Plebiscito en familia
Opinión

Plebiscito en familia

Con la frente en alto, con emoción profunda, con sentido de la historia, con una gran inyección de esperanza, marcaré el Sí y, sonriendo, depositaré mi tarjetón

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octubre 02, 2016
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Cuando se “cuelgue” esta columna en Las2 Orillas, el domingo 2 de octubre, estaremos iniciando uno de los días más importantes de nuestra historia republicana reciente.  Lo digo sin ambages porque a la jornada electoral que viviremos y al proceso que le precedió se le puede asignar sin problema el título de “histórico”.

Es la primera vez en nuestra historia que vamos a las urnas para acabar un conflicto armado.  Es la primera vez en la historia que conocemos la totalidad de los puntos negociados y acordados en un proceso de paz.  Es la primera vez en la historia que un proceso de paz recibe tanto acompañamiento, apoyo y veeduría de las naciones y de las instituciones internacionales (políticas, judiciales y humanitarias).  Es la primera vez en la historia que las víctimas desempeñan un papel central tanto en el proceso de finalización del conflicto, como en los retos de la construcción de paz posterior.  Es la primera vez en la historia que los militares y policías, protagonistas centrales de la Colombia de los últimos 50 años como víctimas e incluso victimarios, se sientan en la mesa como negociadores plenipotenciarios.  Es la primera vez que los empresarios, primero con el presidente de la Asociación Nacional de Industriales —Andi— y luego con el expresidente de uno de los grupos económicos más poderosos del país, negocian el fin de un conflicto armado con una guerrilla.

Aprovechando esa racha consistente de “primeras veces” yo voy a tener una jornada electoral muy especial.  Después de una década de elecciones como candidato, coordinador de zona, gerente político de campaña o secretario de Gobierno voy a estar todo el día con mi familia.  Acompañaré a mi hijastra mayor a ejercer por primera vez en su vida el derecho a votar.  ¡Inolvidable! ¡Envidiable! Mi primera vez fue un voto en blanco en las presidenciales de 1994.  Acertado, pero deprimente.  Juanita marcará un voto histórico cuyas consecuencias van a trascender el actual gobierno y de lejos, y por mucho, los apellidos enfrentados.  He presenciado, en nueve años de vida compartida, cómo ella y su hermana menor pasaron de niñas a mujeres analíticas, autónomas y, sobretodo, críticas.  Hemos tenido conversaciones sobre el proceso y mi mayor felicidad, y motivo de orgullo, no es el sentido de su voto, sino el criterio que ellas mismas han construido para la reflexión y la discusión política.  Sospecho, por algunas anécdotas que han compartido con nosotros, que ambas son minoría en su grupo de amigas.

Nos moveremos luego unas cuantas mesas en el tiempo para que mi esposa marque el tarjetón.  El suyo ha sido un proceso más largo que el de Juanita y Paula, pero igualmente emocionante.  Atrás quedaron las jornadas en las que votaba segura por presidente y alcalde, pero aceptaba sugerencias ligeras (e irresponsables) de colegas o amistades para otros cargos de elección popular.  Esos votos vergonzantes se han convertido con el tiempo en motivo de chiste y burla interna entre nosotros.  Finalmente, con la frente en alto, con emoción profunda, con sentido de la historia, con una gran inyección de esperanza y con la certeza de estar poniendo una gran ladrillo para la construcción de la paz y de un nuevo país, marcaré el Sí y, sonriendo, depositaré mi tarjetón.  La paz sea contigo Colombia.

 

 

A Lucía, mi pequeña hija, le diré que mi voto
quitará una capa dolorosa y vergonzosa que nos impide
avanzar en mi sueño de dejarle a ella y a su generación una mejor sociedad

 

 Lejos todavía de ejercer su derecho democrático a elegir, Lucía mi hija de 3 años y medio, nos acompañará durante toda la jornada.  Todavía recuerda las elecciones regionales de octubre pasado donde equivocadamente dice que votó por mí y afortunadamente no entendió los dolorosos resultados sufridos ese día.  Le voy a explicar paso a paso nuestro sistema democrático y le reafirmaré, porque se lo estoy diciendo desde que nació, que mi sueño y motivación principal es dejarle a ella y a su generación una mejor sociedad en la que el ejercicio de los derechos y la búsqueda de la felicidad no dependan ni del género, ni de la raza, ni del lugar donde se nazca.  Le diré que mi voto ese día no va a asegurar lo anterior pero si quitará una capa gruesa, dolorosa y vergonzosa que nos impide avanzar en ese objetivo.  Igualmente le diré que con mi voto y el de millones más vamos a salvar muchas vidas.  Le explicaré con cariño que muchas personas con las que nos encontramos durante la jornada también quieren una mejor sociedad pero sus circunstancias, sus prioridades, sus creencias, sus reflexiones y sus miedos los llevan a tomar una decisión diferente a la su padre.  Con abrazos a algunos de ellos  y con respetuosos saludos a otros tantos le demostraré que no son mis enemigos, algunos son de hecho buenos amigos y familia cercana, y que todos, absolutamente todos, tenemos espacio en este país.

 Al final del día me reuniré con los amigos y amigas con los que hago política, familia que uno escoge.  Uno de nuestros principios, redactado hace 17 años, dice: no existe ninguna idea ni propósito político que justifique el uso de la violencia para alcanzarlos.”  Vamos a celebrar el fin del conflicto y un nuevo inicio pero lo haremos sabiendo que este paso se pudo (se tuvo) que haber dado muchos millones de víctimas antes.  Nos abrazaremos, contaremos anécdotas de la campaña y la jornada, y nos despediremos para poder madrugar el lunes.  Vaya si va a haber trabajo. Enhorabuena.

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Vencer vs. Convencer

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