Pozzetto: el soldado que mató a Campo Elías, el asesino en serie

El soldado que mató a Campo Elías, el asesino de Pozzetto

Pozzetto fue el lugar elegido por Campo Elías, un exmilitar que mató a 29 personas, incluyendo a su madre. Algunos dicen que se suicidó; otros, que fue abatido

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mayo 01, 2024
El soldado que mató a Campo Elías, el asesino de Pozzetto

La noche del 4 de diciembre de 1986, por ocurrido en en restaurante Pozzetto, Bogotá se sacudió.

Campo Elías Delgado había acudido al restaurante al que solía ir los domingos desde tiempo atrás. El mesero lo reconoció de inmediato, aunque no pudo evitar la extrañeza de verlo cenar su plato favorito: pasta y vino, en un día normal.

Mientras apropiaba con gusto cada una de las cucharadas, parecía rumiar su paso por el Ejército de los Estados Unidos, durante la guerra de Vietnam, que lo llevó a portar una boina verde, y que en Bogotá le sirvió para dar clases de inglés particulares.

Su catastrófica hazaña había empezado el día anterior, el 3 de diciembre, cuando llevado al límite por su madre, la había asesinado con un arma blanca, aunque algún vecino chismoso dijo haber escuchado un disparo en la noche.

Su relación se sostenía entre la bruma y la oscuridad, donde el odio y el rencor era la piel exterior, acompañándose de maltrato físico y psicológico, cuya depositaria final era su madre; lo que hacía presumir que guardaba cierta aversión a las mujeres, a las que trataba con distancia.

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Esa mañana, muy temprano, salió de su apartamento, se aseó meticulosamente, llevándolo al extremo, secándose tras la ducha con papel higiénico, pues lo exasperaba hacerlo con una toalla normal.

Saltó por sobre el cuerpo de su madre desparramado en el piso, y se dirigió al norte de la ciudad donde lo esperaba, Nohora y su hija, Claudia Marcela, de 15 años, a quien le impartía clases de inglés.

Minutos después se encontraba abalanzado sobre el cuerpo de Nohora, destrozándola con su aguda arma. Luego corrió tras la niña a la que encontró oculta en un baño, sin que ella tampoco pudiera evitar su cita con la tragedia.

Antes de medio día ingresó a la Universidad Javeriana buscando a su compañero de estudios Mario Mendoza (ahora escritor), pero no lo halló; entonces con cierta decepción regresó a su apartamento en las horas de la tarde, donde se acompañaría por un buen rato del cuerpo inanimado de su madre.

Para cuando las sombras de la noche, vencían a los últimos rayos de sol, decidió encender un pequeño mechón de tela para incinerar a su progenitora, y lo arrojó con furia sobre ella. Nuevamente se aseó al extremo, y tomo su revolver, con muchas municiones del calibre 32.

Al abandonar su residencia en Chapinero, algunas vecinas se alarmaron al notar como se escabullía el humo por las hendijas, y aunque trató de disimular, la mujer tendida contra el piso lo puso en evidencia. Las cinco mujeres que manifestaron su reproche, fueron ultimadas una tras otra, como si fuera una secuencia de dominó; el tipo era demasiado certero.

Ya era de noche en el restaurante Pozzetto y disfrutaba su comida favorita, aunque era extraño verlo beber más de la cuenta; parecía regocijarse con este momento. Tras esa copa final, recargó su revólver, y ya no le importó el sexo de sus víctimas, veinte comensales sucumbieron al impacto de las balas.

Mientras se perpetraba esa danza de horror, frente al restaurante, se encontraban unos imberbes soldados que custodiaban el dispensario del Ejército, prestando guardia nocturna, quienes, alarmados, reaccionaron al escalofriante escenario; parecía que el mensaje miliciano les había calado, mientras los demás en las afueras huían.

Con su fusil G3 en mano, el joven militar alcanzó a ver al asesino saltando a otra mesa para continuar con su macabro plan, pero esta vez, una ráfaga lo detuvo, ya eran suficiente veinte víctimas por esa noche.

El ignoto soldado, al que hemos conocido de siempre como “Mono Paz”, fue recibido como un héroe por sus superiores, aunque a los pocos días, otras autoridades se vanagloriaron del hecho y se olvidaron que gracias al arrojo de este chico, casi un niño, se había podido contener esta estampida de muerte.

Años después, Mendoza sostuvo que la tesis que aquel realizaba sobre el libro El extraño caso del doctor Jekill y el señor Hyde, era la clave para descifrar su comportamiento criminal.

No fue Vietnam, sino la sociedad con su clima insano, malvado, perverso, lo que hizo estallar al asesino de 52 años...

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