Más allá de la consternación que ha generado, sobre todo en Cali, la desaparición de la versión impresa del diario El País debe ser motivo de reflexión sobre el futuro de los medios de comunicación, del periodismo y, sobre todo, de la libertad de expresión.
El País, al lado de El Tiempo, El Espectador, El Colombiano, La Patria, el Heraldo y Vanguardia Liberal, han sido, por más de 100 años, los bastiones en la defensa de la libertad de expresión en Colombia.
Estos medios tuvieron orígenes semejantes. Fueron empresas de carácter familiar, concebidas inicialmente para defender intereses políticos, unos del partido Conservador y otros del Liberal.
Pero, por fortuna, del sectarismo inicial fueron evolucionando, gracias a la exigencia de las audiencias y a la transformación del país, a medios pluralistas que más que defender intereses partidistas se dedicaron a ser las salvaguardas de la democracia y de la institucionalidad.
El Tiempo y el Espectador fueron fundamentales en la lucha contra la dictadura de Rojas Pinilla, al punto de que fueron cerrados e incendiados por las hordas rojaspinillistas.
Los llamados medios regionales se convirtieron en los principales veedores de las administraciones y en abanderados en la lucha contra la corrupción.
Todos ya sean nacionales o regionales, han pagado un duro precio, prácticamente todos los periódicos de Colombia tienen su mártir. El subdirector de Opinión de El País, Gerardo Bedoya fue asesinado en 1977 por denunciar el daño que la cultura traqueta le hizo a Cali. La misma suerte corrió, poco tiempo después, Orlando Sierra, subdirector de La Patria de Manizales, quien pagó con su vida haber destapado el entramado de corrupción que se robó al departamento de Caldas.
El mártir de El Espectador fue su director, Guillermo Cano, asesinado por desenmascarar a Pablo Escobar y por su lucha quijotesca contra el Cartel de Medellín.
Todos estos medios se convirtieron en empresas exitosas, rentables, lo que no les hizo perder su norte periodístico. Al contrario, como no dependían de la pauta oficial ni de los avisos de un par de poderosos, pues su canasta de anunciantes era muy grande, podían denunciar a los gobernantes y a los empresarios inescrupulosos, sin poner en peligro su existencia.
Con la llegada del internet todo cambió. De un lado a los impresos les queda muy duro competir contra la inmediatez de lo digital. Y si bien la mayoría de los periódicos ha multiplicado su audiencia gracias a lo digital, no ha pasado lo mismo con los ingresos.
Por la sencilla razón de que cuando la prensa impresa estaba en apogeo los periódicos eran los dueños de sus mercados. Pero ahora les toca pelearse las migajas que dejan Facebook y Google que se quedan con el 80% de la pauta digital en el mundo.
El ocaso económico impactó directamente la independencia periodística. Primero porque varios de esos diarios tuvieron que conseguir un papá rico que los subsidie. Y el principal interés de Luis Carlos Sarmiento o de los Santo Domingo no es el periodismo.
El principal interés de Luis Carlos Sarmiento o de los Santo Domingo no es el periodismo. Con lo cual, siempre se corre el riesgo de que pongan sus medios al servicio de sus negocios.
Por algo Eduardo Santos dejó consignado en su testamento que El Tiempo jamás debería pasar a manos de alguien cuya actividad principal no fuera el periodismo.
El segundo gran problema que viven los medios hoy es su dependencia de la pauta oficial. Ante el éxodo de anunciantes privados, los medios han tenido que golpear las puertas de las alcaldías, gobernaciones y del gobierno nacional.
Y por supuesto en el momento en el que un medio hace una denuncia en contra de un alcalde, de un gobernador o del presidente, de inmediato le retiran la pauta. Y muchos no pueden darse el lujo de perder esos ingresos.
Ese periodismo riguroso que hacían los grandes medios está siendo reemplazado por un ejército de ‘influencers’ que no saben lo que es la ética, nunca contrastan fuentes, no investigan, hacen afirmaciones sin ningún fundamento y, lo peor, venden sus contenidos al mejor postor, sin que ese pago esté explícito.
Los poderosos ya no necesitan de un medio para comunicarse con sus audiencias
Otra consecuencia, quizá más grave del auge de las redes sociales es que los poderosos ya no necesitan de un medio para comunicarse con sus audiencias.
El principal ‘órgano de difusión’ de Colombia se llama Gustavo Petro, . que tiene más de nueve millones de seguidores X (antes Twitter), A través de su cuenta en esa red social, Petro dice cuanta barbaridad se le ocurre, sin tener que soportar la incomodidad de un periodista que le contrapregunte, o que le haga caer en cuenta de la mentira que está diciendo. ¡Si twitter hubiera existido hace 80 años, Hitler hubiera hecho bellezas!
Contrario a lo que se suele decir las redes no han contribuido a democratizar la información, se han convertido en el mejor instrumento de difusión de los tiranos. Es cierto que cualquiera puede tener su sitio en X. Pero mientras cualquier poderoso tiene millones de seguidores, Pedro Pérez, si acaso, tiene 100.
Si sobre el periodismo ya se cernían grandes nubarrones, el puntillazo para ese oficio puede ser la aparición de la Inteligencia Artificial, que puede escribir un artículo en segundos con contexto, con fuentes, con testimonios y perfectamente redactado. Sin la menor responsabilidad social, por supuesto.
La crisis del periodismo es real y no es un problema de los periodistas y de los medios de comunicación. Es una enorme amenaza para la libertad de expresión y en últimas para la democracia porque para un tirano es muy fácil controlar una sociedad desinformada y engañada.
Los medios de comunicación pueden transformarse e incluso desaparecer, pero el buen periodismo no. Los ciudadanos libres requieren estar bien informados para poder tomar decisiones correctas y para no dejarse enredar por esos ‘reyes’ de las audiencias que no están detrás de la verdad sino de darle apariencia de verdad a sus mentiras.
Del mismo autor: ¿Entre el Tigre de la Espriella y Pinturita Quintero quién le conviene más a Colombia?
Anuncios.
Anuncios.


