Opinión

A Juan Carlos Uribe le causaron un daño terrible, pero el que le hicieron a la justicia fue peor

No hay derecho a que una Fiscal, quien sabe con qué motivaciones, someta al escarnio público a un hombre que ha tenido una vida sin tacha. Lo que le importó un pito

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septiembre 29, 2025
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No se sabe que noticia causó más estupor en Cali:  la captura de Juan Carlos Uribe por el asesinato de su hermano Jorge o la liberación del relacionista público al día siguiente de ser detenido.

El viernes pasado los caleños nos desayunamos con la primera noticia, la detención de Juan Carlos. Quienes lo conocemos desde hace muchos años, como yo, no podíamos creerlo.

Uribe es un hombre superconocido y muy querido en Cali. Es gay y nunca ha ocultado su condición sexual. Más bien se ha burlado de ella. Ha hecho poner colorado a más de un señor cuando le alaba su look o cuando lo saluda con un cariñoso beso en alguna reunión.

Es de esos hombres que no pasa inadvertido: mide más de 1.90 centímetros y a donde llega impacta por su presencia y carisma.

Yo lo conozco desde que era jefe de protocolo de la Alcaldía de Cali, en tiempos de Mauricio Guzmán, o sea a mediados de los años 90. Jamás olvidaré que el día que mataron a Gerardo Bedoya se apareció, en bata, en el lugar del asesinato, en compañía de Mauricio y de otros funcionarios del Municipio.

Luego fue relacionista de varios hoteles, de la Gobernación y desde hace unos años desempeña esas funciones en la Biblioteca Departamental. Precisamente, de allí fue sacado, en medio de un enorme show mediático, por agentes del Gaula el día que lo capturaron.

Que un bonachón como Juan Carlos resultara involucrado en el atroz asesinato de su hermano era algo que a mí y a muchos caleños no nos cabe en la cabeza

Y es que quien ordenó el homicidio de Jorge Uribe tiene que ser un monstruo lleno de odio y con el alma podrida porque a este hombre no solo lo mataron sino que además incineraron y desmembraron su cadáver.

Paradójicamente entre quienes conocen al acusado la única que ha levantado su voz para señalar a Juan Carlos es su sobrina Alejandra, hija de la víctima. Y no lo ha hecho en el seno de la familia sino que lo ha pregonado en cuanto micrófono le han abierto. Difícil  entender que alguien odie de esa manera al hermano de su padre.

Hay una circunstancia que, hasta cierto punto, atenúa el juicio que uno puede hacer contra esta mujer. Y es que su madre, la esposa de Jorge, fue asesinada hace unos ocho años en su presencia y en la de su hermanito.

El shock que le generó esa terrible vivencia perturbaría a cualquiera. Por eso hay que tener misericordia con Alejandra, pero también hay tomar sus declaraciones con pinzas.
A pesar de la amistad que me une con el acusado y con su hermano Toño, si la Fiscalía tuviera pruebas contundentes e irrefutables de la participación de Juan Carlos en la muerte de su hermano, sería el primero en aceptar ese terrible hecho.

Lo que es inaceptable es que a alguien que ha construido un nombre y una reputación durante años la justicia se la venga a pisotear en minutos, acusándolo de un crimen horrendo, con unas pruebas tan precarias

Según me cuentan, la prueba reina que tuvo la Fiscal para ordenar la detención de Juan Carlos fue un par de conversaciones telefónicas. En una Juan Carlos le pregunta a Jorge que si se van a ver y donde. Y en la otra Jorge le pregunta a una señora que le hacía arreglos florales para matrimonios y otros eventos, que este atendía, por un ramo.

La otra ‘prueba’ que pesa sobre el acusado es que tenía programado un viaje de descanso al exterior, luego de haber trabajado arduamente en la realización del festival de literatura Oiga Mire Lea.

Aunque el viaje no era clandestino y Juan Carlos puso en conocimiento de las autoridades su desplazamiento, la Fiscal asumió que podría ser una treta para fugarse y así evadir la acción de la justicia. ¡Por Dios, si Juan Carlos hubiera querido fugarse no le habría avisado a nadie y hace rato estaría en el exterior!

Que yo considere esas pruebas ridículas no tiene importancia. Lo que sí es muy relevante es que el juez de garantías que debió definir la situación jurídica de Juan Carlos también las consideró absurdas. Y por eso ordenó su liberación.

Insisto: no hay derecho a que una Fiscal, quien sabe con qué motivaciones o con que resentimientos, someta al escarnio público a un hombre que hasta el momento ha tenido una vida sin tacha. Lo que, por cierto a la Fiscal, le importó un pito.

Las pruebas para vincular a alguien con esos antecedentes a un crimen tan atroz tienen que ser muy sólidas.

Esta Fiscal le ha hecho un daño terrible a Juan Carlos Uribe. Pero el perjuicio que le ha causado a la administración de justicia es mayor. Por metidas de patas como esta es que la credibilidad de la justicia está por el piso.

Es cierto que Juan Carlos sigue vinculado a la investigación por la muerte de su hermano. Esperemos que al final pueda demostrar su inocencia. Pero por encima de todo esperemos que la justicia actué con firmeza pero con mesura y sensatez.

Del mismo autor: ¿Entre el Tigre de la Espriella y Pinturita  Quintero quién le conviene más a Colombia?

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