Opinión

Educación superior para los sectores populares en Cali

Debe ir más allá de anuncios, edificios y disputas y construirse con las comunidades y sus saberes para responder dignamente a las realidades del Oriente y la Ladera

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noviembre 14, 2025
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En las últimas semanas se ha desatado una polémica en torno a la formación y gestión de la llamada Universidad del Oriente en Cali. Paralelamente, se anuncian convenios para una universidad en la Ladera caleña que despiertan expectativas y, al mismo tiempo, alimentan confrontaciones políticas. Ha sido penoso ver a servidores públicos y candidatos en campaña pujando por perfumarse como gestores - léase propietarios - de estas iniciativas. Queda en evidencia que, más que servir a lo público, en buena parte de la política caleña y colombiana persiste una pulsión por servirse de lo público.

Dejando a un lado esas bajas pasiones que enredan más de lo que aclaran, es justo saludar que haya avances: que se proyecten inversiones, que se suscriban convenios, que se asignen recursos y se definan infraestructuras. Nuestras comunidades populares necesitan con urgencia estrategias de buen vivir que abran caminos para hacerse la vida dignamente a través de la educación. Sin embargo, la hebra de las disputas recientes - y de sus lentas gestiones -, revela un vacío profundo en la comprensión del territorio y en la manera como se está pensando la educación superior dirigida a los sectores urbanos populares. Veamos algunas preocupaciones:

Preocupa que las inversiones estratégicas en educación comiencen por comprar o construir edificios

Preocupa que se siga creyendo que garantizar educación superior consiste en habilitar un garaje para que algunas universidades instalen programas y cursos, con poca pertinencia técnica, pedagógica o territorial. Preocupa que las inversiones estratégicas en educación comiencen por comprar o construir edificios, sin considerar - o sin hacerlo paralelamente -, las dinámicas reales de saberes, conocimientos, prácticas culturales y procesos pedagógicos que deberían orientar estos proyectos.

Preocupa, además, que la calidad educativa de toda la cadena formativa -desde la primera infancia hasta la educación básica, media, técnica, tecnológica y superior-, presente tantas falencias sin que exista un plan local sólido para afrontar la precarización del sistema educativo. Preocupa que, tras estos anuncios rimbombantes, lo que quede sea una nueva ola de expectativas electorales y cierta producción de titulados para el mostrador, pero no la construcción de un proyecto educativo que dialogue con la vida cotidiana y las urgencias de las comunidades que habitan las orillas caleñas.

¿Qué proponer entonces? Ante todo, dejar de actuar desde las cúpulas y entender que un proyecto de educación superior para los sectores populares de Cali requiere incluir, como actores principales e indispensables, a las y los gestores educativos de los territorios: directivos docentes, profesoras y profesores, organizaciones que trabajan con jóvenes y familias desde la justicia transicional y restaurativa, gestoras culturales y bibliotecarias, comunidades huerteras, organizaciones de víctimas, procesos afro e indígenas, colectivos feministas y LGBTIQ+, promotores deportivos y vivendista, etc. Es con ellas y ellos que es posible trazar rutas para una región pedagógica: un territorio de conocimientos, saberes y destrezas que va mucho más allá de esa mirada estrecha que reduce los barrios populares a carencia o problema.

En este contexto, es claro que también necesitamos a la dirigencia pública y privada, y a los académicos, técnicos e intelectuales que deben aportar a la construcción de caminos y orientaciones. Pero ojalá lo hagan sin empujarse entre sí, sin apropiarse de proyectos colectivos, y en cambio facilitando el encuentro entre pueblos, comunidades y talentos que ya existen y que solo requieren garantías para desplegarse en sus propias búsquedas.

Ojalá las autoridades y los liderazgos pertinentes escuchen este mensaje: la Ladera y el Oriente caleño no necesitan un proyecto de capacitación externo que desconozca sus modos de vida y sus urgencias vitales. Esta ciudad está llena de personas tituladas, desempleadas y, a veces, sin vocación cívica. Necesitamos instituciones universitarias que integren nuestro precario sistema educativo y lo orienten hacia los grandes retos de la sobrevivencia y la sostenibilidad, la productividad responsable y la ampliación de la democracia. Necesitamos una educación superior que contribuya a una convivencia intercultural y a un bienestar social verdaderamente compartido.

Del mismo autor: Que llegue otra política

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