El Centro Histórico de Bogotá es un lugar donde la historia se respira en cada esquina. Sus casas coloniales, eventos culturales y calles empedradas conservan la memoria de lo que alguna vez fue la capital de La Gran Colombia. Para muchos, este sector es una parada obligada para quienes desean comprender la esencia de la ciudad, su pasado y su gastronomía. Sin embargo, no solo los turistas pueden disfrutarlo. Los bogotanos también tienen en este rincón un espacio para reencontrarse con su cultura y saborear lo mejor de las distintas regiones del país.
La mejor forma de vivir esta experiencia es dejarse guiar por los sentidos y explorar los restaurantes más emblemáticos del centro. Entre aromas, texturas y tradiciones, hay lugares que se han convertido en símbolos de la historia culinaria de la capital.
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Uno de los más reconocidos y tradicionales es La Puerta Falsa, ubicada en la Calle 11 #6-50, a solo una cuadra de la Plaza de Bolívar. Este restaurante, fundado en 1816, es considerado el establecimiento gastronómico más antiguo de Bogotá. Con más de dos siglos de historia, ha recibido visitantes de todas partes del mundo, incluido el célebre chef norteamericano Anthony Bourdain, quien lo visitó en uno de sus recorridos por Colombia.
El menú ofrece los sabores más auténticos de la cocina santafereña: tamales, ajiaco, almojábanas, changua y agua de panela con queso. Cada plato evoca el sabor del hogar y las raíces cundinamarquesas. Además, sus precios accesibles, entre $11.000 y $20.000, lo convierten en una opción perfecta para quienes buscan una comida tradicional sin gastar demasiado. Eso sí, la fama del lugar atrae a decenas de visitantes, por lo que es probable que deba esperar unos minutos antes de disfrutar su pedido. Pero la espera vale cada bocado.
Si prefiere sabores más cálidos y caribeños, Luz Dary Cogollo, mejor conocida como La Mamá Luz, tiene una propuesta imperdible. Esta cocinera toluveña, criada en Bogotá, creció viendo a su madre preparar recetas tradicionales mientras jugaba en la playa, una experiencia que marcó su vocación y la llevó a fusionar los sabores de la costa con los de la capital.
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Su historia comenzó en la Plaza de Mercado de La Concordia, donde se ganó el cariño de los estudiantes y trabajadores que la visitaban. Muchos de sus clientes, encantados con su sazón y su calidez, le decían que era como su madre. Luego de seis años en ese lugar, debió trasladarse a la Plaza de La Perseverancia debido a la remodelación de La Concordia. Allí enfrentó nuevos retos, pero su talento y dedicación la convirtieron en una de las figuras más queridas de la gastronomía popular bogotana.
Su primer menú fue modesto pero poderoso: mojarra frita, mote de queso y arroz de coco, una combinación que enamoró a sus primeros comensales. Hoy, La Mamá Luz cuenta con su propio local en el barrio La Candelaria, en la Calle 10 #2-23, donde ofrece una carta más amplia que mantiene la esencia del Caribe y el calor del hogar. Comer allí es disfrutar de la mezcla perfecta entre tradición, historia y afecto.
"Mi proceso ha sido un proceso largo y lento, un proceso que siempre tuvo caídas, subidas, pero de todo eso he tenido una enseñanza, tener fe, amor propio y creer en los sueños, pero sobre todo he aprendido a sonreír, brindar amor, cantar y bailar. Y todo eso es lo que soy", concluyó Luz Dary en entrevista con la Alcaldía Mayor de Bogotá.
Por último, otro de los lugares imprescindibles del centro es El Gato Gris, ubicado en la Plazoleta del Chorro de Quevedo, en la Calle 12B #2-98. Este restaurante es un punto de encuentro para artistas, turistas y amantes del ambiente bohemio. Con música en vivo, platos variados que incluyen pastas, mariscos y postres, además de un excelente café colombiano, es un espacio ideal para compartir una tarde tranquila o celebrar una noche especial.
La arquitectura colonial del lugar conserva la esencia de la Bogotá antigua. Sus paredes, vigas de madera y ventanales transportan a otra época, cuando la ciudad era conocida como Santa Fe y las tertulias y bailes eran parte de la vida cotidiana. En El Gato Gris no solo se come bien, también se viaja en el tiempo.
El Centro Histórico de Bogotá sigue siendo el corazón cultural y gastronómico de la capital. Caminar por sus calles, probar sus platos y escuchar las historias que guardan sus muros es una forma de reconectarse con la identidad bogotana. Ya sea con un ajiaco en La Puerta Falsa, un arroz de coco en La Mamá Luz o un café en El Gato Gris, cada rincón del centro ofrece una experiencia única que mezcla tradición, sabor y memoria.
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