La frase más famosa de la novela El Gatopardo de Giuseppe Tomasi de Lampedusa es en la que Tancredi le arroja en la cara a su tío una demoledora frase: “para que todo siga igual es necesario que todo cambie.” Un cambio lampedusiano es aquel que describe un círculo y vuelve a colocar las cosas en su punto de partida, al menos en apariencia. Como bien lo anotaba un experto en las ciencias políticas, “Ese dictamen ha servido para definir emociones políticas asociadas a la nostalgia, el inmovilismo, la adaptación e incluso el cinismo de las élites.”
Recientemente la periodista mexicana del New York Times, Patricia Nieto, hizo un excelente artículo en el que describe el cambio lampedusiano que se llevó a cabo en Nicaragua. Patricia divide la historia de este país centroamericano en tres actos:
- Primer acto: En la década de 1930, se instauró en el país una dictadura familiar, los Somoza, que abarcó más de medio siglo de dominio político, represión y corrupción. En 1979, la Revolución sandinista, un movimiento de izquierda, logró derrocar al tercer y último dictador de la dinastía somocista: Anastasio Somoza Debayle.
- Segundo acto: Tras la salida de los Somoza del poder, una Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional fungió como gobierno transitorio. Entre los miembros de este directorio estaban Violeta Barrios de Chamorro y Daniel Ortega, uno de los dirigentes sandinistas originales.
- Tercer acto: Desde que comenzó su segundo mandato, en 2007, Ortega no ha dejado el poder. En 2017, su esposa, Rosario Murillo, fue nombrada vicepresidenta y a inicios de este año asumió el cargo recién creado de “copresidenta”.
El gobierno de Daniel Ortega y su esposa Rosario es igual o aún más corrupto, ladrón, podrido y bandido que el de los Somoza. Según el portal Infobae, “Nicaragua es el país más corrupto de Centroamérica y el segundo del continente americano junto con Haití, según el Índice de Percepción de la Corrupción (IPC) presentado este martes por Transparencia Internacional (TI), que denunció la manipulación del Poder Judicial nicaragüense para "consolidar la dictadura" en esa nación, gobernada desde 2007 por Daniel Ortega.
Una vez en el poder, casi la totalidad de los gobiernos de izquierda en el continente intentan controlar el aparato estatal para mantenerse en el poder
Una vez en el poder, casi la totalidad de los gobiernos de izquierda en el continente intentan controlar el aparato estatal - medios públicos, poder judicial, instituciones electorales - para mantenerse en el poder. Esto suele justificarse como “defender la revolución” o “proteger al pueblo del regreso del neoliberalismo”. Los gobiernos de izquierda suelen llegar al poder colocándose en un pedestal moral, prometiendo defender a los pobres y combatir la corrupción. Casi nunca logran llevar a cabo sus promesas: se convierten en verdaderas fábricas de miseria como son Cuba, Venezuela y Nicaragua, países en que la corrupción es rampante y en los que los únicos que forran en oro sus bolsillos son las élites en el poder y sus familias.
De llegar a ser reelegido el actual régimen, Colombia podría afianzar el populismo autoritario y corrupción generalizada disfrazada de “cambio”. Es indispensable que la ciudadanía, la prensa y las instituciones estén alertas y dispuestas a defender la democracia más allá de ideologías. De no ser así, tengamos la certeza que en materia de corrupción y vagabunderías terminaremos como Nicaragua.
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