María y Andrés son un matrimonio colombiano que vive en el estado norteamericano de Utah desde hace ocho años. Como tantas parejas migrantes, llegaron buscando oportunidades y encontraron en este estado un lugar para formar familia.
Su hijo Samuel, de seis años, es la razón de su esfuerzo diario. Sin embargo, la relación se deterioró: discusiones frecuentes, diferencias irreconciliables y la sensación de que ya no había camino juntos. Frente a esa realidad, iniciaron su divorcio.
El inicio del proceso
Al presentar la solicitud, María y Andrés fueron informados de las exigencias legales. En Utah, cuando hay hijos menores, la separación no puede resolverse solo con papeles: la ley obliga a que los padres participen en un curso de educación obligatoria y diseñen un plan de crianza.
Ese plan debía incluir:
Quién tomaría decisiones sobre la educación de Samuel. Cómo repartir responsabilidades de salud, recreación y actividades extracurriculares. Qué mecanismos usar para resolver desacuerdos.
Lejos de ser un requisito burocrático, la legislación recordaba que, por encima de sus diferencias, había un niño cuyo derecho a la estabilidad debía ser garantizado.
La voz de un niño
Durante la evaluación de custodia, Samuel habló con psicólogos. Sus palabras fueron sencillas, pero reveladoras:
“Quiero estar con mi mamá y con mi papá. Me gusta cuando los dos van a mi escuela”.
Ese testimonio fue un punto de inflexión. El juez recordó que, según el Utah Code §30-3-10, el interés superior del menor guía toda decisión de custodia. La educación y el bienestar de Samuel estaban en el centro, no las recriminaciones.
De la separación al acuerdo
El proceso legal obligó a María y Andrés a mirarse de frente. Los cursos y conversaciones con mediadores hicieron evidente que sus conflictos no eran más grandes que el amor por su hijo.
La respuesta fue un acuerdo renovado. Decidieron suspender el divorcio y comprometerse con la custodia compartida, no como una carga, sino como un pacto consciente.
Custodia compartida como herramienta de protección
El nuevo plan incluyó compromisos claros: Decisiones educativas conjuntas. Tiempo equilibrado de convivencia. Compromiso con la mediación para evitar batallas legales.
El juez aprobó el acuerdo, resaltando que la ley había cumplido su función: contener el conflicto, proteger al menor y abrir un camino de cooperación.
Datos y contexto: Utah vs. Colombia
En Utah, la tasa de divorcios ha mostrado una tendencia a la baja. En 2018 se registraron 3,7 por cada 1.000 habitantes, y en 2022 había caído a 2,9 por mil. En Colombia ocurre lo contrario. En 2023 se registraron 25.272 divorcios frente a 68.843 matrimonios. Es decir, casi una de cada tres uniones termina en divorcio, con un aumento del 43% en la última década.
El contraste es claro: mientras en Colombia la ruptura matrimonial va en aumento, en Utah se ha reducido al menos en parte gracias a un marco legal que obliga a priorizar al menor, considerar la custodia compartida y construir acuerdos antes de romper definitivamente.
En Colombia, cerca del 45,4 % de los hogares tienen a una mujer como cabeza de hogar, lo que equivale a unos 8 millones de familias.
Además, una parte significativa de estas mujeres jefas de hogar están en hogares monoparentales, con menores de edad, lo cual incrementa sus responsabilidades económicas y de cuidado.
Este fenómeno agrava los problemas de custodia compartida
Muchas madres cabeza de hogar carecen de los recursos tiempo, económicos o logísticos para asumir igualitariamente la crianza. La vulnerabilidad económica limita su capacidad para participar activamente en acuerdos legales, mediaciones y responsabilidades compartidas.
En casos de separación, existe riesgo de que la custodia se desplace mayoritariamente hacia ellas, lo que puede generar desequilibrios emocionales, legales o sociales para los menores.
Utah y el respaldo a la familia
El caso refleja cómo Utah protege a los hijos en medio de las rupturas. Los cursos, planes de crianza y evaluación de custodia no son formalidades, sino herramientas para que los padres piensen primero en los niños.
Además, este enfoque no es exclusivo de Utah. Estados como Kentucky, Arizona y Arkansas presumen la custodia compartida como punto de partida. La idea es clara: los hijos no deben perder la presencia equilibrada de ambos padres, salvo que existan pruebas serias de abuso o negligencia.
Un marco de contención, no de castigo
Para esta pareja colombiana, la ley no significó un divorcio frustrado, sino la oportunidad de redescubrirse como padres y renovar su vida familiar. Samuel quizá no comprenda la complejidad de lo ocurrido, pero sí percibe lo esencial: que sus padres lo aman, lo apoyan y decidieron caminar juntos en su crianza.
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