Puede uno decirse las mentiras que a bien tenga, pero definitivamente no está sano en su ADN un país en donde el autodenominado “huellero” bien cargado de tinta, haga parte del mobiliario familiar indispensable para lograr ser y existir.
Se cree por momentos que sí, que esto como dicen los lemas comerciales vive ya en el futuro, pero pronto algo se desploma, pronto hay que volver en sí. No es para menos: un país en donde el alcalde de una capital de diez millones de habitantes se toma fotos de poster con el primer vagón del metro, una sociedad en la que todavía abundan las declaraciones extra-juicio, las juramentadas, los certificados de supervivencia, las tres huellas del índice derecho, la cédula ampliada al 150 %, las copias de la certificación, la copia de la copia, el papel amarillo, los documentos con fecha no anterior a treinta días; el paz y salvo, las apostillas, y todo ese mundo de reciclada basura para conseguir trabajar, viajar, vivir, pagar impuestos, o incluso algún día morirse, porque, ya se sabe, siempre hay tiempo para pagar y morir.
Y todo eso dicho por el tramitador de turno en un diminutivo mordaz: colabóreme amigo con la copiecita, la facturita, la huellita del pulgar, la certificacioncita legible; se agradece el pago en suelto, pero es que por eso le digo, solo se recibe tarjeta por pagos superiores a 10.000.
Así están las cosas. Este así no es mucho más que un sitio fúnebre de notarios, de tramitadores, de agentes intermediarios, de “colaboradores”; un lugar en donde cada vendedor de bisuterías te recibe con un “en qué lo puedo asesorar”; donde te dan una llave pegada a un palo de escoba para entrar al baño o te cobran 500 pesos para lo mismo (en suelto, eso sí) en el centro comercial; un país de cafeterías con sillas amarradas con cadenas, donde ves el maravilloso espectáculo de un esfero protegido de robos con una pita en el banco multimillonario; un territorio de mototaxis, de bicitaxis, un lugar de gente VIP y gente nada en el que siempre hay un enorme letrero que dice prohibido colarse, usted está siendo vigilado, detección electrónica.
La fórmula efectiva en la que alguien se enriquece y alguien pierde, es que naces siendo sospechoso
Porque la fórmula efectiva en la que alguien se enriquece y alguien pierde, es que naces siendo sospechoso. Aquí se parte, sobre todo si de cosas y trámites públicos se trata, de que nadie te cree, tienes que probar, certificar, jurar, firmar, reconocer la firma, fotocopiar, autenticar, y siempre, eso sí, pagar.
Qué se le va a hacer. Los políticos legislan para que los notarios, los tramitadores, los intermediarios, los certificadores, los revisores, los inspectores y toda esa gama enorme y mísera de ores tengan trabajo; los notarios y todos los …ores mantienen y pagan a su vez a los políticos. Debes saber que los tres celadores del edificio trabajan para una compañía de seguridad que pertenece a un exmilitar al que le conviene que haya inseguridad; y las leyes hechas a la medida, exigen que así sea, que cada edificio tenga al menos tres celadores. Es una cadena, un andamiaje que termina en el mismo lugar sin límites.
Y sí, es cierto, tienen razón los optimistas, la gente positiva, los que suelen decir como una máxima religiosa “es que yo prefiero soluciones más que problemas”, también hay cosas sensacionales. Pero estas, estas vísceras de un país que luce habitando a veces una era premoderna, no pueden taparse, a diferencia de lo que sí puede hacerse con el sol, con un dedo.
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