De nómadas y poetas
Opinión

De nómadas y poetas

En “Una mirada a la memoria”, Ibáñez Torres recrea los ojos del exilio, de los nómadas que la fuerza de la violencia los hizo recorrer una geografía de hambre

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abril 01, 2017
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Sucre tiene un paraíso en el hechizo que sus hijos políticos hacen con los dineros públicos. Bien así podría cambiarse la primera estrofa de su cincuentenario himno y casi nadie intentaría protestar porque es un apego estricto a la realidad.

Pero esta vez no vale la pena “llover sobre lo mojado” y prefiero dejar que cada uno de sus hijos “los que se creen águilas caudales y no caterva de vencejos”, sean los que terminen por rescatar del fango y la locura al Departamento.

Esta vez prefiero el extravío y el éxtasis entre la estética del dolor y la admiración por la alegría que produce una estética del dolor, cuando estamos al frente de las obras recientes del maestro plástico Juan Carlos Ibáñez Torres (Carmen de Bolívar, 1963).

 

Nómada Cenú

 

Una mirada a la Memoria recoge la última propuesta de Ibáñez Torres y diría que son miles de miradas las que se conjugan en su maravillosa expresión del dolor y la esperanza atravesada por la espina del conflicto armado, en una garganta de fragilidad y de llanto interminable por los que se fueron de manera violenta y los que presenciamos el martirio.

A lo largo de quince (15) propuestas estéticas se goza con una magia en el tratamiento del color Caribe nuestro, pero tan universal en su forma de llegar al espectador y al mundo. Trazos fuertes, constantes y con cierta rabia por el dolor en el que se inspiran sus nómadas de la geografía de la violencia en el mapa del desarraigo sucreño: de la Mojana, Ovejas, San Onofre, el exilio, Colosó y de los Cenues.

Hay en Ibáñez Torres y en Una mirada a la Memoria una carga de sensibilidad estética frente a lo que la barbarie nos dejó de manera imborrable, pero también un grito de alegría por celebrar la vida y las lágrimas que brotan cuando se sabe vivo por otro tiempo.

Los rostros que Ibáñez Torres crea y recrea entre nómadas y poetas, entre niños y miradas y de noches que deambulan entre “Macaján y El Roble”, entre los Montes de María y las viejas tierras de Mexión; son expresiones y miradas nubladas por el llanto y la lluvia; por el dolor y la pérdida de fe en la humanidad que algún día retornará a su oxímoron infinito.

 

Nómada

 

Nuestros artistas y creadores están aquí en la comarca de las sabanas del Caribe, de frente al mar y en medio del dolor de los Montes de María. Ellos huelen y saben a lo que la tierra fecunda y de eso viene la carga de sus obras: Ibáñez Torres lo sabe, y por eso, se empecina y obstina con presentarle al mundo, desde acá hasta Nueva York; toda la furia desatada por el huracán de saberse inmortal y prolífico.

En Una mirada a la Memoria” están los ojos del exilio, de los Cenues y de los nómadas que la fuerza de la violencia los hizo recorrer una geografía de hambre, el despojo y la indiferencia; son ojos tristes pero acuciosos; ojos cerrados para no ver la indolencia; ojos abiertos para gritar la injusticia; ojos que dicen con su color profundo y sus contornos precisos, que la firmeza frente a los violentos fue la coraza de dignidad que se enfrentó a las balas asesinas.

Quizá Ibáñez Torres al introducir en Una mirada a la Memoria a dos Poetas, uno con cielo azul y otro de los Montes de María; dejó para la posteridad a dos testigos de la barbarie y que sean ellos, quienes relaten en el mar de la palabra las cosas que presenciaron y el dolor que significa la lectura de la muerte y la violencia desde la poesía. Son su instrumento de fe. Son sus chivos expiatorios para acusar ante cualquier difamación del arte que denuncia y conmueve; el arte como promesa de no al silencio; el arte como caja de resonancia de los callados y marginados. El arte para aquellos que les borraron la memoria.

 

Poeta con cielo azul

Celebremos entonces ese canto a la humanidad –que tanto nos decepciona- con los trazos y composiciones armónicas y dolorosas, alegres y reivindicativas de Una mirada a la Memoria que nos trae en estos tiempos de acuerdos y desacuerdos, el artista plástico, el pintor y el hermano de esta comarca Juan Carlos Ibáñez Torres. ¡Que viva la vida hecha arte!

Coda: Mi otro hermano Álvaro Alvear dice entre líneas tímidas que la propuesta de Ibáñez Torres encierra “desde algún lugar, seres color arena, de cielo y universo, de mirada cálida y alforja cargada de dolores de la tierra, emiten un latido, una brisa, un eco de constelación.”

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