El problema no es fácil de manejar, porque cualquier persona cree tener el derecho a hacer lo que se le antoje con el andén de su casa o con el frente del vecino. La justificación más común es el derecho al trabajo y bajo ese supuesto derecho se invade, se explota sin miramientos el espacio público, causando desorden e inseguridad.
El ciudadano tiene el derecho al disfrute de sus calles y andenes, donde tenga seguridad en todos los aspectos, los comerciantes formales tienen el derecho a ejercer su profesión, la que obliga a pagar impuestos.
La invasión del espacio público da para todos lados, desde el que se instala sin permiso porque necesita arreglar su economía, como de grandes empresarios que tienen zonas ya definidas y que las arriendan a terceros obteniendo jugosas utilidades diarias, pues el canon de arrendamiento se cobra a diario.
En ese orden de ideas ese tipo de desorden no se ve ausente del crédito gota a gota, de la venta de estupefacientes y hasta de bodega de artículos robados por los carteristas y cosquilleos del sector, quienes son parte del paisaje, sin olvidar la cuota para los de verde.
El espacio público en Chapinero sobre la carrera 13 entre calles 53 y 64 se recuperó por medio de la solución fue la siguiente: todos los comerciantes de ese sector aportaron una cuota, dinero con el cual se negoció con la familia Luna dueña del almacén Carabana su edificio de la calle 61 con carrera 13 esquina. En esa oportunidad el Fondo de Ventas Populares les adjudicó por sorteo los espacios en ese edificio y se les entregaron sus locales, los cuales hoy funcionan con éxito.
La misma labor se llevó a cabo en el barrio Restrepo, allí el Acueducto donó un lote que queda a la entrada norte de la zona comercial y de la misma manera los comerciantes formales aportaron y hoy funciona el Centro Comercial.
Infortunadamente, muchos de los adjudicatarios de los locales entregados por el Gobierno Distrital, siguieron con su invasión y trajeron a familiares para que los sustituyera en los puestos callejeros. Como vemos, este es un cuento de nunca acabar, pues si a una persona se le permite un día que venda en la calle, ya al día siguiente se abriga el derecho del lugar.
Vendedores informales los hay en todo el mundo y ordenadamente son parte del buen paisaje urbano, pero desbordados sin Dios ni Ley, son problemas graves para la seguridad, la sanidad y la contaminación de todo tipo.
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