Lo que está pasando en este instante, en el anterior y en el siguiente en Palestina, con una incertidumbre total acerca de si terminará algún día, genera no sólo sentimientos encontrados, sino interrogantes profundos en torno a los principios legales y morales de que tanto se ufana el llamado mundo democrático y libre, arrollados completamente por los intereses económicos y políticos de una élite corporativa privilegiada y perversa.
Lo primero que salta al corazón tras contemplar los bombardeos implacables y la brutalidad del ejército israelí contra la comunidad palestina, son la compasión y la tristeza por la irracionalidad con la que se aniquilan las vidas de cientos, de miles, de decenas de miles de mujeres, hombres y niños de un pueblo al que se obliga, además, a recoger sus pocas posesiones para huir precipitadamente hacia lugares y destinos absolutamente inciertos.
Duelen en el alma los cuerpos despedazados, los vientres abiertos, las cabezas machacadas, las mujeres y los hombres llorando desconsoladamente, las ruinas de la hermosa ciudad de Gaza, hoy convertida en montones de polvo y escombros, la gente que se arrastra angustiada en busca de un trozo de comida o un poco de agua para llevar a sus familias hambrientas, los infantes temblando de horror ante la embestida infernal.
Luego viene la indignación. ¿Cómo es que está sucediendo eso a la vista de todos? ¿Qué es lo que pasa que nadie puede detenerlo? ¿Cómo es posible que un primer ministro, por la televisión y las redes, se ufane de lo hecho y anuncie impunemente mayores calamidades? ¿Y que ese espectáculo infame sea apoyado por todo su gobierno, su parlamento, y que es peor aún, por la inmensa mayoría de los israelíes que lo aplauden?
Todavía más, ¿cómo es que gobiernos como el alemán y el italiano se oponen rotundamente a cualquier tipo de condena por semejante salvajismo? Y lo que es peor, ¿que el señor secretario de estado de los Estados Unidos, Marcos Rubio, viaje a Israel, a expresar el respaldo total del gobierno de los Estados Unidos al horrendo exterminio? ¿Que Trump planee construir un Palestina Resort sobre los escombros y cadáveres de ese pueblo?
No todo pueden ser preguntas sin respuestas, la parte decente de la humanidad tiene que asumir sus propias conclusiones. Los monstruosos criminales alegan que todo se debe a que un grupo terrorista palestino llamado Hamas, agredió en forma despiadada a la comunidad de Israel, mientras celebraba alguna festividad, el día 7 de octubre de 2023. Y argumenta que se cobró centenares de vidas inocentes, aparte de secuestrar a varias decenas.
Pues bien, aún asumiendo que todo fuera como lo aseguran los israelíes, expertos en propaganda masiva de difamación, eso no puede justificar la desproporción de la respuesta. Reaccionar al terror con una avalancha terrorífica miles de veces más canalla, solamente demuestra que quien responde es mucho más malvado que quien atacó primero. No estamos hablando de bestias sanguinarias, sino de seres humanos con conciencia que algunos mínimos debieran respetar.
Israel despierta un pensamiento que, por difícil que resulte admitirlo, no deja de ser obvio. Alguien que actúa de un modo tan cruel, sin el menor remordimiento, seguramente fue muy capaz de ofender de tal modo al otro como para inspirarlo a actuar como lo hizo. La historia de la presencia israelí en Palestina, que puede remontarse a un siglo o más atrás, está llena de episodios de violencia y horror contra los pobladores naturales de ese territorio.
Se trata de un problema distinto, de una elite dominada por una idea de supremacía racial, que se considera superior a todo el género humano
Es claro que el problema no es Gaza, ni siquiera Hamás, se trata de un problema distinto, de una elite dominada por una idea de supremacía racial, que se considera superior a todo el género humano, porque Dios lo determinó hace tres mil años, además de que, por la voluntad de ese Dios, tiene el pleno derecho a aplastar naciones y pueblos enteros, destinados además a ser sus esclavos. Es la idea central del sionismo, la ideología que inspira a Israel.
Esa élite, agrupada en poderosas corporaciones financieras como Black Rock, Bloomberg, Rothschild y Soros, a cuya cabeza brillan destacados judíos jázaros, con un poder desproporcionado, controla los parlamentos norteamericanos y a sus presidentes, así como a los más importantes gobiernos europeos, hasta el punto de atarlos al genocidio en Palestina e impedirles alguna reacción. No la van a tener, además, están poseídos por el ideal sionista.
Responderían sin dudar con su poder armado y nuclear a favor de Israel si alguna otra potencia intentara intervenir. Es por eso que la única vía posible para detener esa máquina criminal es la movilización indignada de los pueblos, incluso contra la voluntad de sus gobiernos. Es lo que por fortuna estamos viendo surgir por todas partes. Sólo la humanidad en pie de lucha podrá salvarse a sí misma del destino miserable a la que la tienen condenada esos amos.
Del mismo autor: La significación real del reciente fallo de la JEP
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