Al escuchar una entrevista al actor Diego Cadavid en el pódcast Los hombres sí lloran, decidí verla con atención. Lo considero un artista centrado, perspicaz y ajeno a los excesos de la fama, que incluso reconoce buscar ayuda profesional para el manejo de las emociones.
Sin embargo, me sorprendió cuando contó que, en su niñez, vivió con su madre en el centro de Bogotá, “detrás” del Teatro Jorge Eliécer Gaitán, y lo describió despectivamente como un “roto”, un lugar del que solo podía protegerse encerrado en casa para evitar robos, sin amigos ni vida social.
Cadavid mencionó con precisión la dirección: carrera 8 con calle 22, posiblemente el Edificio XUE, construido en los años sesenta. Un inmueble sólido, con más de cien apartamentos, habitado por abogados, comerciantes, funcionarios y estudiantes que encontraron allí un espacio práctico para vivir. Difícil, entonces, aceptar que ese sector fuera el “roto” que describe.
El centro en primera persona
Mi propia experiencia contradice ese relato. Mi tía Lucy vivió sola más de 20 años en ese edificio sin sufrir problemas de seguridad, salvo una anécdota curiosa: en los setenta, un jíbaro le ofreció “Malboro” y ella creyó que se trataba de cigarrillos. Al recibir una bolsa con marihuana, reclamó indignada, y el vendedor, tras comprender la confusión, le devolvió su dinero y le arrebató el paquete.
Yo mismo asistí al apartamento de mi tía para consultar al psicólogo Jairo Estupiñán, quien me ayudó a superar el bullying en el colegio. Más adelante viví unos meses allí cuando empecé a estudiar periodismo en la Universidad de La Sabana. Nunca me pasó nada. Al contrario, aproveché para ir al Teatro Jorge Eliécer Gaitán, donde escuché a Carlos Vives en su faceta de baladista, dentro de un evento de la Unión Patriótica.
El centro cultural que Cadavid no vio
Le diría a Cadavid que hable con Carlos Vives, un enamorado del centro y de sus bares icónicos como El Goce Pagando o los roqueros de la calle 19, cercanos a las instalaciones de RTI Televisión, donde actores como Jairo Camargo y Andrea Guzmán transitaban sin problemas, almorzando en restaurantes populares.
De hecho, Vives aparece en la portada de uno de sus discos de los noventa caminando por la séptima, una muestra más de la relevancia cultural de este sector en la vida artística del país.
El centro no fue solo escenario de riesgos. También era la Panadería El Cometa, fundada en 1948, donde se horneaba el pan francés más tradicional de la capital, frecuentada por actores como Carlos de la Fuente. O el plan del septimazo, con su diversidad cultural y comercial, las salas de cine como la Cinemateca Distrital y el Teatro Embajador, que estrenó Titanic en Colombia.
El llamado final
Calificar al centro de Bogotá como un “roto” es, al menos, injusto. Más allá de lo poco estético de algunos espacios, se trata de un territorio de memoria, cultura e identidad nacional. Lugares como la Biblioteca Nacional, el Museo de Arte Moderno, la Torre Colpatria y universidades como la Central o la Tadeo Lozano forman parte de su riqueza.
Por eso, señor Cadavid, le invito a que recorra hoy esas calles junto a su pareja, la actriz Laura Archbold. Quizás descubra que el centro ofrece mucho más que los “productos exclusivos” de los centros comerciales del norte, y que en vez de un “roto” es el corazón de nuestra historia cultural.
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