Las elecciones presidenciales celebradas en Bolivia confirman el cambio experimentado por el tablero político de aquel país. Rodrigo Paz candidato de la Democracia Cristiana (PDC), recibió el 32 % de los votos; Jorge Tuto Quiroga de la Alianza Libre el 27 % y Eduardo Del Castillo exministro vinculado al gobernante Movimiento al Socialismo (MAS), apenas llegó a un 3,17 %. Al no obtener ninguno de los aspirantes a la mitad más uno de los sufragios, los dos de mayor votación se disputarán la presidencia en una segunda vuelta.
El desastre electoral de la izquierda gobernante puede atribuirse a dos factores. El primero tiene que ver con la fractura del partido de gobierno dividido entre los simpatizantes de Luis Arce el actual mandatario, y los del expresidente Evo Morales. Este personaje quiso presentar su candidatura pero su renovado propósito electoral se frustró porque en Bolivia no se permite la reelección y el gobierno canceló la personería de su partido Frente para la Victoria.
Tras salir del juego electoral Evo optó por radicalizarse llamando a la abstención y prometiendo batallar en las calles si la derecha ganase las elecciones. Tal actitud produjo la respuesta del candidato Jorge Quiroga quien no tuvo inconveniente al expresar que de ser él vencedor procederá al encarcelamiento de Morales. El intercambio de amenazas no terminó allí porque los sindicatos de productores de coca anunciaron guerra de guerrillas en caso de que se encarcele a Evo.
Ahora los aimaras entregan sus afectos al partido Demócrata Cristiano
El otro factor que afecta los planes electorales del MAS (Movimiento al Socialismo), es la pérdida de respaldo entre las comunidades indígenas de la zona andina, que en buena proporción pertenecen a la etnia aimara. Estos sectores que paradójicamente acumularon riqueza y mejoraron su calidad de vida gracias a las políticas de ascenso social aplicadas por Evo Morales durante su gobierno, ahora entregan los afectos al partido Demócrata Cristiano. El cambio de preferencias es tan grande que en la ciudad de El Alto, principal asentamiento de la burguesía indígena emprendedora y exitosa, un 60 % de los electores se decantaron por el candidato de ese partido.
Los integrantes de esta pujante población en su gran mayoría pertenecientes a la etnia aimara, reciben el nombre de Qamiris palabra quechua que significa propietario de posición acomodada. El secreto de sus logros radica en un modelo de emprendimiento empresarial comercial que aplica prácticas como el trabajo arduo, la competencia entre iguales, el servicio a la comunidad y la guarda de las tradiciones ancestrales. Además propenden por la libertad económica y una gobernanza que propicie la iniciativa privada.
Al observar las dinámicas política y productiva registradas entre las comunidades aimaras de Bolivia, surge la comparación con la suerte experimentada por nuestros compatriotas indígenas. Pareciera que allá se han creado condiciones para que emerja el inmenso potencial proveniente de sus valores, sus hábitos, su cosmovisión, mientras aquí los politiqueros y gobiernos como el actual se han limitado a parasitar su movimiento, utilizarlos, servirse de ellos y entregarles recursos ingentes que frecuentemente quedan en manos de su dirigencia.
Aquellos gobiernos y politiqueros temen que los necesitados superen sus carencias y dificultades, porque como lo expresaran el mexicano Andrés Manuel López Obrador y otros exponentes de la misma esfera ideológica, cuando los pobladores de un país salen de la pobreza dejan de respaldar proyectos como el socialismo populista Siglo XXI.
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