Opinión

Trump enfrenta una tormenta perfecta

La presidencia del pendenciero Trump en la cuerda floja.

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noviembre 18, 2025
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En estos días el presidente Donald Trump se enfrenta a tal cúmulo de desafíos que parece casi imposible que los pueda resolver de manera satisfactoria para sus intereses y los de quienes representa. La lista de los mismos es larga y la empiezo citando los de orden nacional. Los que ahora mismo ocupan un lugar destacado en los titulares de la prensa: los archivos del conocido proxeneta Jeffrey Epstein y la amenaza de una invasión a la hermana república de Venezuela. El problema que representa para Trump la publicación de dichos archivos es doble. El primero, porque pondría en evidencia su antigua y amistosa relación con Epstein y, eventualmente, su condición de usuario de los servicios sexuales con chicas menores de edad ofrecidos por el proxeneta. Problema agravado por el hecho de que en los tramos finales de la campaña que lo llevó por segunda vez a la Casa Blanca, él exigió en repetidas ocasiones que dichos archivos se hicieran públicos. Numerosos analistas políticos estadounidenses dedujeron que esta exigencia respondía al interés de hacerle daño a sus rivales demócratas, porque ya desde tiempo atrás habían circulado imágenes del expresidente Clinton que lo asociaba con las reuniones sociales organizadas por Epstein en la que participaban sus pupilas. E igualmente habían circulado imágenes del príncipe Andrés del Reino Unido, las mismas que finalmente han causado su expulsión de la Casa real británica hace un par de semanas.

El problema es que no cumplió lo prometido, ni siquiera después de que hace unas semanas, Pam Bondi, la fiscal general de Estados Unidos, alardeaba ante la prensa de que tenía en su escritorio la lista de las víctimas del entramado de explotación sexual de menores montado por Epstein. Y que la iba a publicar. No lo hizo. Y fueron muchos comentaristas de uno y de otro partido que sospecharon que si al final no lo había hecho era por orden expresa de Trump. Incluso hubo quienes atribuyeron el reciente cierre del gobierno de 41 días, que impedía el funcionamiento del Congreso, al deseo de Trump de impedir que se diera curso a la propuesta de un grupo de parlamentarios demócratas de exigir legalmente a la fiscal general que publique los archivos.  Las concesiones que la bancada demócrata hizo al “glorioso” presupuesto federal presentado por Trump, permitió la reapertura del Congreso, que ha dado curso a la exigencia mencionada antes. Y a la orden dada públicamente por Trump a la bancada republicana para que vote a favor de la misma. Lo hizo tanto para responder a la divulgación de nuevo de las imágenes que lo mostraban confraternizando con Jeffrey y con alguna de sus pupilas, como por la filtración de 120.000 correos electrónicos de Epstein, en los que figuran los mensajes que intercambió con él a lo largo de década y media de una relación amistosa.

Hoy mismo no se sabe si se va a publicar o no la lista de clientes de Epstein

En este punto cabe llamar la atención sobre varios hechos colaterales de gran importancia. El primero: hoy mismo no se sabe si se va a publicar o no la lista de clientes de Epstein o si para demócratas y republicanos va a bastar con la publicación oficial de los 120.000 mensajes filtrados de Epstein.  El punto clave aquí es la publicación de dicha lista porque existe una sospecha fundada de que la misma incluye los nombres de la mayoría de la élite política y económica situada en la cúspide del Imperio Americano. Publicar sus nombres supondría por lo tanto la bancarrota moral de dicha elite, que se sumaría al serio cuestionamiento de la superioridad moral del Imperio producido en todo el mundo por su implicación directa en el genocidio del pueblo palestino, actualmente en curso. Las víctimas de dicha publicación no serían por lo tanto solo Trump y Clinton. También lo sería el conjunto de la élite imperial.

Pero no paran aquí las consecuencias de la publicación de la lista de los encumbrados clientes de un Epstein, cuya condición de agente del Mossad, el servicio secreto de Israel, ya está bien documentada. Dando pie a otra sospecha razonable. La red de servicios sexuales montada por él y en funcionamiento por tantos años fue en realidad una trampa tendida a la élite del Imperio. El armario de CD que los investigadores encontraron en la casa de Epstein en Florida cuando la allanaron, contendrían las copias de los videos que grabaron a escondidas los encuentros sexuales non sanctas ofrecidos por él a su encumbrada clientela como regalos envenenados. De dichos CD no se ha vuelto a saber nada. Y cuando los abogados defensores de Epstein y de Ghislaine Maxwell, en los juicios que los condenaron, pidieron tener acceso a los mismos, la respuesta de las fiscalías en ambos casos fue la misma. No ha lugar. Quienes están siendo juzgados son Epstein y Maxwell por los delitos que cometieron, no sus hipotéticos clientes. Pero si los CD aparecieran y contuvieran lo que se sospecha que contienen, se confirmaría que toda la trama de explotación sexual montada por Epstein le permitió al Mossad contar con evidencias de los delitos los cometidos por una parte muy significativa de la elite que dirige actualmente, de hecho y de derecho, al Imperio Americano.  Ya se sabe: “Si no haces lo que te digo, hay un video que podría filtrarse”.

El segundo daño colateral causado por el caso Epstein, lo representa que entre los números denunciantes de la opacidad con la que la administración Trump ha tratado las evidencias de los encuentros sexuales delictivos, figuran destacados periodistas y comentaristas militantes del movimiento MEGA (Make America Great Again). El más conocido e influyente de todos, el periodista Carlson Tucker. Su profundo compromiso con el programa político de Trump se tradujo en un exitoso trabajo periodístico que contribuyó significativamente a la victoria electoral de Trump. Por lo que sorprendió enormemente que él fuera uno de los primeros en exigir públicamente la publicación de la lista de clientes de Epstein, después de que Pami Bondi incumpliera su promesa de hacerlo. Incorporo dicha exigencia a su campaña de críticas tanto al AIPAC (el todopoderoso lobby israelí que de hecho controla al Congreso) como a la complicidad del gobierno de Trump con el genocidio en Gaza. Él fue de los primeros en denunciar la inaceptable injerencia israelí en la política nacional e internacional de Estados Unidos.  Y su voz ha tenido mucho eco entre los militantes de MAGA, hasta el punto que algunos de ellos portan cachuchas que en vez del logotipo de MAGA llevan el de MIGA: Make Israel Great Again.

El descontento de los votantes de MAGA con el presidente que votaron no se limita sin embargo al descontento con el apoyo sin fisuras de Trump al genocidio perpetrado por Benjamín Netanyahu, el primer ministro israelí. Entre ellos crece el descontento por dos importantes incumplimientos de sus promesas electorales: el control de la inflación y el fin al ciclo de “guerras interminables” en el extranjero, iniciado con la ya remota invasión de Afganistán de 2001. La guerra arancelaria al mundo, decretada por Trump en abril de este mismo año, ha tenido como efecto inmediato una subida general de los precios al consumidor. El porvenir brillante de reindustrialización del país, prometido por Trump y garantizado por la subida masiva de los impuestos a las importaciones, contrasta fuertemente con la realidad de una ciudadanía que constata día a día que los productores han trasladado a los precios de los bienes de consumo la subida en los impuestos a las importaciones.

La decepción con la promesa de Trump de poner fin a las “guerras interminables” crece igualmente entre quienes le votaron con entusiasmo. Aunque no solo entre ellos, evidentemente. Las ruidosas auto proclamaciones de Trump como merecedor del premio Nobel de Paz por las 8 guerras a las que, según él, ha puesto fin, también han sido desmentidas por los hechos. La que él mismo llamó la Guerra de los 12 días, desencadenada por el ataque de Israel a Irán en junio de este año, no es más que un alto el fuego, que no compromete a ninguna de las partes a no reiniciar los ataques cuando lo estime conveniente o necesario. Y especialmente a Israel que nunca ha cumplido un alto el fuego durante los treinta años que lleva Benjamín Netanyahu dirigiéndolo.

Pero la prueba reina del incumplimiento por Trump de sus promesas pacifistas la constituye lo que ahora se llama operativo Lanza Sur, y cuyo objetivo no es el asesinato de los tripulantes de lanchas en el mar Caribe, sino el derribo del gobierno de Nicolas Maduro. SI no es necesario matar moscas a cañonazos, tampoco lo es que se desplace a las inmediaciones de las costas venezolanas una flota de la marina de guerra de Estados Unidos compuesta por 8 buques militares, a las que respalda el Gerald Ford, el más moderno y poderoso portaviones estadounidense, solo para aniquilar lanchas indefensas de pescadores. Los millones de dólares que cuesta cada día la movilización de esta flota no lo justifica. Sólo lo justificaría un ataque militar en toda la regla a Venezuela.

El problema para Trump es que a dicho ataque no solo se opone la mayoría de la opinión pública en los propios Estados Unidos, Bernie Sanders y los desencantados de MAGA. También lo hacen miembros de la cúpula militar, como es el caso del almirante Alvin Hosley, que renunció al mando del Comando Sur, presumiblemente en desacuerdo con este operativo. Por razones que podrían ser las mismas que las expuestas por un analista militar tan calificado como el ex oficial de marines, Scott Ritter. Invadir Venezuela no es como fue la invasión relámpago de Panamá o de isla Granada. Venezuela tiene un poderoso ejército bien armado y entrenado, que cuenta con la asesoría militar de Rusia, con una fábrica de drones que utiliza la avanzada tecnología iraní. Poderes a los que hay sumar los 4, 5 millones de integrantes de las milicias bolivarianas, la extensa red de comités de base que cubre todo el territorio nacional, como quería el presidente Hugo Chávez.  Y la profundidad estratégica que ofrece un país de 917. 000 kilómetros cuadrados y 33 millones de habitantes. Venezuela no va a ser Panamá sino un nuevo Vietnam. Por lo que tiene la capacidad de desmantelar la base electoral y enajenar los apoyos políticos con los que Trump ha contado hasta la fecha, causando el regreso a casa en féretros de los marines que participaron en su invasión.

La pregunta que queda en el aire es la siguiente: ¿Qué hará Trump? ¿dar la orden a su marina de guerra de atacar o la de replegarse, a sabiendas de que cualquiera de las dos pondrá a su gobierno al borde del abismo?

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