Tragedia para los firmantes de Paz en Dabeiba
Opinión

Tragedia para los firmantes de Paz en Dabeiba

Incredulidad, rabia, sentimiento, profundo dolor y amargura se clavaron en los corazones de la comunidad de Llano Grande

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junio 09, 2023
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Las primeras escenas que publicó en su Twitter la Unidad Nacional de Protección fueron sobrecogedoras. Era el domingo 4 de junio, con el #EnDesarrollo correspondiente que advertía que luego se conocería más del hecho. Había ocurrido una tragedia en el sector rural de Dabeiba, en Antioquia, cerca de Llano Grande, el antiguo espacio territorial de capacitación y reincorporación calificado como modelo de reconciliación, desarrollo comunitario y construcción de paz.

Una camioneta blindada al servicio de la Subdirección Especializada de Seguridad y Protección de la UNP, asignada al esquema de protección de un firmante de paz, había rodado por una de las faldas que descuelgan de la primitiva carretera de la zona rural. En medio del paisaje verde de la abrupta montaña antioqueña se podía ver al vehículo negro hecho un nudo de latas y arrugas. Las noticias sobre sus ocupantes eran tanto o más dramáticas.

Leidy, la hija de un par de excombatientes muy queridos en Llano Grande, integrante de su esquema de seguridad, una mujer que encarna las cualidades más bellas de su género, aguda inteligencia y gracia excepcional, aunadas a una apariencia de encanto, madre de dos niños preciosos y apenas cruzando los cuarenta años de edad, se había ido al abismo cuando transportaba a sus dos hijos. Uno de ellos, el mayor, había amanecido ardiendo de fiebre, y lo conducía al médico.

El menor, de apenas siete años, bendecido quizás por quién, quedó dentro del vehículo sin mayores consecuencias físicas. El otro, el mayor, de diez años, sufrió un trauma cráneo encefálico, con exposición de masa y graves afectaciones en su tórax y columna. La madre, ese huracán de energía, humor prodigioso y sencillez sin par, tenía la cadera fracturada, rotas varias costillas, partido el omoplato, además de otras laceraciones producto de los golpes recibidos.

El hecho estremeció hasta las fibras más profundas a su familia, conocidos y la región entera. En Bogotá y Medellín las noticias produjeron verdaderos desgarramientos en quienes los conocían. El niño herido de gravedad, Thaliel Valentín Orduz Úsuga, murió en el hospital de Apartadó esa misma mañana. Las fotografías de él y su madre, pletóricos de vida, hermosos y sonrientes, en señal de respeto y tristeza, comenzaron a circular por las redes entre los escoltas de la Unidad.


Leidy y sus hijos son parte de los productos más puros de la reincorporación de los antiguos alzados en armas, descendencia de viejos y respetables guerreros que lo dieron todo por un país mejor


Incredulidad, rabia, sentimiento, profundo dolor y amargura se clavaron en los corazones de la comunidad de Llano Grande. Leidy y sus hijos son parte de los productos más puros de la reincorporación de los antiguos alzados en armas, descendencia de viejos y respetables guerreros que lo dieron todo por un país mejor, hijos y nietos de quienes sobrevivieron al humo, el fuego y el tronar de la guerra, para establecerse con un solo fin, construir la paz en su tierra.

El padre y abuelo, Trujillo, casi octogenario, una leyenda en el occidente de Antioquia y el Chocó, un hombre que soportó con valor a toda prueba más de cuarenta años de marchas, combates y golpes contundentes que derribarían a un coloso, una especie de venerable sabio que, aún como un roble, hace frente a todas las dificultades que envuelve la implementación del Acuerdo de Paz de La Habana, se encargó de trasladar a su hija en busca de atención médica.

Con un dolor indescriptible, que apenas se compara con el de la madre y abuela, Érika, una especie de matrona antioqueña de generosidad sin límites, que hoy hace parte, orgullosamente, de la dirección nacional del Partido Comunes, con la admiración de todos sus militantes, hombres y mujeres que también lloramos la pérdida. Sus hermanas y demás familia atraviesan una pena profunda. Al lindo nieto, hijo y sobrino fallecido todos lo amaban.

Crucé, con un nudo en la garganta, audios con Trujillo y una de las tías de Valentín. A decir verdad, luchaba sin éxito por contener las lágrimas. Difícil oírlos, percibir su sufrimiento y procurar inyectarles ánimo cuando uno mismo está a punto de derrumbarse. Leidy se halla ahora en una unidad de cuidados intensivos y cada vez los médicos le descubren más afectaciones. Ninguna como la depresión de conocer la forma implacable en que la vida le ha dado la espalda.

Médicos del hospital, acompañados por una sicóloga que buscó la familia, se encargaron de darle la noticia de la muerte de su hijo. No deseo calcular el tamaño de la oscura tempestad que debió correr por su alma, no quiero imaginar la dimensión de su terrible soledad. Hago votos porque su cuerpo y su corazón puedan resistir y superar el durísimo momento. Vi los videos del homenaje que los niños de Llano Grande le hicieron a Valentín, imposible no llorar con ellos.

Con modestia, quienes sobrevivimos a la guerra comprendemos más que nadie el significado del desolador sufrimiento de ver partir a los nietos e hijos antes que sus abuelos y padres.

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