Trump se despide de la guerra en Ucrania y entrega la responsabilidad de continuarla Alemania, Francia y Gran Bretaña, los verdaderos protagonistas de la sedicente Coalición de los dispuestos, una agrupación ad hoc de países europeos creada a raíz de la tormentosa reunión de Zelenzky con el presidente estadounidense en el Despacho Oval el 28 de febrero pasado. Esa en la que Trump acusó al líder ucraniano, sin que le faltara del todo razón, de <<ingrato>> y de ser <<un dictador>> y literalmente lo echó de la Casa Blanca por infringir el código de vestimenta, con su camiseta verde olivo de soldado que jamás ha disparado un tiro.
Muy en su estilo, el líder estadounidense le imprimió un rasgo emocional a su adios. Lo hizo en una entrevista la CNN en la que en clave confesional dijo que <<había pensado>> que la paz en Ucrania<<sería más fácil, debido a mi relación con Putin>> pero que <<él realmente me ha decepcionado. Ahora serán Rusia y Ucrania y ya veremos como resulta>>. Agregó que se equivocó creyendo que la resolución de este conflicto <<seria una de los más fáciles del grupo>> en referencia al grupo de seis conflictos bélicos que, según él, ha resuelto en los apenas ocho meses que lleva en el cargo. Concluyó afirmando que << estamos trabajando muy duro en Israel y en Gaza. El asunto es complejo, pero se resolverá. Se hará bien y lo mismo ocurrirá con Rusia y Ucrania>>.
Escuchándole se me vino a la cabeza la escena de Poncio Pilatos, quien eludiendo su responsabilidad en el juicio por rebelión de Jesús de Nazaret, le traslada al sanedrín del Templo de Jerusalén la decisión de condenarlo o no al atroz suplicio de la crucifixión. Porque esto es exactamente lo que ha hecho el presidente Trump: eludir su responsabilidad política ante un conflicto que, aunque fue incubado por el presidente Obama y desencadenado por Joe Biden, él, como sucesor de ambos, tuvo entonces la responsabilidad de conjurarlo y tiene hoy la responsabilidad de resolverlo. En su primera presidencia, habría podido desmontar el plan de Obama y Hillary Clinton de desencadenar un conflicto con Rusia en Ucrania. En vez de hacerlo, autorizó el envío por primera vez de misiles estadounidenses a las fuerzas armadas del régimen de Kiev, tal y como él mismo se lo echó en cara a Zelensky, para explicar por qué lo tildara de<<ingrato>> en la reunión del Despacho Oval, antes citada. Es cierto que durante la campaña electoral que le llevó por segunda vez a la presidencia, no se cansó de repetir que la guerra de Ucrania, era <<la guerra de Biden >> y que esa guerra <<nunca habría tenido lugar>>, si él <<hubiera estado al mando>>. Pero no es menos cierto que fue demagógico, por decir lo menos, que prometiera a un electorado hastiado las << guerras interminables>> en el extranjero, que si accedía a la presidencia resolvería dicha guerra <<en 24 horas>>. Presumía entonces de que su relación con el presidente Putin le permitiría hacerlo con una sola llamada telefónica. Olvidó que << Estados Unidos no tiene amigos sino intereses>>, una sentencia de obligado cumplimiento para todos los presidentes de este país. Como lo ha hecho de manera superlativa el propio Trump, que, con su <<guerra de los aranceles>> ha maltratado a aliados y adversarios por igual, en función de su política de Make America Great Again. De hacer grande a América de nuevo.
Solo la mala fe o, lo que es peor, la ingenuidad, le llevó a decir que su <<amistad>> con Putin le permitiría convencerle de aceptar de inmediato su propuesta de paz para la guerra en Ucrania. Que, como no tardaríamos en saber, no era otra que una solución << a la coreana>> del conflicto. Una tregua o, en el mejor de los casos, un armisticio, que puede ser roto por cualquiera de los bandos contendientes en el momento que le resulte más conveniente a sus intereses geopolíticos. Como ocurre con el alto el fuego conseguido por Trump en la que él mismo bautizó como <<la guerra de los 12 días>> entre Israel e Irán. Hasta los analistas políticos más optimistas consideran que este alto el fuego se va romper inevitablemente, aunque no sepan cuándo exactamente. Putin, desde antes incluso del inicio del conflicto y escarmentado por el flagrante incumplimiento por el gobierno de Kiev de los acuerdos de Minsk de 2014, ha dejado muy clara su posición al respecto. El alto al fuego será resultado de un acuerdo político entre todas las partes implicadas que garantice la neutralidad de Ucrania y los legítimos intereses de seguridad de la Federación Rusa.
La esperanzadora reunión de Putin y Trump en Anchorage, el pasado 15 de agosto, fue tan amable como inútil. Ni las pretendidas dotes seductoras de Trump ni la exquisita cortesía de Putin, lograron limar las radicales diferencias existentes entre lo que cada uno de estos lideres considera que es la salida al conflicto en Ucrania.
Trump, en vez de asumir de lleno la consecuencia inevitable de tal desacuerdo, decidió, como ya dije, hacer de Poncio Pilatos, lavarse las manos y endilgarle la responsabilidad política de continuar o no la guerra a los tres sastrecillos valientes: el británico Keir Starmer, el francés Enmanuel Macron y el alemán Friedrich Merz. De la guerra diseñada, encubada y promovida por sucesivos presidentes de Estados Unidos, en función del objetivo estratégico de << infringir una derrota catastrófica a Rusia>>, se encargan ahora los sastrecillos. Por lo demás, muy complacidos de poder hacerlo. Se impone, sin embargo, completar el paralelo que he establecido entre estos acontecimientos políticos y el legendario juicio a Jesucristo. Poncio Pilatos delegó en el sanedrín la decisión sobre su vida o su muerte, pero fueron las legiones romanas que estaban bajo su mando las que garantizaron que la sentencia a muerte se cumpliera.
Así mismo ocurre con Trump. Él deja en manos de los muy dispuestos lideres europeos la decisión de continuar o no la guerra en Ucrania. Pero si se deciden a continuarla solo podrán hacerlo contando con las armas, la tecnología de guerra electrónica y la inteligencia militar estadounidenses. Esto lo ha reconocido públicamente y en repetidas ocasiones Keir Starmer, el primer ministro británico. Para él, aunque no solo para él, la guerra en Ucrania solo se podrá continuar si se cuenta con el apoyo del Pentágono. De hecho, la dirección efectiva de esta guerra se ha hecho desde un cuartel general emplazado en Ramstein, Alemania, la base militar estadounidense más importante de Europa.
¿La decisión de Trump de trasladar la responsabilidad política de la guerra de Ucrania a los europeos implica el retiro de su decisiva participación militar?
La pregunta que se impone entonces es la siguiente: ¿la decisión de Trump de trasladar la responsabilidad política de la guerra de Ucrania a los europeos implica igualmente el retiro de su decisiva participación militar en la misma? O dicho en clave Poncio Pilatos: ¿Pondrá sus legiones al servicio de la continuación de la misma? Si tomamos en cuenta solo sus declaraciones públicas de no se logra una respuesta clara. En la entrevista que concedió a Fox News al cabo de su visita oficial al Reino Unido, después de afirmar que el conflicto en Ucrania << se terminaría si todas las naciones de la OTAN dejaran de comprar petróleo a Rusia e impusieran aranceles entre el 50 y el 100 % a China por sus compras de petróleo ruso>>, explicó que el apoyo militar estadounidense a Ucrania se ha centrado hasta la fecha << en el intercambio de inteligencia>> y anunció que << en el futuro la participación americana se centrará en asegurar la paz después de la guerra>>. Pero mientras llega esa anhelada paz ¿ qué ocurre con el mencionado << intercambio de inteligencia>>? Intercambio que no es más que el término elegido por él para escamotear el hecho de que la dirección militar de la guerra ha estado en manos de las fuerzas armadas de Estados Unidos desde antes incluso de que la invasión rusa de Ucrania en febrero de 2022, convirtiera lo que entonces era una guerra civil en las provincias ruso parlantes del este del país en un conflicto internacional. Las actuales fuerzas armadas ucranianas fueron remodeladas siguiendo el modelo proporcionado por las fuerzas armadas estadounidenses.
Repito: las palabras de Trump no aclaran si va a retirar o no el apoyo militar estadounidense a la continuación del conflicto ucraniano. Pero sus decisiones si permiten esbozar la respuesta. A petición suya los países de la Unión Europea decidieron invertir el 5% de su PIB en la compra de armamentos, provenientes en buena parte de la industria militar estadounidense. Acordaron igualmente que tendrá prioridad la compra de armamento destinado al frente ucraniano por valor de100.000 millones de dólares. Este armamento, con independencia de que sea alemán, francés, británico o estadounidense, no se podrá emplear sin contar con la red de satélites militares norteamericanos que suministran en tiempo real la información indispensable para su uso efectivo en el campo de batalla. Las potencias europeas no cuentan actualmente con una red alternativa y le costará años construirla, si es que deciden hacerlo. En resumen: Trump se va, pero el Pentágono se queda.
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