Lamentable la muerte de Jaime Esteban Moreno. El dolor para su familia es indescriptible, y también para todos los que somos padres. De esta situación desafortunada se concluye que la violencia está presente en todos los estratos sociales, en los círculos de universidades privadas y públicas, tanto en las de matrículas más caras como en las más económicas.
Tal vez el conflicto que desencadenó la muerte de Jaime Esteban inició por una “pendejada”, por un pequeño detalle: una mirada, un roce, una frase, un desaire. Esto refleja una sociedad irritada, herida y violenta, que puede estallar en cualquier momento. Por ende, cualquiera de nosotros o de los nuestros puede ser víctima —ojalá nunca—.
Los medios de comunicación han dedicado extensas franjas de sus noticieros a cubrir esta trágica noticia, que no ha sido la única muerte dolorosa en Bogotá. También fueron asesinadas una pareja en un accidente de tránsito en la avenida Mutis, un hombre de 32 años en un tiroteo en Engativá, Elkin Santiago en inmediaciones de la estación Marly de TransMilenio, un joven en un robo en la calle 80 con Boyacá y otro en un bar de Kennedy. Muertes lamentables, así sus víctimas no sean de la Universidad de los Andes.
Siendo frecuentes los accidentes trágicos donde se ven involucrados moteros, y una vez acatada la orden del alcalde sobre la prohibición del parrillero, en los últimos días las muertes fatales no han sido precisamente de estos actores viales. ¡Violencia es violencia y muerte es muerte! En una sociedad tan violenta, donde los ciudadanos actúan instintivamente y reaccionan de forma agresiva ante cualquier diferencia, ¿se imagina acatar la propuesta de una candidata de armar a los ciudadanos para acabar con la inseguridad? ¡Sería una total carnicería!
Bogotá es una ciudad profundamente insegura para niños, mujeres y ciudadanos en general. En la emisión de las 8 p. m. del noticiero del martes 4 de noviembre en Citytv, más de 44 minutos fueron destinados a informar sobre homicidios, fleteos y atracos en Bogotá. La realidad superó la ficción. Hoy, Bogotá es una ciudad más sucia, insegura, caótica y violenta que en años anteriores.
La alcaldía de Galán ha decretado medidas desacertadas e inoportunas, descargando el peso de sus equivocaciones en la Policía, que ahora tiene la responsabilidad de hacer cumplir decisiones fuera de contexto. Esto ha despertado angustia e irritabilidad ciudadana, fomentando el enfrentamiento entre Policía y comunidad. Basta con preguntarle a un vecino por qué no recoge los excrementos de su mascota, por qué saca la basura el día no indicado, o por qué se cuela en TransMilenio. Cualquier diferencia puede terminar en tragedia.
El problema de fondo no fue el Halloween, ni el bar, ni los padres que dieron “permiso” a su hijo para salir. El problema es la intolerancia, el odio, la impulsividad y los patrones culturales que cargamos sobre quién es el más fuerte. El problema es de todos, el problema es de ingeniería humana. No se trata de salir o no de la casa: hasta en casa nos llegan llamadas desde cárceles, familiares abusan de niños, pastores se aprovechan de los creyentes y ladrones violentan nuestras chapas.
Están los testigos, las cámaras, los relatos, los videos y los presuntos sospechosos capturados. Todos vimos todo, y este caso, como muchos otros, quedará en investigación, convertido en novela rosa para ganar audiencia, por los siglos de los siglos. No lo niegue, señor alcalde: sí fue una noche violenta, sí fue un fin de semana violento. No murieron en moto, pero murieron a golpes, como en la era del Neandertal.
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