Cuando anunciaron BRE-B, los colombianos creímos que por fin tendríamos un sistema moderno para mover plata entre bancos en segundos. La realidad ha sido todo lo contrario: un servicio que falla cuando quiere, que retiene el dinero sin explicación y que deja a los usuarios totalmente desamparados.
Mi experiencia —y la de muchísimos usuarios— es sencilla: haces una transferencia, parece que todo está bien, pero la plata no llega. A veces pasa, a veces no. Y cuando no pasa, empieza el viacrucis: te dicen que esperes “hasta seis días hábiles” para el reintegro, como si el dinero fuera de ellos. No existe un aviso, una alerta, un mensaje que diga “BRE-B está fallando”. Nada. Los bancos lo siguen ofreciendo como si fuera un servicio estable, cuando evidentemente no lo es.
En mi caso, Banco Caja Social ha sido el ejemplo perfecto de la falta de responsabilidad. Sus propios asesores reconocen que no funcionan bien las transferencias BRE-B, pero no ofrecen alternativas. Cuando uno intenta buscar respuestas en el Banco de la República —entidad encargada del sistema— la respuesta es todavía más desconcertante: “No tenemos forma de rastrear operaciones. Llame a su banco”. Entonces, ¿quién responde?
La Superintendencia Financiera tampoco actúa con urgencia. Aun enviando varias quejas, repiten que tienen hasta 15 días hábiles para responder. Mientras tanto, el dinero está retenido, el usuario preocupado y nadie da la cara.
BRE-B pudo ser una solución. Hoy es un problema nacional del que casi nadie habla. No puede ser que, en pleno 2025, un sistema que maneja el dinero de los colombianos funcione como si estuviera en versión beta y sin advertencia pública.
Los usuarios no pedimos milagros. Pedimos algo básico: transparencia, información clara y un servicio que funcione. Porque cuando la plata desaparece por culpa de un sistema mal implementado, lo que desaparece también es la confianza.
También le puede interesar:
Anuncios.
Anuncios.


