrar más rápido, que no hagamos lo que no nos gustaría que nos hicieran,estamos en proceso de paz, la paz empieza desde la casa, etc.
Les tengo una noticia: el colombiano promedio es una mala persona, no le basta con su tal proceso de paz, con la tolerancia, con todo lo que se inventan y han sabido crear; el colombiano fue, es y siempre será violento, altanero, engreído y arrogante sin razón justificada. Siempre, a donde vayas, vas a encontrar a un colombiano “rabón” con la vida, que quiere desahogarse con lo primero que se le cruce. Todos tienen la culpa de mis problemas, además de la cláusula de que el gobierno no me nada gratis, entonces yo le tiro a lo que sea. Si me mira mal se ha ganado un enemigo; si chismea sobre mí se ha ganado un enemigo; si no me agrada su forma de reírse se ha ganado un enemigo; si no habla como yo se ha ganado un enemigo; si no escucha la música que yo escucho se ha ganado un enemigo; si no es del mismo sitio donde nací simple se ha ganado un enemigo más.
La culpa no es de nadie, aunque fácilmente podríamos achacársela a las Farc, al gobierno, los españoles colonizadores o a los medios de comunicación. De hecho, hace poco vimos como un jugador de fútbol dejó en ridículo a un país haciendo muecas infantiles a un coreano. Igualmente, cómo desde hace unos meses los políticos casi se matan por Twitter. También, cómo hace unos años un presentador gringo se equivocó al leer un veredicto de Miss Universo y media Colombia casi lo acaba por redes sociales y qué decir del pobre Soner Ertek, aquel francés que lesionó a Radamel Falcao.
Los colombianos no deberíamos sentirnos orgullosos y sacar pecho de ser violentos, es una vergüenza ante todo el mundo. Como dicen por ahí: "No niego ser colombiano, pero tampoco me siento orgulloso de serlo".