Comunicación y paz en Colombia, 33 lecciones

Serie '33 lecciones para construir la paz'. Capítulo 11: la comunicación

La antigua Grecia, fue modelo de libertad de expresión. En los tribunales y en las ágoras (plazas públicas) los atenienses podían desahogarse

Por: Juan Mario Sánchez Cuervo
junio 23, 2023
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Serie '33 lecciones para construir la paz'. Capítulo 11: la comunicación
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"La decencia y pulcritud de una democracia se pueden medir por el respeto a la libertad de prensa y expresión"

La antigua Grecia, durante el apogeo de la democracia, fue modelo de libertad de expresión. En los tribunales y en las ágoras (plazas públicas) los atenienses podían desahogarse. Además, el Teatro, en tanto expresión artística, era la oportunidad para que los griegos se rieran de todo el mundo. Qué mundo maravilloso el de entonces, porque es bien sabido que los seres humanos necesitamos de la catarsis, y nada mejor que practicarla través de la palabra o la mímesis. A propósito de la Grecia clásica, el mismo Pablo de Tarso tuvo el privilegio de exponer en el Areópago sus ideas acerca de Cristo, la redención, el evangelio del amor y la resurrección de los muertos. Los atenienses lo escucharon en una mezcla de respeto y curiosidad. No está de más decir que en aquellos tiempos los cristianos eran perseguidos por el Imperio romano.

Después de esta brevísima introducción a la lección de hoy, cabe preguntarse si la humanidad está en proceso de evolución, o si, por el contrario, va en retroceso o involución respecto a la libertad de expresión. Por mi parte, estoy convencido de algo: se aproximan tiempos difíciles para el ejercicio de dicha libertad. Las señales que nos están enviando los poderosos van en ese sentido. No me asombraría tampoco que retornaran capítulos ya superados en el mundo civilizado: linchamientos, lapidaciones, pogromos (matanzas), incluso crucifixiones públicas para castigar determinados credos religiosos e ideas políticas. Por otra parte, la libertad de prensa se encuentra en alto riesgo a causa de un fenómeno coyuntural en el mundo de hoy: una oscura combinación de extremismo y fundamentalismo en el marco de un absurda inmadurez intelectual… Aquella época arcaica de las cavernas y su salvaje jauría de intolerancia pueden observarla, si gustan, por el espejo retrovisor.

Con todo lo anterior, quiero ahondar en un desafortunado síndrome de la actual generación: un desajuste en la comunicación por carencia de actitud de escucha, y por ende por falta de respeto e intolerancia en las relaciones interpersonales. En efecto, las redes sociales muchas veces fungen como letrinas o alcantarillas: por ellas fluye no sólo mierda verbal sino también lo peorcito de la especie humana. En todo caso, la actitud de escucha evitaría escenarios violentos porque corresponde a una competencia comunicativa que garantiza la correcta interacción y retroalimentación entre el emisor y el receptor, los cuales hacen uso de un mismo código lingüístico a través de un canal (real o virtual) o medio de comunicación. Por otra parte, lo más complejo de la comunicación consiste en que todo mensaje o texto pasa por el filtro de la interpretación individual. Ya ustedes se podrán imaginar el número de interpretaciones y las inciertas consecuencias de las mismas. Bien lo dijo un sabio: “la realidad es una interpretación que hacemos”. Cada quien ve, oye, lee e interpreta desde la pureza o calidad de su propio filtro. Si el filtro está trastornado, ya porque obedece a un cerebro dañado, o afectado por ideas radicales, ya porque corresponde a una mente psicorrígida e ignorante, etcétera, la información emitida con toda seguridad será distorsionada.

Un presupuesto del autor de esta serie sobre la paz dice: los conflictos siempre tienen su origen en el lenguaje, y eventualmente pueden culminar en los campos sangrientos de batalla. No obstante, si la violencia se origina por una comunicación desacertada, también se puede resolver a través del lenguaje; es decir, desde un lenguaje asertivo.

En otro orden de ideas, la comunicación no se teje sólo a través de palabras. A veces el lenguaje no verbal expresa más que el discurso. De hecho, la actitud, la postura del cuerpo, los gestos, el tono de la voz y las inflexiones de la misma; y especialmente la vibración que emite la persona (en un capítulo posterior hablaremos de la ley de la vibración) son todo un lenguaje, que casi siempre el oyente o televidente interpreta consciente o inconscientemente. Así mismo, el lenguaje no verbal también es enviado por el hablante de manera consciente o inconsciente. Para ilustrar lo delicado del lenguaje o comunicación voy a citar al perfectamente iluminado (Baghavan): la lengua es como un cuchillo afilado: mata sin sacar sangre. Y en otro momento agrega: mejor que mil palabras huecas es una palabra que trae paz. En efecto, las palabras tienen mucho peso. Es más, dado que son pensamientos en acción y provistos de una determinada intención, crean la realidad. Las palabras declaran, decretan y tienden a manifestarse ahora, enseguida o después. Las palabras son semillas. Desde esta perspectiva hay un Poder; llámelo como quiera: Universo, Logos, Gran Arquitecto, Vida, Creador, Dios… Él en su Infinita sabiduría le puso a la lengua tres candados: uno virtual (la mente) y dos físicos (los dientes y los labios). Por eso hay que pensar antes de hablar, pues las palabras son también como flechas o disparos: una vez sueltas el mensaje ya no tiene reversa.

Vea también: Capítulo 10: la lección del perdón

En otro punto no menos importante del análisis, ponga especial atención el lector en lo siguiente: cuando un líder, profesor, conferencista, comunicador o dirigente exprese algo debe demostrar cohesión y coherencia en su lenguaje.

Cohesión: las palabras, las frases, el mensaje, discurso o texto en su totalidad debe estar inteligentemente enlazado (correcto uso de los marcadores textuales o conectores). Coherencia: lo transmitido es lógico, tiene sentido y significado y está semánticamente bien estructurado. No puede haber cohesión sin coherencia, y viceversa. Son dos caras de la misma moneda. Sin embargo, hay otra clase de coherencia y es la que más le interesa al público: la armonía entre el pensar, el decir y el hacer. Un líder incoherente, por ejemplo, puede quedar en evidencia fácilmente: ¿lo que pensaba ayer corresponde a lo que piensa hoy? ¿Lo que decía ayer corresponde con lo que dice hoy? ¿Lo que prometió lo está cumpliendo? ¿Lo que dice va de la mano con lo que hace? Nuestros ancestros en su simplicidad lo expresaban mejor: cae más rápido un mentiroso que un cojo.

Nadie puede ser engañado: a todos nos enviaron a esta dimensión con dos poderes mágicos:  percepción y consciencia. Pero sucede que pudiendo ver no queremos ver. ¿Y por qué sucede esta ridícula displicencia? Elemental y sencilla respuesta: por los prejuicios, el fanatismo, las propias creencias… más aún: por ponerle muchas tripas y emoción a las cosas y no reflexión. Los fanáticos, los sectarios, jamás se conceden el beneficio de la duda. Como decía una vieja profesora en mis tiempos de escolar: ¿para dónde va Vicente? Para donde va la gente.

A modo de conclusión: una correcta y oportuna comunicación es el camino más rápido para solucionar cualquier conflicto. Y un sine qua non de dicha comunicación es la posibilidad de expresar libremente los propios pensamientos, los sentimientos y aspiraciones, sin temor a posibles retaliaciones o estigmatizaciones. En este sentido, una comunidad, una democracia en la que los ciudadanos no tengan el mínimo derecho al desahogo o catarsis (sin acudir a la calumnia ni a la injuria) no es propiamente una democracia sino una tiranía. Aunque todo exceso o extremo es también perjudicial: una sociedad en la que no se penalice la injuria y la calumnia y donde la mayoría de las personas busquen lucrarse de la mentira y del desprestigio de los demás a punta de calumnias y actitudes viles… una sociedad así camina a ciegas al abismo. Así es imposible la paz, ni tiene sentido hablar de paz.

Nota Bene: la decencia y pulcritud de una democracia se pueden medir por el respeto a la libertad de prensa y expresión. Pero también la decencia y la pulcritud de la prensa y de los medios de comunicación se miden conforme a la responsabilidad  y veracidad a la hora de dar la información. Por favor: coherencia en los que gobiernan, y responsabilidad en quienes comunicamos.

Posdata: próxima lección… la libertad.

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