Semillas de cambio, un libro imprescindible

Semillas de cambio, un libro imprescindible

Los nariñenses tenemos la obligación de trasplantar esas semillas en nuestro corazones, manos y acciones para resurgir una raza caracterizada por su hidalguía

Por: Pablo Emilio Obando A.
noviembre 27, 2021
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Semillas de cambio, un libro imprescindible
Foto: Pixabay

Recibí, hace algunos meses ya, un libro de mi dilecto amigo Eduardo Romo Rosero, exconcejal y exalcalde del municipio de Pasto, exgobernador del departamento de Nariño y exsenador de la república. Abogado litigante, empresario, escritor. Hombre consagrado al estudio y un analista de nuestra realidad económico social.

Acompaña su texto con una sentida carta que, con la benevolencia de mis lectores, me permito compartir en algunos de sus apartes. Comienza expresando su sentir sobre el arte y oficio de escribir: “No existe en la vida un valor y satisfacción más grande que escribir un libro. Dejar impreso en un texto para la historia personal la huella, el rastro profundo de las ideas, dibujados el espíritu y el pensamiento en unas líneas que lo dicen todo. Es casi sublime, es el producto de la inspiración de los dioses según la versión de los filósofos griegos. Es la luz que ilumina y trasciende en el camino del ser humano”.

Nada más cierto, expresado en cortas y sentidas palabras, quizá entendibles y audibles para esos espíritus que no descansan en su intento de una existencia grata y buena y de una paz que cobije a todos los hombres por igual. Más adelante y merced a esa buena voluntad que lo caracteriza expresa unas generosas palabras sobre mi misión de escribano de lo cotidiano: “El Señor nuestro Dios le ha regalado a usted muchas virtudes, entre ellas la de la sabiduría, una existencia llena de atributos, de estudio, dedicación y de consagración admirables. Su eterna vocación a la ciencia, la literatura y la disciplina humana”.

Con la seguridad que le permite el haber sido amigo de mi padre se permite expresar que “Usted honra con su producción literaria, la memoria de su padre don Nelson Ovidio Obando Hernández y su querida madrecita, que desde el cielo nos sonríen como ángeles guardianes, creando inspiración a tan ilustre escritor”. Y reafirma esa bella amistad con sus palabras colmadas de sentimiento y nostalgia: “Tuve el honor de ser amigo de sus padres y conocer de cerca el señorío, la preparación intelectual, la finura en sus modales, la exquisita personalidad, su integridad moral y ética y de verdad que guardo en mi corazón grato recuerdo de tan valiosa amistad…”.

Como es grato recuerdo su indeleble acto cuando ejerció como alcalde del municipio de Pasto. Corría el año de 1990 y por esas cosas de la vida las circunstancias políticas adversas me obligaron a viajar a la capital de la república en busca de trabajo. La amistad con algunos paisanos y coterráneos me brindó la oportunidad de laborar en la Contraloría General de la Republica.

Para un provinciano como yo, acostumbrado a los afectos y los buenos amigos, no fue fácil adaptarse a los cambios que la situación obligaba. Pero había que ganarse la vida. Para nadie era un secreto que mis inquietudes literarias estaban íntimamente ligadas con mi ciudad, con ese Valle de Atriz, con sus calles y sus personajes. Así lo dejé entrever una y otra vez en mis escritos y fue gracias a ellos que pude “repatriarme” a este Pasto que se nos clavó en el corazón como una rosa perfumada y buena.

En una noche capitalina suena el teléfono y recibo la llamada del alcalde de Pasto, Eduardo Romo Rosero, me comenta sobre uno de mis escritos, me felicita y me ofrece el cargo de director de una institución educativa. Sin dudarlo acepto el honroso trabajo y a los pocos días estoy nuevamente en Pasto. Sobra decir que mucho le debo a este dilecto amigo que con su generosidad, gentileza y don de gentes me permitió volver a mi ciudad para dedicarme a esas inquietudes literarias y culturales que se han constituido en el centro de la existencia.

Volviendo al tema central de este ctexto quiero referirme al texto Semillas de cambio, de Eduardo Romo Rosero por cuanto su lectura me permitió una serie larga de reflexiones que me permito recomendar a nuestros gobernantes, líderes cívicos y gremiales, directores y gerentes, empresarios, estudiantes y personas comprometidas con el desarrollo y progreso de nuestra región. Es un Manual de ética y gobierno que nos lleva a una serie de pensamientos e interrogantes facilitándonos caminos de concordia y dinamismo, un texto que debe constituirse en un obligado referente para quienes se desempeñan en cargos de responsabilidad social.

Su larga experiencia administrativa y empresarial le permiten formular una serie de sugerencias de Buen Gobierno que paulatinamente deben implementarse en nuestro municipio y departamento. Sus disquisiciones nos permiten ver a un hombre maduro que ha recogido generosamente los frutos de una cosecha para entregarlos renovados y sanos a su gente y a sus gobernantes. Su prolífica vida y su gran compromiso con su ciudad y departamento le han permitido conocer aspectos que hoy los traduce y entrega en unas breves crónicas que para beneplácito general se pueden consultar en su texto Semillas de cambio.

Los nariñenses tenemos la obligación ética y moral de trasplantar esas semillas en nuestro corazones, manos y acciones que permitan el resurgimiento de una raza que se caracterizó por su hidalguía, su lucha, su compromiso y su bravío espíritu que no se amilanaba ni siquiera ante la misma derrota.

Debemos iniciar una gran cruzada contra ese mal que nos lastima y carcome y que, desafortunadamente, ya hizo metástasis en todas las esferas sociales y gubernativas, ese cáncer social que es la corrupción y que nos debe impulsar a organizar una gran movimiento para alcanzar una aplastante victoria que nos permita salir de este atolladero en que nos encontramos. Y eso únicamente será posible, como lo sentencia y manifiesta el texto Semillas de cambio mediante un compromiso familiar que trascienda esferas educativas y académicas. No existe otro camino ni otro inicio.

Su voz es la voz de todas las personas sensatas y a quienes les duele la contemplación de una sociedad arrollada por actos de inmoralidad manifiesta y que hoy ya son actos cotidianos y aceptados socialmente.

La gran riqueza debe labrarse en las mentes brillantes, en seres que sienten como propio el dolor ajeno y se conduelen del necesitado y menesteroso. Cada letra y palabra es una invitación a retomar los postulados humanistas que hoy ya son simplemente un enunciado sin sentido alguno.

Esa carrera desbordada y desbocada por el éxito social y económico se ha constituido en un verdadero frenesí de pasiones donde es más quien más tiene y roba, aquel que sin importar las argucias que utilice llega al poder para saciar sus bajos instintos de fiera asesina y bastarda que nada le complace. Que falta nos hacia un texto así, que con serenidad y cultura nos permite abordar temas y tópicos vedados por los cultores de la ganancia fácil y simple.

Estamos, quizá, ante un nuevo Renacimiento espiritual de quienes ya se sienten fatigados y humillados ante los valores imperantes. Somos testigos de un parto que se anuncia en cada palabra, pensamiento y coma de textos como el que hoy nos ocupa y que celebramos su lectura. Ya nada puede seguir igual, la resistencia empieza a formarse en la serenidad del carácter, en la sensibilidad de unos corazones que imploran un cese de tanta afrenta contra los hombres.

Vivimos la era de unas Semillas de cambio donde todo parece estar perdido. Pero que echa raíces sobre una tierra abonada para resistir los huracanes que seguramente se avecinan. Es en esos mansos que menciona en una de sus crónicas, pacíficos y valientes, que emergerá la tempestad.

El bien siempre ha vencido al mal y se ha constituido en una bitácora que guía los pasos de culturas y sociedades, de esos hombres que se atreven a sembrar en el viento y que son capaces de cosechar en las tempestades aun a costa de su propia tranquilidad y prosperidad. Hombres buenos que no les tiembla el espíritu para generar inquietudes entre los vencidos y humillados, esa semilla que guarda en sí la verdadera significación de la existencia.

Meritorio el texto de Eduardo Romo Rosero por inspirarnos a creer y pensar en una nueva y renovada realidad.

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