Si para Carl von Clausewitz “la guerra es el reino de la incertidumbre” podría decirse que debido la filtración del plan de paz de 28 elaborado por la administración estadounidense, la guerra en Ucrania ha alcanzado cotas de incertidumbre nunca antes vistas. Dicho plan de producido un autentico terremoto en dirigencia tanto de Alemania, Francia y Gran Bretaña como en la de la Unión Europea. Para ellas el plan es inaceptable porque supone reconocer la incorporación a la Federación rusa de los oblast ruso parlantes de Donetsk y Lugansk y el aplazamiento sine die de la incorporación de Ucrania a la OTAN, las dos principales exigencias del gobierno de Vladimir Putin. Por lo que se apresuraron a reunirse con Zelensky en Ginebra para rechazar el plan y elaborar una contrapropuesta de 18 puntos que excluye esas concesiones y reivindica tanto la integridad territorial de Ucrania como su derecho inalienable a incorporarse a la OTAN. E hicieron más. Voceros oficiales y oficiosos alemanes, franceses y británicos, secundaron ese rechazo y repitieron lo que ya venían diciendo: la guerra con Rusia es inevitable.
Eso sí, discreparon sobre la fecha. El año 2030, la fecha inicialmente propuesta, fue adelantada para el 28 y los más audaces la adelantaron para el 27. El general Fabien Mandon, jefe del Estado Mayor del Ejército francés, hablando ante la tradicional reunión anual de los alcaldes de su país, realizo un análisis sombrío de la actual coyuntura política mundial y afirmó que Francia debe estar dispuesta a “perder a nuestros hijos” para “proteger lo que somos”. Y el fin de semana pasada el almirante italiano Cavo Dragone, quién actualmente dirige las operaciones militares de la OTAN, declaró al Financial Times que, dadas las actividades de “guerra hibrida de Rusia”, había que abandonar “el enfoque reactivo” y sustituirlo por uno “proactivo”. Y concluyó que en “un ataque preventivo” a Rusia, “es en lo que estamos pensando”. Cierto, lo están pensando, pero lo harán ¿a sabiendas de que la respuesta rusa será tan demoledora que reduciría a escombros radiactivos al Viejo continente?
A estas declaraciones hay que sumar las decisiones de los gobiernos belga y alemán, de reintroducir el servicio militar obligatorio de forma apenas encubierta. Invitan a los jóvenes de ambos países a vincularse voluntariamente a las fuerzas armadas para tener la oportunidad de incorporarse a las mismas y obtener un buen salario y acceder a formación profesional. Obviamente dicha vinculación podría convertirse en obligatoria en caso de que se declare la guerra a Rusia. ¿Aceptaran o no dichos jóvenes este llamamiento? ¿Estarán dispuestos a matar y a morir por Ucrania?
Hay que sumar igualmente los numerosos comentarios en los medios hegemónicos occidentales que equiparan la actual coyuntura política europea con la coyuntura de 1938, cuando, en la tristemente célebre Conferencia de Munich, Gran Bretaña, Francia e Italia, acordaron cederle a Alemania los sudetes, las provincias germano parlantes de la recién creada república de Checoeslovaquia. Esa concesión no trajo la paz a Europa, como proclamó Neville Chamberlain, el primer ministro británico, cuando regreso a Londres, sino que estimuló los planes de guerra de Adolf Hitler que desencadenaron la Segunda Guerra Mundial. Putin es el Hitler de nuestro tiempo y Trump es el equivalente de Chamberlain, dispuesto a entregarle a Putin las regiones ruso parlantes de Ucrania para apaciguarlo. Si lo hace no hará más que alimentar las ambiciones expansionistas de Putin, cuyo objetivo final es apoderarse de toda Europa. De los Urales a Lisboa. ¿En realidad eso es lo que quiere Rusia, el país mas extenso del planeta y uno con las más bajas densidades demográficas?
Esta identificación de 2025 con 1938 es aceptada sin apenas reparo por quienes desde años atrás han hecho suya la interpretación liberal de los conflictos que marcan actualmente la escena mundial. Para los liberales de todos los medios y de todas las nomenclaturas políticas, asistimos o nos enfrentamos a una lucha titánica entre la democracia y la autocracia, entre gobiernos libremente elegidos por el pueblo y gobiernos presididos por Putin, Xi Jinping, King Jong-un, Trump y desde luego el presidente Maduro. Pero de verdad ¿es posible identificar 1938 con 2015? Aún más: ¿es posible que la historia se repita?
Hay que reconocer sin embargo que esta es una interpretación muy tranquilizadora, que deja en paz nuestra conciencia, aunque riña con algunos hechos tan abultados como que Trump haya convertido desde su primer mandado la política de “contención” de la China dirigida por Xi, en la pieza clave de su estrategia política internacional. Y que sea el mismo Trump quien ha ordenado la campaña de acoso y probable invasión militar de la Venezuela presidida por el presidente Nicolás Maduro. En fin, no hay que permitir que la realidad estropee un buen reportaje, como afirmó cínicamente un ganador del premio Pulitzer de periodismo. Además: ¿Cuál es el asalariado o el trabajador extenuado por una agotadora jornada laboral, con tiempo y ganas de informarse más allá de la “información” que ofrecen los impactantes titulares de los resúmenes informativos de la radio y la televisión? El ser social determina la conciencia, como dejó escrito el filósofo de Trevis.
La suma de todos estos interrogantes arroja un extraordinario grado de incertidumbre sobre la reunión de hoy en Moscú del presidente Putin con Steve Witkoff, el enviado especial del presidente Trump (¡para el Medio Oriente!). Por no saberse no se sabe a ciencia cual es el plan de paz que discutirían, si el plan de paz de 28 puntos ya mencionado o el plan de paz de 18 puntos - ¿o son 14 o 12? – acordados en la pasada reunión en Ginebra de Zelenzki con los lideres europeos de la OTAN. Y nadie puede asegurar cual va a ser el resultado de esta reunión, porque nadie esta ahora mismo en capacidad de pronosticar con absoluta certeza cual va a ser dicho resultado. Es cierto que el plan de paz de 28 puntos incluye los puntos antes mencionados, que satisfacen las exigencias rusas. Pero también lo es que contiene puntos de muy difícil aceptación por Rusia. Me refiero en primer lugar a la decisión de dejar fuera del reconocimiento oficial de las provincias hoy ocupadas por el ejército ruso a Jerzón y a Zaporiyia, que legalmente ya forman parte de la Federación rusa.
De entrada, es muy difícil que Putin acepte estos puntos
En segundo lugar, me refiero a la creación de un fondo para la reconstrucción de Ucrania, formado con 100.000 millones de dólares tomados de los 300.000 millones que valen los activos rusos actualmente embargados por los bancos occidentales, que sería administrado por Estados Unidos y Rusia, que se repartirían los eventuales beneficios obtenidos por dicha reconstrucción. De entrada, es muy difícil que Putin acepte estos puntos. Como es muy difícil que acepte que, al finalizar la guerra, Ucrania pueda contar con un ejército de 600.000 hombres. En los acuerdos de Minsk I y Minsk II los rusos aceptaron la existencia de un ejercito de 85.000 efectivos. Y hoy mismo, las fuerzas armadas de Gran Bretaña, Francia y Alemania, suman apenas medio millón de efectivos. ¿Pero estaría dispuesta Putin a ceder en estos puntos a cambio de un levantamiento inmediato de las sanciones y de un restablecimiento de unas relaciones normales con Estados Unidos, que incluya la renegociación de los tratados de limitación de armas nucleares rotos por sucesivos gobiernos estadounidenses? No hay que olvidar que la decisión de Trump de reanudar las pruebas nucleares amenaza con iniciar una nueva carrera nuclear en todos los escenarios posibles, incluido el espacial.
Pero si se Putin se mantiene en sus treces, da por cerrado el frente diplomático y confía en que “la guerra de Ucrania va a resolverse en el campo de batalla”, como pronostica el conocido analista geopolítico estadounidense John Mearsheimer, ¿cómo va a responder Trump? La carta de las sanciones está prácticamente agotada, porque nunca antes en la historia moderna un país ha sido tan sancionada en tiempo de paz como lo está hoy la Federación rusa. Ni siquiera la Unión Soviética lo estuvo. ¿Dara marcha atrás al repliegue de las fuerzas armadas estadounidenses del este de Europa? ¿Las involucrara en el conflicto mas de lo que ha estado nunca? ¿Estará dispuesto a poner Boots on the ground? ¿O Trump se limitará a declarar que ha hecho todo lo posible por poner fin a un conflicto, “que no habría sucedido si él hubiera estado al mando”, por lo que deja en manos de los países europeos de la OTAN la tarea de poner fin al mismo?
Yo creo que esto último es lo que va a suceder, pero no estoy seguro de que así sea.
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